El trabajo comenzó con el primer retrato al fotógrafo Fernando La Rosa. A finales de 2016, en la última visita del artista en Lima, su colega y amigo Roberto Huarcaya le comentó el concepto de su proyecto: retratar a una serie de personalidades vinculadas con la fotografía con la técnica del fotograma, es decir, la huella del cuerpo sobre el papel fotográfico, sin la intermediación del lente de la cámara. La Rosa aceptó y le propuso posar para él a su vuelta al año siguiente. Sin embargo, meses después le llamó por teléfono para contarle que, según el diagnóstico de los médicos, no llegaría a la cita. Aunque le comentó que estaría feliz de formar parte de su proyecto.
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Acelerando sus planes, Huarcaya voló a Macon, en el Estado de Georgia, donde radicaba. Fueron al Wesleyan College donde La Rosa distaba sus clases, y en un estudio oscurecido, cortó dos metros de papel y le pidió que se recostara sobre él, que hiciera suyo ese estrecho territorio, y que le avisara cuando se sintiera cómodo. El fotógrafo limeño llevaba solo una pequeña linterna roja sujeta en la frente, observando al amigo elegir la posición. Entonces su modelo le dice: “Así estoy comodísimo. Tanto que me estoy quedando dormido”. Huarcaya disparó su pequeño flash de mano. Por la oscuridad, en su retina se marcó exactamente la silueta delineada. Disparó dos veces más para dar a la imagen que se fijará en el papel un volumen, un ritmo, una textura, que enriquezca la imagen plana que produce el primer fogonazo.
Departió con su colega a lo largo de una semana antes de regresar a Lima. La Rosa también lo retrató, como si la despedida se basara en el intercambio de sus representaciones. Dos semanas después, a inicios de noviembre de 2017, uno de los fundadores de la fotografía peruana contemporánea, maestro de la fragmentación de la imagen, falleció. En el retrato fijado en el papel fotográfico, podemos ver su silueta casi espectral, recostada de lado, con el bastón al lado. Un testimonio de conmovedora fragilidad y férrea voluntad a la vez.
Si bien a primera vista uno podría considerar estos retratos como figuras fantasmales, misteriosas e inasibles, basta afinar la mirada para reconocer alturas familiares, formas curvilíneas, peinados característicos, entre otras manifestaciones de identidad. “Históricamente, nuestra forma de reconocer al otro ha incidido en la gestualidad facial. En estos tiempos de pandemia, cuando todos vamos con mascarilla, dudamos unos segundos si las personas que se nos acercan son o no familiares. Y tenemos que cerciorarnos atentos a la altura, el pelo, el movimiento del cuerpo, información que usualmente no necesitábamos. Lo que hace este proyecto es investigar en los otros mensajes que comunica el cuerpo, su movimiento, posiciones, curvas o tensiones. Una gestualidad olvidada por no ser necesitada”, explica el artista.
Parafraseando al médico psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, en las imágenes de Huarcaya emerge de las sombras la representación del inconsciente de los retratados. Estas siluetas son una natural consecuencia del trabajo que viene realizando desde su celebrada serie “Amazogramas” en 2014, y que en los últimos años ha ido desarrollando tanto en el contacto con el océano Pacífico como en el registro de las danzas en comunidades andinas. Por primera vez, en “Cuerpos develados” (Trabajo en proceso 2017 - …) el artista propone un registro figurativo. Por ello, el trabajo ha contado con la complicidad de su propio gremio, entre fotógrafos, críticos, galeristas o coleccionistas. Las sesiones de fotos han sido realizadas en los lugares más diversos, desde el baño de un hotel hasta en la sala de la casa del retratado. Huarcaya solo necesitaba la oscuridad de noche, un par de telas negras para cubrir las ventanas, su pequeño flash de mano y dos metros de piso para que su retratado pueda estirarse.
“Yo vengo haciendo retratos desde hace mucho tiempo. Me pareció interesante retratar a un grupo objetivo particular: aquellos responsables de la producción fotográfica en el sentido más amplio, el conjunto de las redes de visualización, producción y distribución de la fotografía. En ese contexto, mientras avanzaba el proceso, decidí enfatizar la mirada en los creadores peruanos, además de algunas cabezas visibles de la producción y la teoría internacional también vinculadas a nuestro país, como pueden ser Luis Camnitzer, Joan Fontcuberta o Alejandro Castellote”, explica el fotógrafo.
Así, la muestra presentada en el Centro de la Imagen, despliega 38 imágenes de un proyecto que ya cuenta con un centenar, y que pretende alcanzar el doble antes de concluir la experiencia. “Estamos a la mitad de camino, pero me parecía interesante mostrar lo avanzado porque la pandemia congeló el trabajo. Sin embargo, al reabrir el área cultural del Centro de la Imagen, y por primera vez como Escuela, nos pareció interesante que sean los propios fotógrafos los que abran el espacio, que estemos dentro como un homenaje a la producción fotográfica. “Cuerpos develados” celebra a estas vidas vinculadas a la fotografía, presentando sus propias huellas sobre el papel fotosensible”, explica Huarcaya.
Resulta muy interesante advertir cómo, en la complicidad entre fotógrafo y fotografiado, cada uno de sus invitados propone su propia puesta en escena. “Suelo anticipar la invitación al retratado para que éste comience a pensar como quiere quedar representado, qué quiere construir con su corporeidad. Algunos son más espontáneos, otros más teatrales, más elaborados. Pero independientemente a todo eso, la sorpresa final siempre es importantísima”, añade Huarcaya. El espectador puede dar fe de ello.
LOS DATOS
Lugar: Centro de la Fotografía. Galería El Ojo Ajeno. Av. 28 de Julio 815, Miraflores.
Temporada: Desde el martes 7 de setiembre. De lunes a viernes, de 10 a.m. a 7 p.m. Sábados y domingos, de 10 am. a 5 pm.
Ingreso: Libre.
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