Lo primero que golpea es el olor. Antes de ver la rocas negras, la espuma marrón y el agua con el reflejo iridiscente del crudo, el fuerte olor a grifo expone el impacto del derrame de petróleo de Repsol en la playa Pocitos de Ancón. Ahí donde debería oler a mar, huele a petróleo.
Pocitos es una de las más de 20 playas de Lima contaminadas por el derrame ocurrido el 15 de enero en la refinería La Pampilla y en las tres semanas que han pasado lo que ha cambiado es la cantidad de personal con mamelucos blancos manchados que intentan limpiar el crudo adherido a las rocas. El Comercio ha visitado esta zona desde el inicio del desastre ambiental y ha constatado que, aunque hay más trabajadores, las piedras siguen tan ennegrecidas como las pozas que dan nombre a la playa.
En esta playa gran parte del trabajo que se realiza es manual, ya sea con lavado de rocas a presión o uso de paños absorbentes. El problema con estos métodos, explica el biólogo marino Yuri Hooker, coordinador del Laboratorio de Biología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), es que sin un correcto uso de vallas de contención, el contaminante termina volviendo al mar. Este Diario comprobó que hay vallas pero en apenas algunos tramos.
“Este petróleo pegado a las piedras tiene una gran cantidad de arena adherida y eso lo hace más pesado. Cuando lo despegas y devuelves al mar, se va al fondo”, explica.
Con él coincide Juan Carlos Riveros, director científico de Oceana Perú, quien agrega que pese al tiempo transcurrido los trabajos de limpieza siguen siendo improvisados tanto en la zona de playa como el mar. Aunque sí se usan skimmers –según Repsol son en total 38 para todas las áreas afectadas– no hay los suficientes en Pocitos. Sin contar, la contratación de pescadores artesanales para labores de limpieza que no tienen la capacitación adecuada. “Mucha gente no sabe lo que hace y se nota. Hemos visto a pescadores contratados tratando de recoger en petróleo en el mar sin saber realmente lo que hacían y el petróleo termina escapándose por los costados”, dijo Riveros.
Uno de estos pescadores es Máximo Castro, quien contó a este Diario que por día le pagaban 200 soles para limpiar con su propia embarcación la zona pegada a la playa en la bahía de Ancón. “Nos contrató una service que no nos dio implementos adecuados. Los primeros días salieron 30 embarcaciones, luego subió a 60 y volvieron a reducir a 30. El problema es que cuando unos salen, el resto de los compañeros se queda sin trabajo y somos 1.200″, explicó la semana pasada.
Ayer, en un comunicado, Repsol dijo que estaban entrando en la “etapa final de limpieza de las playas” y que quedaba “poco hidrocarburo por retirar […] básicamente acumulado en algunas zonas rocosas de difícil acceso”. Según dijeron, han contratado a 56 empresas y profesionales de 17 nacionalidades y que mantienen sobre el terreno a más de 2.500 personas en las tareas de limpieza del mar y de las playas.
Días antes, el director de Seguridad Medioambiental de Repsol, el español José Terol, dijo a la prensa extranjera que la empresa terminaría la limpieza de la costa central de Perú en marzo y no a finales de febrero, como se había estimado anteriormente. “A mediados de febrero ya no habrá manchas en el mar. Estimamos que si las condiciones meteorológicas nos acompañan será a mediados del mes de marzo (que finalice la recuperación de las playas e islas alcanzadas por el crudo)”, dijo según informó la agencia AFP el último viernes.
Cavero, en Ventanilla, es otra playa donde se nota un incremento de personal, aunque muchos sigan utilizando palas para recoger la espuma con grasa que baña la arena con cada ola. Para los especialistas, urge garantizar que se ha contenido el petróleo que se desplaza en el mar hacia la zona norte y evaluar el impacto en el fondo marino, cuyos efectos son aún más difíciles de remediar.
“En la playa están apareciendo un montón de choritos, cangrejos, caracoles o erizos muertos. Son organismos que van muriendo de a poco. El daño no es un proceso inmediato, toma meses y hasta años. Lo más preocupante es que gran parte de los organismos marinos no va a morir porque no han acumulado tantas toxinas, pero van a tener problemas genéticos. Las toxinas de hidrocarburo alteran su ADN y empiezan a generar mutaciones que derivan en problemas reproductivos, de alimentación y tumores. El que consuma estos recursos también acumulará toxinas y ese es el motivo por el que los lugares donde ha habido derrames de petróleo importantes aparece con los años tasas de cáncer más altas”, explica Hooker.
MIRA EN ESTE VIDEO 360° LOS TRABAJOS EN ESTAS PLAYAS
El impacto de la crisis política
Lo cierto es que mientras el desastre ambiental persiste, desde el Ejecutivo hay una crisis que ha ocasionado el cambio de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y ministerios como Ambiente y Energía y Minas, involucrados en la atención del desastre.
Para Riveros, la declaratoria de emergencia ambiental por 90 días, del 22 de enero, permitió ordenar la respuesta del Estado, pero los cambios ministeriales han vuelto a generar incertidumbre sobre quién encabeza las coordinaciones. “Ahora mismo no hay una persona que dialogue con Repsol y con la cooperación técnica internacional. Debería ser el primer ministro, pero estamos en una crisis de gobernabilidad. Los pescadores nos dicen que hablaron con el ministro que ya no está y con la compañía pero no hay compromisos firmados. La gente se está cansando”, advirtió.
Tessy Torres, profesora de la Escuela de Gestión Pública de la UP y expresidenta del Consejo Directivo del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), agrega que la curva de aprendizaje de las nuevas autoridades termina retrasando la toma de decisiones y de acciones de la entidad técnica encargada de la fiscalización. “Cuando cambian ministros y viceministros, la OEFA tiene que ir necesariamente a explicar a las nuevas cabezas todo lo que se hace y conocer las nuevas posiciones políticas. Eso toma de tiempo y a veces un retroceso sobre cómo manejar los procesos y el entendimiento del problema”, explica a este diario.
Hooker añade que también es preocupante que desde el Estado no se hayan adoptado acciones inmediatas para contener el avance de petróleo y se haya esperado la decisión de Repsol. “La normativa permite que el Gobierno se mueva de inmediato y luego le pase las cuentas a la empresa. No solo en la limpieza, es absurdo que instituciones del Estado estén pidiendo donaciones de dinero y equipos de protección para que la gente saque de sus bolsillos cuando todo eso por ley debería ser pagado por la empresa”, dijo.
Hasta el cierre de esta nota no se había confirmado si Wilber Dux Supo, reemplazo de Rubén Ramírez, iba a continuar en el cargo de ministro del Ambiente. Mientras el daño producido por el vertido de más de 10 mil barriles de petróleo sigue dañando la fauna marina, contaminando cinco áreas naturales protegidas, bañando de crudo más de 20 playas en 44 kilómetros de costa y dejando sin trabajo a miles de familias que dependían de la pesca artesanal y el comercio alrededor de las playas.
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