El MATE ha sido uno de los espacios artísticos más vibrantes de la ciudad, acogió entre 40.000 y 50.000 visitantes anualmente, promovió la industria creativa del país, mostró permanentemente la obra de Mario Testino, tuvo exhibiciones de artistas locales e internacionales y un sello editorial que publicó nueve títulos sobre tradiciones peruanas.
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En febrero próximo, Rafaela Maggiolo hubiera cumplido tres años en la dirección del Museo Mario Testino. Una inesperada pandemia frustró el aniversario, pero ha servido para que el creador y la directora de la institución reflexionen sobre el trabajo realizado, y planifiquen y definan el rumbo que MATE seguirá en adelante como plataforma de arte.
-Habitar es una palabra derivada del latín habitāre que significa ocupar un espacio o vivir en él. ¿Cómo fue habitar el museo?
La verdad es que tuvimos una situación privilegiada porque el museo estaba en una casa de los últimos años del siglo XIX, declarada patrimonio nacional, que fue restaurada por Mario quien le devuelve su personalidad y su antiguo aire. Habitar la casa fue maravilloso, aunque también un reto porque las dimensiones y el uso del espacio en una casona barranquina tiene también una serie de limitaciones. Pero esas limitaciones hicieron que las soluciones fueran más creativas, respecto al uso del espacio, tanto así que fue dentro de la distribución de los ambientes originales de la casona que se habilitó la colección permanente de Mario. Hubo ediciones posteriores en las salas temporales del fondo y una segunda obra que permitió que Alta Moda migrara al segundo piso de una construcción contemporánea en el fondo del lote. Debo decir que fue un placer estar en ese ambiente.
-¿Por qué cierra el MATE?
Mantener un espacio como este abierto al público y subsistir era un reto tremendo. En el museo había una postura muy clara de que estuviera disponible para todo el mundo, muchas de las actividades educativas que realizamos eran gratuitas y, a pesar de que habíamos desplegado una serie de esfuerzos y habíamos hecho grandes avances en conseguir aliados, patrocinadores y donaciones e íbamos camino a la autosostenibilidad, financiar un proyecto como este sin los ingresos que supone el público internacional, era inviable. El soporte y los ingresos que teníamos de los visitantes internacionales era uno de los motores fundamentales para la existencia del museo. Sin embargo, así como las realidades y los formatos cambian para disfrutar las exhibiciones, durante este tiempo nos vimos confrontados con la posibilidad de compartir contenido sin necesariamente tener un espacio físico. Nuestra web archivo es el primer paso hacia eso.
-¿Migrarán, entonces, a un formato digital?
Si hubo algo productivo que permitió la pandemia, fue la posibilidad de armar el archivo del MATE con todas las exhibiciones grupales, independientes, intervenciones, etcétera, que se han hecho a lo largo de los ocho años de vida de este espacio. Durante este tiempo ha sido posible organizar, sistematizar y digitalizar el archivo del museo y trabajar una nueva web. De hecho, Mario publicará hoy un post en sus redes sociales hablando de las dos exhibiciones que quedaron sin inaugurarse, pero listas y montadas, y en ese post van a estar los links de acceso a esas exhibiciones en digital. Junto con el registro multimedia de estas exhibiciones, tenemos un archivo completo con fotos de eventos, celebraciones, biografías de artistas que han estado con nosotros y del concurso MATE foto, que se implementó durante la pandemia como una manera de mantenernos presente y en contacto con nuestros seguidores y con la comunidad del museo. Todo este material estará disponible en la web archivo. Además, para quienes no pudieron visitar el museo o lo extrañan demasiado, tendremos el registro 360 de todas las salas permanentes. Creo que el museo ha podido adaptarse muy bien y con una respuesta muy rápida a la virtualidad. La experiencia de tener un 360, de poder hacer el recorrido virtual, de tener un video complementario de entrevista… hay un contenido multimedia que, creo, va a permitir compartir este trabajo y evitar que la última temporada de nuestro programa de exhibiciones quede en la oscuridad. No quisiera decir que ya hay una estrategia y un plan de gran envergadura para ello, pero sí que trabajar el archivo del museo no solamente nos ha demostrado cuánto se ha hecho o lo enriquecedor que ha sido para la ciudad y para la comunidad, sino también nos ha demostrado que posiblemente este sea el camino que puede perdurar.
