En diciembre se cumplen tres años desde que China notificó la aparición de una «neumonía vírica» en la ciudad de Wuhan. Más de mil días después, casi siete millones de muertos oficiales en el mundo (217 mil en Perú) y sucesivas olas que cada vez golpean a poblaciones más específicas, el agotamiento físico y emocional de la pandemia supone un reto mayor para atender el nuevo aumento de contagios.
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Desde Estados Unidos, Elmer Huerta, oncólogo y especialista en Salud Pública, explica qué aprendimos, qué viene y qué necesitamos entender para enfrentar el nuevo incremento de casos COVID-19.
—¿Qué implica decir que estamos en una quinta ola cuando existe un agotamiento de la pandemia luego de casi tres años?
Estamos en un momento completamente diferente de la pandemia. Estamos en la pandemia de la variante ómicron, que el 24 de noviembre cumple un año de ser reportada. Desde el punto de vista epidemiológico, estamos en la quinta ola porque desde noviembre hay un incremento sostenido de casos. Pero la gran consecuencia de determinar si estamos en no en una ola es qué impacto tiene sobre la población. Tenemos que ver lo que está pasando en Estados Unidos y Europa donde, por condiciones climáticas porque está empezando el otoño, ha habido más reuniones a puerta cerrada y en setiembre, octubre y noviembre hubo un aumento sostenido de hospitalizaciones. Hubo días en los que moría más de mil personas. Los que están hospitalizándose y muriendo en esta parte del mundo son personas muy mayores, en sus 80s y 90s, personas que no están vacunadas o que no han recibido sus refuerzos, o personas de cualquier edad que tienen condiciones que las predisponen a complicarse como cáncer, trasplantes, diálisis renal, debilitadas con enfermedades de Alzheimer, en cama. Aparte de la discusión dialéctica de si es pico u ola lo importante es que la gente entienda cuál es el impacto y que los que tienen que seguir cuidándose son los muy mayores, con vulnerabilidades o los no vacunados o insuficientemente vacunados.
—¿Cuándo alguien no está suficientemente vacunado? Al inicio se decía que se completaba el esquema con dos dosis y luego salieron los refuerzos…
Los CDC en Estados Unidos [Centros para el Control y Prevención de Enfermedades] definían vacunación completa como las dos primeras dosis nada más. De ahí se recomendó la tercera dosis, primera de refuerzo, y luego la segunda dosis de refuerzo, que es la cuarta. Ahora se está recomendando el tercer refuerzo, es decir, la quinta dosis, que es la bivalente que en este momento se está dando en EE.UU. Cuando hablamos de alguien insuficiente vacunado es alguien que se quedó solo con las dos primeras dosis.
—La cobertura de la cuarta dosis es muy baja. Luego de meses de campañas antivacunas tratando de hacer creer que no sirvieron las tres primeras ¿cómo convencer que incluso se necesitaría una quinta?
La baja cobertura sucede en todo el mundo. La adopción de tercera, cuarta y quinta dosis es menor porque existe una fatiga del público para vacunarse. Quizá la única manera de convencerlos es hacer un paralelo con la gripe. Antes de la pandemia, la gripe en EE.UU. mataba alrededor 45 mil personas cada invierno y los que morían eran los niños menores de 5 años y mayores de 65. La vacuna contra la gripe es anual y protege de enfermedad y muerte. Son necesarias campañas de educación al público para que entienda que la duración de las vacunas no es larga, es una de las decepciones que hemos tenido y obviamente los grupos antivacunas se aprovechan de eso. Cuando las vacunas contra el COVID salieron hace dos años se creía que iban a ser como la de la polio, varicela o paperas que te dan una protección de 30 años, pero no fue así. En lo que tenemos que poner énfasis es que no te protegen de la infección, pero sí de la hospitalización y muerte.
—¿A qué se debe que sea un periodo tan corto? ¿a la naturaleza del virus?
- Parece que tiene que ver con lo que se escogió como antígeno. Se escogió la espiga [proteína Spike] y algunos piensan que debió usarse otra parte más. Podría ser que eso tenga que ver con que la respuesta inmunológica de anticuerpos sea corta. Pero lo que da tranquilidad es que la respuesta celular protege de infección grave y muerte.
—A tres años de la aparición de COVID ¿qué ya sabemos de las secuelas?
