Se llamaba la Sala Erótica del Museo Larco, pero también podríamos llamarla “la galería de las risas nerviosas”. En setenta años, miles de visitantes han recorrido sus estrechos pasadizos y colmadas vitrinas compartiendo diversas emociones. Sorpresa, humor, turbación. Y en todo ese tiempo, pocos cambios hubo desde que don Rafael Larco Hoyle instalara este espacio complementario al museo, al otro lado del jardín. Era una sala pequeña, con todas las piezas que tenían alusión a actividad sexual o representación de órganos sexuales, según una clasificación de cuatro tipos que él había planteado en su libro “Checán” (1966), a saber: ceramios “realistas”, donde el acto del coito era reconocible; “humorísticos”, con penes y vaginas antropomorfizadas; “moralizadoras”, en los que cadavéres se unían carnalmente a los vivos y “mitológicas”, donde se advertía una representación mitológica o ritual.
En 2003, se hizo una primera intervención en la sala, modernizando su discurso curatorial, reordenando las piezas tomando en cuenta nuevas perspectivas y estudios, aportando una mirada más antropológica. Se mantenían algunas alusiones a la clasificación original de Rafael Larco, pero se hacía ver al visitante que las relaciones sexuales plasmadas en las piezas estaban ligadas a la fertilidad y la relación con los ancestros, representados como seres cadavéricos. Sin embargo, aquel pequeño espacio no permitía una explicación mayor.
Casi setenta años después, con el cierre obligado por la pandemia, los directivos del museo decidieron replantear profundamente la sala, y proveerla de una museografía afín a la colección permanente, con una explicación más cercana al público. Tras meses de obras, el espacio ha sido reconstruido y triplicado su área. En “Checan”, sala que abre sus puertas hoy coincidiendo con el Día Internacional de los Museos, la mirada antropológica sigue estando presente, pero dirigida al reconocimiento de que cada una de las 170 piezas de cerámica expuestas fueron en algún momento usadas, vinculadas tanto a actos rituales, pero también a festividades y eventos comunitarios. No se trata de adornos: son objetos que formaban parte de la experiencia humana.
La sala Checán (terminó muchik para designar al amor y al deseo), nos recuerda la fuerza vital necesaria para la regeneración constante. Un tema universal, que sobrepasa lo que entendemos por erotismo. Para la historiadora Ulla Holmquist, directora del museo Larco, estamos hablando de una unión generadora que se despliega en diferentes objetos. Desde la representación de los árboles hasta el coito sexual. Y no se tratan solo de piezas de arte Moche, sino una muy completa colección de ceramios de las culturas nazca, recuay, salinar, chimú, vicús, lambayeque, huarmey, incluso inca. Es por ello que en la primera sala del recorrido nos reciben dos parejas de amantes, cuyas posiciones representan los dos tipos de sexualidad que luego se desplegará a lo largo de las cuatro salas siguientes: relaciones que llevan a la emisión del semen, como la masturbación.
La nueva sala permite una relación totalmente distinta entre el público y las piezas. Más allá de la representación sexual, la cercanía hace posible reconocer los gestos de las piezas, los detalles más delicados, los besos, las caricias tiernas que anteriormente, al presentarse todas las piezas juntas resultaba imposible. “Dicen que las piezas mochicas eran el Kamasutra del mundo prehispánico. Sin embargo, no hay tanta diversidad. Más bien hay pocos tipos de uniones, representadas muchas veces”, explica la estudiosa.
“Esta sala era una deuda de años”
En la Sala Checán, el concepto occidental sobre lo erótico ligado al sexo y al deseo, se combina, como advierte la directora del museo, con la visión prehispánica asociada a los ciclos de regeneración de la tierra, la irrigación y la fecundidad. “Cuando hablamos del eros como fuerza vital, esto incluye el deseo, la excitación y la sexualidad, no está separado de la regeneración de la vida. El sentido de “Checan” no tiene que ver con la idea del amor romántico, sino el amor físico, la fuerza de unir los cuerpos para asegurar la regeneración. Hemos retornado al sentido que el mismo Larco quiso darle a su obra, que hoy vemos como un excelente complemento”, afirma Holmquist.
A propósito del cambio de nombre, este espacio de la colección también podría llamarse “la sala de las sonrisas nerviosas, o la risa incómoda”, si atendemos a las respuestas del público...
A nosotros nos parece “la sala de las risas sinceras”. En muchos eventos hemos percibido la potencia que tiene nuestro arte para conectar con lo esencialmente humano. Disfrutamos al ver grupos que conversan y ríen unos con otros observando las vitrinas. Son reacciones naturales que se convierten luego en temas de conversación, desde la experiencia propia de cada visitante.
¿Crees que el nuevo planteamiento museográfico reducirá ese tipo de reacciones nerviosas? Una sala más grande y con una museografía definida ofrecer mayor información y profundidad. Uno se ríe de lo que no comprende.
Efectivamente, la manera en que están puestas ahora las piezas ofrecen como un andamiaje en la construcción de la comprensión. Las salas te permiten un contacto directo, una vinculación más directa. Al inicio, la muestra te ofrece un contacto más directo con los cuerpos y luego entramos a una explicación mayor sobre los tipos de relaciones y de expresiones sexuales en el que el discurso antropológico se enfatiza. Eso ayudará a escalar sobre esa primera reacción de sorpresa.