-¿Qué sentimientos te generó el cierre del museo?
Personalmente fue un sentimiento muy complejo. Por un lado, desconcertante, por el otro, comprensible. Para mí era claro que sin las visitas, el museo se volvía insostenible. Si bien cada vez nos acercábamos a la autosostenibilidad y teníamos tantos planes para el museo (para el resto de este año y del próximo), como la Bodega MATE, por ejemplo, un proyecto increíble que siguió con la misión del museo, con la posibilidad de enaltecer y poner en vitrina el gran talento peruano a través de la artesanía y de las piezas hechas a mano por artistas de toda Latinoamérica; también hubo una vena educativa que vale la pena mencionar: hacíamos reuniones con diferentes diseñadores, organizábamos charlas, programas educativos, master clases, alianzas con entidades educativas extranjeras, habíamos puesto tanto esfuerzo en activar el motor educativo del museo pensando en niños, con todo tipo de clases de expresión, hasta públicos específicos vinculados a la moda, al diseño y a la fotografía, que fue una pena ver paralizarse toda esa fuerza y ese ritmo que venía construyéndose con los años. Fue un sentimiento muy complejo que entiendo, pero que no por eso deja de ser doloroso, de recordarte cuánto deja de ocurrir.
-Cuéntanos sobre las exhibiciones que quedaron pendientes.
El museo tenía una especial tendencia en promover el talento joven. Lo hablaba mucho en sus redes y lo demostraba también en su programa de exhibición. En el 2019 exhibimos “Fotografía peruana joven” que tuvo un éxito tremendo. Fue una exhibición que salió de una para presentarse de manera abierta y gratuita. Abrimos una plataforma para que los fotógrafos jóvenes (me refiero a jóvenes en la práctica) presentaran su portafolio para ser evaluado. Tuvimos un curador externo, que fue Gerardo Chávez Massa, y en conjunto con el área de exhibiciones del museo y con Mario, que siempre ha estado muy involucrado en el contenido, se hizo una selección y le dedicamos las dos salas temporales. Fue realmente especial porque habló de una generación joven que el Perú no necesariamente está mirando. Nos hemos quedado con los fotógrafos de los 90 y del 2000, pero también hay una generación menor que produce, hay mucho talento fotográfico. Así que siguiendo esa línea quisimos hacer esta exhibición 2020 x 6, donde tuvimos a seis artistas peruanos jóvenes, muy distintos en sus prácticas, en su estética y en su propuesta. Ellos son Wynnie Minerva, María Abaddon, Luis Enrique Zela-Koort, Andrés Pérez González, Genietta Varsi y Rafael Escardó. Cada uno eligió una obra reciente en la que estaba trabajando o que acababa de terminar. Una de las propuestas incluía una intervención en las salas permanentes del museo, era la primera vez que eso se hacía. En la nueva web archivo tenemos ese material para compartir. La otra exhibición es The taxing of a fruitful procession, de Sarah Zapata, que es una artista contemporánea americana que trabaja mucho el concepto y la idea del textil y de la carga histórica de diferentes formas. Ella vino para la residencia MATE, fue la segunda artista de este proyecto que empezamos en el 2019, acabábamos de lanzarlo cuando lamentablemente se presentó la pandemia. Su obra también estará disponible para el recorrido 360 y en fotos.
-Como directora, ¿qué posibilidades te entusiasmaron?
En el momento que entré estaba montada la tercera colección permanente, teníamos una serie de fotografías icónicas, mundialmente conocidas; teníamos una composición de visitantes super variada y tuvimos también un momento muy grande e inspirador en las visitas del museo. Eso nos hizo presentar un planteamiento más ambicioso en las exposiciones temporales, que antes eran complementarias y se celebraban menos a lo largo del año. Entonces, aumentamos la carga de proyectos temporales involucrando a artistas locales a través de proyectos como las Letras MATE, que fue una idea increíble de Mario. Esta consistía en cederle la posibilidad a un artista peruano de intervenir el logo del museo a su antojo. Así, la fachada se transformaba por completo cuando cambiaban las grandes letras que anunciaban su nombre. Proyectos como ese eran realmente lindos, una exploración especial para todos.
