(Alonso Chero)
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Redacción EC

Ni el sol ni la espera aplacaron la devoción
Por Juan Pablo León Almenara

El vocabulario puede ser mezquino al momento de describir algunas situaciones. La misa de ayer del es una de ellas. Palabras como recogimiento, sacrificio o devoción son insuficientes para explicar el poder de la fe católica, que impulsó a miles de fieles a concentrarse en la Base Aérea de Las Palmas, en Surco.

Grupos de fieles y compañías religiosas pernoctaron afuera del establecimiento militar desde la noche anterior, al pie de las 17 puertas habilitadas por las Fuerzas Armadas para ser los primeros en entrar. A la medianoche de ayer se abrieron todos los accesos, que recibieron a personas hasta las 2 de la tarde, como un éxodo que dejó desolada la mayoría de calles aledañas de Chorrillos, Surco y Barranco. Todos querían ver al Papa.

A las 11 de la mañana, el calor aplastaba a quien no tenía sombra encima. Los puestos de emergencia del Ministerio de Salud y de Essalud comenzaron a recibir a personas afectadas por golpes de calor, deshidratación y presión alta. Al mediodía, con el sol en la cabeza, los bomberos tuvieron que activar las mangueras de seis camiones y verter agua directamente hacia las personas, usando el camino de asfalto reservado para el recorrido del Papa.
Pero nada podía apagar la devoción.

—Fe en masa—
El millón es un número tan grande que suele ser empleado solo para la exageración: “Te dije un millón de veces”, “Te mando un millón de besos”. Pero ayer esa cantidad fue tan cercana y real que era capaz de conmover a cualquiera. “Un millón de personas con ticket ya están dentro de Las Palmas”, se escuchó decir a los jóvenes de la guardia papal a la 1 de la tarde. A la vista, el horizonte de personas era interminable. Niños, jóvenes y adultos mayores, personas con discapacidad, en silla de ruedas o muletas, esperaban sin perder la fuerza ni el ánimo.

Había familias de Ayacucho, Pucallpa, Huancayo, Piura, Áncash, Ica y muchos otros lugares. “Aquí vienes a peregrinar, no a comer, ni a estar cómodo, ni a tomar agua helada. Vienes a ofrecer tu sacrificio”, decía Dora, una lambayecana que vino en familia para la misa papal.
Para las 3 de la tarde, se estimaba la presencia de 1,2 millones de fieles. Media hora después, se calculaba que otros cien mil devotos habían podido ingresar por las puertas 13 a la 16, habilitadas para el ingreso de personas sin ticket.

Francisco, el Papa que rompe protocolos, adelantó su llegada a Las Palmas, como también lo había hecho en su vuelo Santiago-Lima el jueves 18. Como si se hubiera apiadado de la espera de miles de fieles, llegó a la base aérea 20 minutos antes de la hora programada (4:00 p.m.). El Sumo Pontífice aprovechó ese tiempo para rodear por fuera todas las puertas del recinto, donde decenas de personas se quedaron sin poder ingresar.

Cerca de las 4:15 p.m., el jefe del Vaticano ofició la santa misa, última actividad oficial en nuestro país. Cuatro días permaneció el pontífice argentino en el Perú.

Hicieron cola desde la tarde del sábado
María del Carmen Yrigoyen

“Somos devotos de este Cristo y queremos que Francisco lo bendiga”, dijo Geraldine, de Ayacucho.A las 7 p.m. del sábado, en la calle Juan Santos Bermeo, afuera de la base Las Palmas, se formaron dos filas: una de voluntarios para la misa y otra de fieles y peregrinos. Los voluntarios eran mayormente jóvenes. Ellos llegaron cantando barras al Papa. Algunos traían flautas, otros charangos.

Los feligreses no pudieron ingresar sino hasta las 4 a.m., pero querían asegurarse un buen lugar para la liturgia. A las 9 p.m. aparecieron los vendedores ambulantes a hacerles compañía. Ofrecían comida, rosarios y bloqueadores en sachets. Una mujer había traído bustos de plástico del Pontífice, que ofrecía a S/5. “¡Ya están bendecidos!”, exclamaba. Cuando le preguntamos por quién, dijo que un párroco de Barranco había hecho los honores.

“Nosotras vivimos por la puerta 12, pero conseguimos entradas por la 3”, contó una mujer de 70 años que acampaba con su hermana y su sobrina. Llevaron sus propias bancas, sombrillas y loncheras.

También casacas y mantas de polar. Vieron a Juan Pablo II cuando llegó al Perú, hace más de 30 años. A Francisco lo fueron a ver a la avenida Brasil el 18 de enero, cuando llegó a Lima. “De repente nos dejan pasar antes”, dijo la mujer.

Adentro se oía música: continuaban las pruebas de sonido.
A las 7 a.m., los que pernoctaron ya habían terminado de ingresar a Las Palmas. Comenzaron a llegar más ambulantes con comida. Unos vecinos colocaron una gigantografía de Bergoglio vistiendo la habitual sotana con el solideo. Al lado se leía un letrero en hoja bond: “Fotos con el papa Francisco a 1 sol”. A las 9 a.m., la imagen era una sensación.

Al mediodía llegó Geraldine, una joven de 23 años, a la calle Santos Bermeo. Cargaba la imagen del Señor de la Exaltación en una urna. “Venimos desde Huamanga. Todos somos devotos de este Cristo y queremos que Francisco lo bendiga”, dijo. A esa hora la base Las Palmas era un mar de personas.

Mientras tanto, las ambulancias entraban y salían por la puerta 3. Llevaban a las víctimas del golpe de calor.

Ringo ladraba desde una pequeña porción de pasto. Para quienes lo veían, era solo un labrador tierno. Pero es un agente de la Policía Canina experto en explosivos. Ha revisado todos los vehículos en los que se ha subido Francisco en el Perú. Ayer comenzó a trabajar a las 5 a.m.

A las 3:30 p.m. llegaron rumores de que Francisco estaba cerca. Ringo seguía alerta.

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