¿Es un gran éxito del museo incorporar la misma museología de su colección permanente a la sala erótica?
Era una deuda de años. Tanto en la sala permanente como en ésta, tenemos puntos culminantes, el reconocimiento de que estamos frente a un desarrollo cultural que manifestó sus creencias y su experiencia del mundo en un sistema de comunicación: el arte precolombino. Intentamos acercarnos a la lectura de esos objetos, lo que ahora está más complementado.
La sala erótica siempre ha sido un espacio de provocación. Ya no solo por la naturaleza de sus piezas, sino por el diálogo cultural que ahora se propone. Por ejemplo, resulta muy interesante ver compartiendo vitrina una pintura colonial de La virgen de la leche con representaciones prehispánicas de mujeres dando de lactar a sus pequeños.
Es una provocación que busca aludir a nuestra peruanidad. Somos el resultado de culturas ancestrales, pero también de la llegada de nuevas religiosidades. En algunos casos se han sincretizado y en otros superpuesto, conviviendo y resultando las diferentes manifestaciones de cultura viva que hoy tenemos. El utilizar y beber de nuestras dos tradiciones lo consideramos absolutamente válido, tenemos que empezar a comprendernos en esas sumas. Por otro lado, nos hubiera encantado tener la posibilidad de vincular estos temas a otras religiosidades universales. Así como tenemos lo precolombino y el catolicismo, podríamos ver qué pasaba en la antigua Mesopotamia, en la religión egipcia, o la maya.
Sin embargo, los sectores más conservadores se resisten aún a ese diálogo...
Porque son temas que están presentes en la propia fe. Es cuestión de tomar un poquito de distancia y verlo como un fenómeno humano más general y diverso. Efectivamente es difícil, pero lo que queremos mostrar es como el ser humano ha manifestado estas creencias sobre la regeneración de la vida a lo largo del tiempo.
¿Hablando de reacciones conservadoras, cómo tomó la conservadora Lima de los años 50 la aparición de esta sala? Imagino que en su época escandalizó a muchos...
Tiene relación con la mirada científica de Rafael Larco, quien supo ver y valorar este material en su momento. Él quiso rescatarlo como parte de su estudio, en una época en que la sexualidad humana también venía siendo estudiada. ¡El mismo sexólogo Alfred C. Kinsey vino al museo para conversar con él! Para Larco estaba claro que estas expresiones eran parte de una experiencia humana, manifestadas de una forma muy particular. Hoy día sabemos más y creo que la sala Checán es un espacio sano que nos merecemos todos los peruanos, un espejo de cómo vemos nuestros cuerpos y como los podemos ver. Tanto su crudeza como la calidad de la representación no deja de ser tierna y humana. Y eso es mucho mayor que las resistencias.
¿En los primeros años, esas resistencias se manifestaron de alguna forma?
Sí. En las primeras décadas, si las mujeres querían entrar se debía pedir permiso. Y los niños tenían el acceso prohibido. Nosotros, ya en los últimos años en nuestros programas educativos, comunicamos a los colegios qué programas incluyen una visita a la sala erótica para que ellos decidan si entran o no. También hemos usado la sala en varias ocasiones para conversaciones interdisciplinarias muy interesantes. Hemos tenido sesiones sobre la lactancia materna, sobre el parto vertical, la educación sexual, es un espacio sano para todos. La seducción, el deseo, el humor y la belleza de estos objetos de barro tienen mucho que decir.
¿Qué otras culturas crees que alcanzan el grado de complejidad de las prehispánicas al abordar el sexo?
De lo que estuvimos investigando para esta curaduría, encontramos referentes en una diversidad de culturas, desde los griegos y los romanos, la cultura hindú definitivamente, o la egipcia que propone escenas maravillosas. Sin embargo, como conjunto artefactual tridimensional, las características del sistema de comunicación de la civilización andina centrada en el modelado de las piezas son únicas. Se trata de cuerpos que a la vez son vasijas y contenedores. El objeto tiene una función dentro de una cultura performática. Estamos frente a objetos que tenían movimiento, que albergaban líquidos, que se tocaban, que se jugaba con ellos, que se bebía de ellos. No son objetos para mirar o decorar: transmiten algo en la acción del sujeto.
¿Eran objetos de uso ritual o doméstico?
Algunas de las vasijas han formado parte de contextos funerarios en la Huaca de la Luna, poseen cierta jerarquía, pero también muestran huellas de uso. Cuando hablamos de usos rituales o no, nuevamente estamos trabajando con categorías occidentales, porque en el día a día, la actividad cotidiana involucraba lo agrícola, las celebraciones, la limpieza de los canales, las irrigaciones. Todo eso era la cotidianidad y, posiblemente como parte de ella, tenemos estos usos. Poner la frontera entre los usos rituales y los cotidianos no nos ayuda a entender.
El dato: La reapertura es el 18 de mayo
Horario de atención: Lunes a sábado de 11:00 a.m. a 7:00 p.m. (Cerrado los domingos).
Dirección: Av. Simón Bolívar 1515, Pueblo Libre. (Entrada principal por la calle Navarra).
Teléfono: 461-1312
Entrada:
General: S/ 35.00
Adultos mayores (+60 años): S/ 30.00
Estudiantes y menores (hasta 17 años): S/ 17.00
Niños hasta 8 años: Ingreso gratuito
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Perú descubre una nueva joya arqueológica de 3,200 años de antigüedad
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