-¿Por qué era importante el contenido del museo?
Porque era muy variado. Desde los retratos de personajes icónicos que podríamos haber visto en las páginas de muchas revistas, hasta la sala Alta Moda, un proyecto que Mario ha continuado fotografiando a lo largo de los años. También está el registro de la indumentaria del Cusco, que captura la atención y conmovía tanto a peruanos como extranjeros, y la sala de Diana que tenía un valor enorme. Creo que con todo el furor de la serie “The Crown”, hubiera sido increíble que esté abierta en este momento. Pienso que trabajar con un peruano que ha hecho tanto y que ha logrado interactuar, registrar, fotografiar a grandes personajes de nuestro tiempo ha sido tremendamente enriquecedor y muy educativo. Mario tiene un talento especial para compartir sus historias, sus experiencias y para escuchar. Yo diría que esa fue una de las mejores experiencias. Siento que para mí este trabajo ha sido como una maestría, por decirlo de alguna forma, como una cuestión formativa. Está también toda la parte del arte contemporáneo. Ha sido interesante contactar artistas internacionales, en diferentes niveles de sus carreras, para que vengan al museo y hagan diversos tipos de montaje. Se tenía siempre una premisa de que los artistas hicieran lo que ellos quisieran en el espacio, de que tomen ese reto de venir al Perú y que su experiencia no sea simplemente la movilización de piezas que dan vuelta al mundo. La idea era que el artista viniera al Perú, que experimentara nuestra ciudad y creara aquí. Para nosotros, eso también era maravilloso, qué mejor manera de poner al país en una plataforma, en una vitrina, que esa.
-¿Qué exhibición es la que más recuerdas y por qué?
Si bien cada una tuvo lo suyo –cada exhibición es un universo distinto, es empezar de cero y dar el primer paso a una nueva historia que contar– tengo que decir que la que recuerdo con más cariño, la que fue más enriquecedora tanto para la artista como para la comunidad y para nosotros como museo, fue la exposición de Katherine Bernhardt. Ella es una pintora estadounidense que trabaja contenidos de la vida contemporánea haciendo relaciones poco probables entre signos de marcas y representaciones actuales. Después de un recorrido por la sierra peruana, Katherine se estableció en Lima y tomó la decisión de hacer un proyecto colaborativo con quien se quisiera inscribir a pintar con ella. Aquí muy poca gente la conocía, pero justamente llegó al MATE en un momento de su carrera en el que había dado el salto al nivel de artista emergente importante. Abrimos una convocatoria gratuita para que quien se inscribiera primero, pintara con ella y fue interesantísimo. Tuvimos a quienes podían entender un poco la envergadura de la artista y querían tener esa experiencia, pero también a quienes no sabían nada de ella. Entonces, lo que hizo Katherine en más de 40 lienzos, de 1.40 por 1.60, fue un planteamiento diferente a las zapatillas Nike, los cigarros, los pájaros y las otras cosas que suele pintar. Ella incorporó el Perú en su trabajo: los gallinazos de Barranco, aparecieron, las chacanas peruanas, aparecieron, los personajes que había visto ella en el Museo Larco, aparecieron. Para nosotros fue increíble dar la posibilidad de que una artista de ese nivel viniera y tomara tanto del Perú para su exhibición y que luego, se sentara a pintar durante cinco días seguidos con quienes querían. Fue un trabajo precioso, inspirador, tanto el proceso como el resultado. La exhibición fue muy colorida, además fue lindísimo porque también lo trabajó con su hijo y con los míos, con todos los participantes. Fue como un espacio para celebrar con la comunidad del museo.
-¿Qué ha transformado el MATE? ¿Cuál ha sido su aporte a la escena cultural?
Creo que el museo logró integrar el arte contemporáneo con la educación, abrir muchos espacios para la comunidad local e integrar muchas audiencias distintas. Así mismo, fue importante la medida que tomamos hace un par de años de liberar de costo las exposiciones temporales, locales e internacionales; solamente se cobraba por entrar a la colección permanente de Mario. Creo que haber puesto a disposición de la comunidad estas exposiciones de manera gratuita, que tuviéramos actividades de cine, club de libro, contenido colateral de las exhibiciones también gratuitas, fue un logro del museo y considero que lo hizo muy bien.
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