Es un problema muy serio de salud pública. Este mes es en EE.UU. han aparecido reportes de cómo la fuerza laboral ha sufrido mucho porque entre 5 y 10% de trabajadores no pueden regresar a su trabajo por los síntomas de COVID. Entre el 20 y 30% de personas que se contagió y no llegó al hospital puede tener COVID persistente con hasta más de 100 síntomas que van desde dolor de cabeza, debilidad, síntomas corporales y de la salud mental, ansiedad, depresión, etc. Es una realidad y un problema de salud pública porque además del embalse de casos de cáncer, diabetes, etc., ahora van a llegar miles de casos de gente que tiene long covid y que se sienten débiles.
—Hay quienes creen que una buena forma de conseguir anticuerpos es enfermándose. ¿Es cierto que las reinfecciones son más graves?
Acaba de salir un estudio en la revista Nature Medicine del 10 de noviembre. Lo que se demuestra es que las personas que se han reinfectado tienen 3 veces más probabilidades de desarrollar problemas pulmonares, 3 veces más probabilidades de sufrir problemas cardíacos y 60% mayor probabilidad de tener trastornos neurológicos que los pacientes que había tenido una sola infección. La reinfección no es que te va a proteger más ni te ayudar a tener defensas. Una persona reinfectada puede sufrir más con la segunda enfermedad que con la primera.
—Ahí volvemos al tema de cómo evitar contagiarnos. El CMP ha pedido que se vuelva a tener la obligatoriedad de mascarillas en espacios cerrados y en el transporte. ¿Es posible que a estas alturas de la pandemia se vuelvan a poner este tipo de restricciones?
Es importante hacer campañas educativas para decirle al vulnerable que él o ella puede llegar al hospital o morir. La gente tiene que entender que el uso de mascarillas no debe depender de un decreto supremo o una orden del ministro. Lo positivo que debería dejar la pandemia es que el uso de mascarilla debe depender de mi necesidad de protegerme. Si soy mayor y vulnerable no puedo esperar un decreto para usar la mascarilla sino porque entiendo que me puedo infectar porque todavía está circulando el virus. La mascarilla es un método de barrera y la analogía que hago es que es similar a un condón, que impide que las personas se contagien de gonorrea, sífilis, chancro, virus de papiloma, herpes, etc. La gente usa un preservativo no porque exista un decreto sino porque se quiere proteger porque ha entendido que es un método importante que me va a evitar una infección. Es igual que la mascarilla.
—Ya notamos los embalses de cáncer y otras enfermedades no atendidas ¿cuál es la próxima amenaza a la salud?
Se ha demostrado que un millón de casos de cáncer dejaron de diagnosticarse por la pandemia. Es el resultado de hacerse 100 millones menos de despistajes en el mundo. Todos esos casos van a aparecer y no se sabe de la diabetes, los infartos. La depresión económica está empezando a impactar casos de TBC resistente; hay sarampión y polio porque no hemos vacunado a niños. En los próximos meses y 2 o 3 años vamos a tener todas enfermedades que son producto de la pandemia. El COVID ha sido una enfermedad muy seria con 6 millones de muertos o oficiales hasta 18 millones de muertos estimados por la OMS. Lo que hemos vivido ha sido muy serio, pero las secuelas también. En sistemas de salud más o menos organizados como el europeo o americano va a ser un impacto muy grande, pero en países como Perú, donde el sistema primario es prácticamente inexistente, será mucho más grave. Es imperativo que el Gobierno dé a conocer sus planes de reforzamiento del sistema primario de salud.
—La promesa de mejorar el primer nivel viene desde que inició la pandemia e incluso antes, pero hasta el momento no se ha avanzado nada
Las autoridades siguen hablando de construcciones de hospitales, pero ese al día siguiente que lo inauguren va a estar colapsado. Se necesitan postas médicas. Un buen ejemplo es San Borja, donde han hecho un censo de sus pobladores. Durante la pandemia entrenaron al personal de servicios de la municipalidad para ser encuestadores. Así han conseguido 56 mil datos de sus pobladores. Se han dado cuenta de que el poblador de las áreas que limitan con Ate y La Victoria tiene enfermedades diferentes al que limita con Surco y Chacarilla. Han inaugurado un policlínico que va a dar atención primaria y ese es el primer paso, ahora se necesitan postas.