Vivió 7 años, 7 meses en una cárcel de máxima seguridad tras ser acusada de terrorismo. Fue víctima de vejaciones sexuales y torturada mientras vivía en una celda de 3x3. Con 56 años, Gladys Canales Martínez, siente que su sueño de justicia finalmente se está haciendo realidad.
El 24 de octubre de 1993, cerca de la medianoche, miembros de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dincote) irrumpieron en la casa de Gladys Canales, en el Agustino, tras ser acusada por una mujer de haber asistido a una reunión del Socorro Popular (SOPO), aparato militar del grupo terrorista Sendero Luminoso.
Tras la captura, Gladys fue torturada física y sexualmente durante una semana en una sede de la Dincote y fue internada en el Penal de máxima seguridad de mujeres de Chorrillos bajo un régimen penitenciario que ella define como “el peor del mundo”.
“Yo tenía 31 años. (Fui) condenada a 20 años por jueces sin rostro por haber sido mando político-militar de Sendero Luminoso lo cual probé que era mentira. Nunca puse un cochebomba, nunca disparé a nadie, nunca estuve en Sendero”, asegura Canales.
La vida dentro de penal no fue fácil para Gladys Canales. Tuvo que sobrevivir al dolor, la angustia y el sufrimiento. Acusada de esconder documentos en sus genitales cuenta que fue constantemente obligada a desnudarse para ser requisada, revisada. Humillada.
Siete años y siete meses compartiendo una celda de 3x3 con otras dos reclusas. “Fue como vivir en una bóveda (…) Estábamos 23 horas y media dentro de la celda y media hora de patio. Jamás supimos cómo manejarlo. Entre todas las mujeres nos dábamos fuerzas para seguir adelante. En el penal aprendí a sobrevivir”, cuenta.
► La más rápida de las tejedoras
Gladys sabía que tanto tiempo libre en la cárcel tenía que ser invertido en algo positivo y junto con un grupo de internas se dedicaron a trabajar tejidos y artesanías. “En el penal empecé a tejer a crochet y como tenía tanto tiempo libre, (tejía) en mi celda, en el patio... y empezaron a contratarme porque era una mujer muy rápida. Entonces empezaron a pagar la mano de obra calificada de internas del terrorismo y ahí empezamos a trabajar”, recuerda. “Aprendí a resistir la guerra, tejiendo, leyendo… me aferré de eso”.
► “Entender la libertad”
Poco antes de su liberación, Gladys recibió la visita de su psicóloga. “Mi psicóloga llegó al penal y me dijo: “He venido para ayudarte a entender la libertad”. Al principio no la entendía porque pensaba que al salir (de prisión) era como meterme en otro mundo”.
Después de 7 años, 7 meses y 7 días, Gladys Canales fue liberada el 31 de mayo del 2001 durante el gobierno de Alejandro Toledo. Su defensa, a cargo del Instituto de Defensa Legal, comprobó que no existió carta de sujeción a Sendero Luminoso . Incluso, cuenta Gladys, la joven que en un momento la señaló como terrorista se habría retractado en una carta dirigida a la Comisión de Indultos.
Su nombre fue incluido en el Registro Único de Víctimas (RUV) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, instrumento que reconoce la condición de víctima a aquellas personas que sufrieron vulneración de sus derechos humanos durante la lucha antisubversiva entre 1980 y 2000.
Ya en libertad, el empoderamiento de Gladys fue cuestión de tiempo. Poco a poco se atrevió a dar entrevistas para hablar de la carcelería injusta y de las vejaciones sufridas dentro del penal. “Yo no soy Gladys Canales, víctima de la violencia, yo soy ahora una autoridad, en mi barrio, en mi asociación, en los espacios de los derechos humanos y también en otros países” asegura.
“Es importante cambiar la visión de la sociedad cuando nos dicen que somos mujeres que vivimos la guerra. También somos mujeres exitosas, propositivas, autoridades”.
► Su sueño
Convertida en directiva de la Coordinadora Nacional de Mujeres Afectadas por el conflicto Armado Interno y coordinadora de la Comisaría de Juntas vecinales de mujeres de Huachipa, Gladys Canales participa constantemente en diálogos con el Estado peruano sobre el tema de reparaciones y buscar justicia para las mujeres que, como ella, fueron vulneradas.
Pero Gladys aún tiene sueños por cumplir y empoderar a otras mujeres es uno de ellos. Por eso, en el terreno que recibió como reparación del Estado, ella ha construido un restaurante en el que da trabajo a mujeres vulnerables que sufren de violencia familiar.
El Lugar de la Memoria, la tolerancia y la Inclusión Social (LUM), que el pasado lunes 17 de diciembre cumplió tres años de inaugurado, tiene escrito en una de sus paredes el nombre de Gladys Canales para que los visitantes puedan dejarle mensajes de aliento por su lucha y resiliencia.
“Creo que el sueño de buscar justicia se está cumpliendo, ese era el mayor sueño. Tener un lugar como el Museo de la Memoria, como la muestra Yuyanapaq, que nos permite que los jóvenes vean lo que vivió el país y que esto no se vuelva a repetir. Podría decir que a estas alturas mi sueño se está cumpliendo”.