La fotógrafa Marina García Burgos capturó a través de su ventana imágenes de la soledad urbana en medio de la pandemia. (Foto: Marina García Burgos)
La fotógrafa Marina García Burgos capturó a través de su ventana imágenes de la soledad urbana en medio de la pandemia. (Foto: Marina García Burgos)
Czar Gutiérrez

Ninguna especie nos necesita. Una perspectiva de olas revueltas, mar en calma y diminutas huellas en la arena que el oleaje barre con asombrosa puntualidad. La interacción biológica, en este caso, empezaba a prescindir de la especie humana, tan proclive a la predación. Y la naturaleza agradeció el gesto enviando una lluvia de pelícanos, albatros, guanayes, zarcillos y piqueros hacia la línea nutricia de la exactamente desde la mitad de un insólito verano 2020, que terminaría siendo completamente suyo.

Un verano que Lima y sus habitantes contemplaron desde sus ventanas. Con suerte, desde un balcón. Pérdida de libertades, incertidumbre sobre el estado de las cosas, duración indeterminada, miedo a la infección y otros daños colaterales —depresión, ansiedad, desconcierto, desánimo, ira— mutaron paulatinamente hacia el uso inteligente del tiempo. Esto es, asomarse a la cornisa, extender un teleobjetivo y, con las maneras de un refinado voyeur, capturar la temperatura de una cotidianeidad que terminó reflejándose en una temporada estival fabricada con aislamiento, soledad y angustia sorda.

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BITÁCORA INMÓVIL

“Las primeras semanas del confinamiento me dediqué a explorar dentro de mi casa qué podía hacer para satisfacer mis ganas de crear algo. Pasé por el bordado, tejí sillas, intervine imágenes. Pero naturalmente volví a mi elemento: la cámara y hacer fotos. Para hacer arte lo mejor que te puede pasar es tener hambre y estar encerrada en un espacio sin posibilidad de salir es, sin duda, un tipo de hambruna. Así que pensé elaborar una bitácora de viaje sin ir a ninguna parte, un diario de lo que estaba pasando afuera”, dice Marina García Burgos. A continuación adosó un lente largo a su cámara y se puso a esperar, en abierto desafío a su paciencia.

Sus imágenes remiten inevitablemente a los cuadros de Edward Hopper, el pintor norteamericano que mejor capturó el vacío sentimental de la gran depresión en la metrópoli.  (Foto: Marina García Burgos)
Sus imágenes remiten inevitablemente a los cuadros de Edward Hopper, el pintor norteamericano que mejor capturó el vacío sentimental de la gran depresión en la metrópoli. (Foto: Marina García Burgos)

“Lo mío es más introspectivo”, dice Sonia Cunliffe. “Cuando sobre el mundo se desató esta pandemia devastadora tuve la suerte de capturar ese estado de incertidumbre y desazón que se precipitó también sobre la playa aledaña a mi casa. Me la pasé imaginando en esas mañanas neblinosas un mundo distinto, aislado. Y me parecía reconfortante descubrir la vida de las aves entre la niebla, muy esperanzador. Solo eran imágenes de vida que se cruzaban en mi camino y jamás me di cuenta hasta que pude reunir estas fotografías, estos fragmentos de ojos que miran. Entonces entendí que la visión de esas mañanas era la de un pájaro en libertad”.

La fotógrafa Sonia Cunliffe tomó fotos de la playa cercana a su casa.  (Foto: Sonia Cunliffe)
La fotógrafa Sonia Cunliffe tomó fotos de la playa cercana a su casa. (Foto: Sonia Cunliffe)

En cambio, la luz, la composición y los personajes de García Burgos remiten inevitablemente a Edward Hopper, el pintor norteamericano que mejor capturó el vacío sentimental de la gran depresión en la metrópoli. “Me encantan los cuadros de Hopper con esas figuras solitarias en aparente espera de algo. Pero no imagino a los personajes de mis fotos precisamente melancólicos. Quiero pensar que buscan un espacio más allá de las paredes que los rodean. Que azoteas, ventanas y terrazas son su contacto con el mundo exterior”, dice la ferviente admiradora de aquella escala de grises que va de Cartier Bresson a Philip-Lorca DiCorcia pasando por Catalá Roca, Robert Frank y Cristina García Rodero.

“La fotografía como memoria. Ese es uno de sus mandamientos independientemente de su estética o contextualización. Yo me inserto en esa premisa. Como Melquiades cuando lleva el daguerrotipo a Macondo y cambia la vida a su gente porque por primera vez la soledad, la muerte y el futuro tenían sentido y pasaban a formar parte de las descomunales preocupaciones de ese lugar en medio de la desmemoria y los destinos trashumantes. Desde que existimos, lo normal es un estado temporal de la desidia y lo inesperado viene a ser un estado temporal de la sorpresa. El reto sería estar ahí para recibirlo, como el día que Melquiades llegó sorpresivamente a Macondo”, puntualiza Cunliffe.

VERDADES Y UTOPÍAS

Esta crisis está generando un silencioso terremoto en el mundo del arte. ¿Cómo lo evalúan y qué magnitudes tendrá en el tejido cultural venidero? “Imagino que plataformas digitales, ventas online y recorridos virtuales serán algunas de las herramientas que tendremos a mano para usar en la etapa inmediata post cuarentena, pero quiero pensar que volveremos a tener espacios donde se podrá ir a ver y tener una relación directa con la pieza de arte. Como artista quiero enfocarme en lo que sé y me gusta, el resto del trabajo se lo dejo a los galeristas, representantes, marchants y dealers. Tendrán harta chamba”, dice García Burgos.

Sonia Cunliffe retrata las playas en un verano tomado por el coronavirus. (Foto: Sonia Cunliffe)
Sonia Cunliffe retrata las playas en un verano tomado por el coronavirus. (Foto: Sonia Cunliffe)

Cunliffe prefiere espolear el mundillo del arte con preguntas afiladas: “¿Y si esta crisis sirve para que el tejido social que venía abriéndose paso trabajosamente desde la cultura acelere sus imbricaciones? ¿Y si esta crisis nos pone nuevamente ante la creación como oportunidad y mediación de miradas? ¿Y si esta crisis le devuelve a los artistas la última palabra y no al mercado? ¿Y si el arte definitivamente se vuelve esperanza y libertad plena como se debate en tantos encuentros grandes y pequeños de la cultura? Y dejo como reflexión las palabras de García Márquez que reclamaba una nueva y arrasadora utopía de la vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

¿Qué es un coronavirus?

Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden llegar a causar infecciones que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, que se pueden contagiar de animales a personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios, el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano, mientras que el MERS-CoV pasó del dromedario a la gente. El último caso de coronavirus que se conoce es el covid-19.

En resumen, un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano y debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.

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