El Migrante: futuro incierto del parque que reemplazó La Parada
El Migrante: futuro incierto del parque que reemplazó La Parada

“Creemos que para después del 15 de marzo se podrán abrir parcialmente al público las puertas del parque El Migrante”, dijo en febrero de este año Gabriel Calderón, gerente técnico del Servicio de Parques de Lima (Serpar). Cinco meses han pasado desde la fecha programada de apertura para el recinto, ubicado en el que fuera por décadas el Mercado Mayorista de Lima, La Parada.

El parque fue inaugurado en diciembre del 2014, al final de la gestión de la alcaldesa Susana Villarán. Dos días después, fue cerrado por la entrante gestión municipal.

En La Victoria existen cerca de 2,67 m2 de áreas verdes por habitante, menos de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (9 m2). En ese contexto, el parque El Migrante resulta relevante para la ciudad y en especial para su entorno: tiene una extensión de 35.000 m2, con 15.000 de áreas verdes, y está en una zona donde abunda el cemento, muy cercana al tugurizado cerro San Cosme.

Es también relevante porque, para su creación, se recuperó –con altos costos políticos y sociales– un espacio público. Para poder asegurar el éxito del nuevo mercado mayorista de Santa Anita, que hoy alberga a vendedores de La Parada, esta tenía que ser clausurada y los comerciantes trasladados. En este proceso se dieron enfrentamientos entre agentes policiales y comerciantes, en lo que fue uno de los desalojos más violentos de Lima en muchos años, que dejó cuatro muertos y varios policías heridos. A pesar de la dificultad del desalojo, la recuperación del espacio, donde hoy está el parque, es un precedente de la prevalencia del principio de autoridad.

La Parada volvió a abrir parcialmente tras una resolución del entonces juez Malzón Urbina –actual abogado de los comerciantes y aspirante a candidato presidencial–. En marzo del año pasado otra operación conjunta entre la policía y la municipalidad logró cerrar el mercado. Trece días después comenzó la demolición de las instalaciones, aunque algunos comerciantes quedaron dentro por casi ocho meses.

El precio del parque

A principio de año, Serpar sostuvo que este espacio público no se abría por inseguro: aún falta demoler depósitos de concreto en su interior, señalaron. Cinco meses después, las puertas del parque continúan cerradas y en las calles contiguas persisten informalmente minoristas de verduras, como un epílogo del sistema que reinó en La Parada durante años. “¿Para qué nos sacaron si igual el parque no se usa?”, se pregunta Lidia Ñáñez, una vendedora de zanahoria que ofrece sus productos en una de las esquinas del parque. La interrogante es compartida por varios vendedores en la vía.

Sobre el avance de la demolición de los depósitos, nada se sabe. Serpar ha preferido no declarar. Mientras, dentro del recinto, un partido de fulbito –las canchas son el único espacio abierto– ha terminado y ha vuelto a quedar en soledad.

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