En el blog Lima Milenaria encontré un artículo de Jeff Soule, directivo de la American Planning Association, sobre la importancia de los centros históricos. Según él, “los centros históricos ofrecen características que podrían servir de guía para nuevos y futuros proyectos urbanos: son compactos, de uso mixto, mezclan poblaciones de diferentes niveles socioeconómicos y ofrecen espacios públicos vibrantes”. Lo que dice no es algo nuevo, más bien forma parte de una crítica al planeamiento urbano del siglo XX expresada por Jane Jacobs y Jan Gehl, entre otros. Esta crítica habla sobre la segregación que generan zonas homogéneas de uso y población en ciertas áreas, lo cual no es lo idóneo cuando se trata de generar ciudades diversas y democráticas. De hecho, según el sociólogo estadounidense Richard Sennett, “el arte de diseñar ciudades se redujo drásticamente en el curso del siglo XX”.
En Lima, el pensamiento moderno de mediados del siglo XX todavía influye en nuestro sistema de planeamiento. Con esto, viene el deseo de racionalizar la ciudad mediante la zonificación de usos. Mientras la mayor parte ha sido construida sin planificación, en la ciudad formal y moderna se pueden hallar ‘islas homogéneas’. En algunos distritos, las normas delimitan usos específicos, creando una escasez artificial de espacio y provocando que la zona central sea más exclusiva y segregada.
En Lima, este planeamiento continúa fortaleciendo las divisiones socioeconómicas en la ciudad y hace que el uso del automóvil sea indispensable para movilizarse de los centros de trabajo y comercio a las zonas más residenciales.
El pasado 12 de noviembre, el Concejo de Lima publicó la Ordenanza 1911, que permite los cambios de zonificación por lote. Al principio, pensé que si la nueva ordenanza permitiría una mayor flexibilidad de usos, dando la posibilidad de una ciudad más caminable, podría ser algo positivo. De hecho, en muchas ciudades de Canadá, el Reino Unido y Estados Unidos, los propietarios pueden cambiar la zonificación de su lote particular si esto está bien argumentado. La idea de planificar el uso y no la forma (alturas, retiros, etc.) lote por lote con el fin de proteger ciertos usos de escala pequeña como panaderías y oficinas de correos podría funcionar para promover servicios locales importantes en la formación de una economía local, un barrio y una ciudad caminable.
Lamentablemente, la nueva ordenanza no trata de esto. Según la norma, “en ningún caso se aprobarán cambios específicos de zonificación por un solo lote”. Esto significa que un residente podría cambiar las alturas, usos o densidad de toda su cuadra, lo cual es preocupante. Antes de un cambio de zonificación, lo que necesitamos es una flexibilización de los usos que abra la posibilidad para introducir comercios u oficinas de pequeña escala en el primer piso o segundo piso de calles residenciales en distritos homogéneos. Una flexibilización de los usos será beneficiosa para la generación de una ciudad más sostenible.
Es evidente que necesitamos un plan para Lima. La actual zonificación de usos probablemente cause más perjuicio que beneficio.