Este es el panorama en el distrito de Punta Hermosa. Autos, buses y mototaxis circulan por un estrecho camino de tierra. Según la comuna de Lima, las obras también incluirán ciclovías y áreas verdes. (Foto: Alessandro Currarino / El Comercio)
Este es el panorama en el distrito de Punta Hermosa. Autos, buses y mototaxis circulan por un estrecho camino de tierra. Según la comuna de Lima, las obras también incluirán ciclovías y áreas verdes. (Foto: Alessandro Currarino / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

En marzo del año pasado, en este mismo rincón, recordaba un hecho ocurrido en el 2014 durante la administración Villarán luego de que el puente Bella Unión se viniera abajo.

La Municipalidad de Lima dispuso la colocación de una estructura provisional para que el tránsito no se interrumpa. Pero pasaba el tiempo y la reconstrucción se mantenía en el limbo.

Fue entonces que las críticas arreciaron, en particular de los allegados a la gestión Castañeda. Uno de ellos fue el señor Armando Molina, quien señaló que la demora no tenía justificación. En declaraciones al diario “Correo” dijo que el reemplazo del puente no debería tomar más de 90 días: 30 para la elaboración del expediente técnico y 60 para su instalación.

El puente Bella Unión, como sabemos, no se reconstruyó hasta el regreso del señor Castañeda a la Alcaldía de Lima. Y su instalación no demoró 90 días como temerariamente afirmó el señor Molina, tampoco los cuatro meses que el burgomaestre anunció a poco de asumir el cargo. Las obras demoraron dos años y medio.

Esta semana, El Comercio puso sobre blanco y negro algo que desde hace varios meses se preveía: el verano 2019 será un infierno para los limeños. Y la razón no está en la vuelta de El Niño, pese a que la comisión encargada del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen) ha elevado en 73% las posibilidades de que ello ocurra en condiciones débiles.

El motivo es otro mucho más predecible e indignante: el poco sentido de la planificación que existe en la comuna capitalina. De otra manera no se explica por qué los trabajos que se realizan en la Costa Verde y en la antigua Panamericana Sur deban ejecutarse en plena temporada de playa.

El viaducto Armendáriz, obra que se dijo debía culminar en noviembre de este año, probablemente se concluya en los primeros meses del próximo.

En tanto, las labores entre la playa Arica y Santa María avanzan como un auto por la avenida Javier Prado, un viernes, a las 7 p.m. Varios tramos parecen arrasados por una guerra y los especialistas auguran que los atoros que se generarán durante la temporada afectarán el tránsito en la Panamericana Sur.

Existen distintas maneras de maquillar los problemas de una gestión, incluso los más rotundos fracasos. Pero hay una que está en el top de los asesores de imagen: aducir fallas en la comunicación. “No hemos sabido comunicar nuestros logros”, se conduelen, argumento que en múltiples ocasiones viene de la mano de otro igual de falaz: “los medios no informan sobre mis obras”, con sus variantes “nos tergiversan” o “hemos sido víctimas de una campaña en contra”.

En pocos días, el señor Castañeda cierra su tercera etapa como alcalde de Lima. A diferencia de sus dos primeros mandatos, se despide con una impopularidad mayúscula, impropia de los centenares de obras que él y sus adláteres afirman haber dejado en la ciudad.

En su caso, no son las “fallas en la comunicación” ni alguna campaña en contra las que ha percutado esta despedida deshonrosa de quien, según sus seguidores, debería ser reconocido como “el mejor alcalde de la historia”. El señor Castañeda se despide así por dos razones: nunca tuvo una visión de ciudad. Lo suyo fue siempre lo tangible, lo que se ve, el ladrillo que pudiera ser pintado de amarillo, con el suficiente espacio para colocar sobre él una placa con su nombre.

La otra tiene que ver con su arrogancia no solo para reconocer errores (recordemos sus reacciones ante el ‘by-pass’ de 28 de Julio o el puente Solidaridad), sino para ponerse en los zapatos del otro. No tuvo empatía ni muñeca. Con su actitud intemperante minó la imagen de gestor que quiso construir. Solito se desplomó.

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