Recorre los jirones Loreto y Castilla, zonas bravas del Callao. Desde las primeras horas hasta el mediodía, Ernesto Carozzo busca piscinas portátiles deshabitadas, intentando pasar desapercibido. No quiere gente que le distraigan del objeto central de la imagen. Lo acompaña gente del barrio que le cuenta leyendas urbanas, muchas de ellas contradictorias: que todas esas piscinas llegaron tras el robo de un 'container' años atrás, que muchas de ellas fueron regaladas por el gobierno regional buscando la reelección electoral. Él no sabe si las historias son reales, pero son divertidas.
Carozzo coloca aquellas piscinas en el centro de su imagen, cambiando solo los escenarios. Son el objeto de placer, ilegal para la autoridad municipal. Se han colocado en el espacio público, en la pista o la vereda, obstruyendo el paso de los autos, tomado por los mismos vecinos para su recreación y placer. Aceptada o criticada, la piscina portátil es su punto de exploración, protagonista de la cotidiana aventura vecinal.
Como en sus dos anteriores individuales, en "Cerúleo", el fotógrafo apela a la misma estética: retratos frontales, directos, sin miedo a la repetición. Muestra las piscinas libres de personas, buscando el momento adecuado, para conseguir cierto silencio reflexivo.
"Me gusta la repetición. Con ella el mensaje se hace más claro. Hay quienes critican la estética que uso porque se considera 'aburrida'. Sin embargo, para mí se trata de una estética con un norte claro. Su mensaje es claro y estable", explica.
"Las piscinas están donde están, no he movido nada en la escena. Solo aprovecho la ausencia de las personas", recuerda Carozzo, quien inició este proyecto a inicios del 2017, cuando Lima sufría del estrés hídrico y la polémica mediática se había enfocado en estas pozas plásticas, olvidando los mismos dispendios en piscinas de los barrios residenciales de la ciudad.
Para el crítico Gustavo Buntinx,director de Micromuseo y promotor de esta muestra, tras la mirada en apariencia abstraída de Carozzo asoma un bullente manifiesto cívico y estético. "Incluso, por momentos, se insinúa religioso", afirma. Tómese en este sentido: el azul de estas albercas de plástico industrial nos remite al cielo protector. Un pedazo conquistado al paraíso para el goce del pueblo.
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Lugar: Paradero Habana Micromuseo ("Al fondo hay sitio"). Dirección: calle Manuel Bonilla 107, Miraflores. Ingreso: libre.