Charles Bronson Bronson murió el 30 de agosto de 2003, a los 81 años. (Fotos: EFE /AFP)
Charles Bronson Bronson murió el 30 de agosto de 2003, a los 81 años. (Fotos: EFE /AFP)
Ricardo Hinojosa Lizárraga

Una estación en medio de la nada. Una llanura implacable de arena y viento atravesada por las vías de un tren que parece no llegar nunca. Tres hombres esperan, sospechosos, a algún pasajero, entre moscas y polvo, con el sonido de un viejo molino chirriante como tenso compás de espera. El telégrafo marca su presencia también, con su preciso tiroteo de palabras. Un hombre se saca estentóreos conejos de los dedos. Otro deja que la filtración de un tanque de agua gotee sobre su sombrero. El tercero atrapa a una mosca dentro del cañón de su pistola. El aleteo desesperado de la mosca se confunde con el pito que anuncia la llegada del tren. Los tres, cada uno en el lugar que eligió para esconderse, se ponen en alerta. Preparan sus armas, acarician sus balas. Pero nadie baja del tren, que arranca inminente. Cuando los tres empiezan a irse en silencio, se oye por primera vez el sonido melancólico de una ronca armónica. Unos ojos achinados y una piel curtida por el sol del desierto están detrás de ella, haciéndola sonar. Pronto, tres balas acabarán con todos los sonidos… y con todos los silencios.

Así se presentó como el casi anónimo “Armónica”, un recio, parco y taciturno hombre del oeste que llegaba a ese pueblo a buscar a un tal “Frank”, en la película que lo llevaría a lo más alto de la fama –hasta entonces- y la que aún es uno de los más importantes títulos, no solo de su filmografía, sino de la historia del western: Érase una vez en el Oeste, dirigida por Sergio Leone y escrita por él y otros dos nombres fundamentales: Dario Argento y Bernardo Bertolucci.

Aquel hombre tan silencioso como certero con los tiros fue Charles Bronson, pero Charles Bronson no era uno solo. Era también Charles Buchinsky, el décimo primero de 15 hermanos de una familia pobre establecida en Pennsylvania, encabezada por un padre ruso y una madre lituana casi analfabetos, acostumbrados a vivir de su trabajo en las minas. Buchinsky fue también el que trabajó en cualquier oficio –incluyendo también el de minero- para no morir de hambre. El que fue a la Segunda Guerra Mundial y volvió para contarlo, asegurando que fue una de las mejores cosas que le sucedieron, porque, por primera vez en su vida, podía comer y vestirse bien. Además, aprendió por fin a hablar inglés fluidamente. Buchinsky también fue el que, al volver del campo de batalla europeo, se pagó como pudo clases de arte dramático y fue parte de compañías teatrales de California, donde alguien con buen ojo lo fichó para filmes de acción. En medio de la Caza de brujas macartista, el primer consejo de su agente fue: cámbiate el apellido. ¿La razón? Sonaba a ruso. Si el senador McCarthy acosaba a actores americanos solo por sospechar que eran comunistas, ¿Qué no le hubiera hecho a uno que, directamente, sonaba como el “enemigo” que no lo dejaba dormir? Así nació Charles Bronson.

Hasta que llegó su hora

Según propia confesión, obtuvo su primer trabajo en el cine –en la cinta You’re in the Navy Now, dirigida por Henry Hathaway, en 1951-, únicamente porque demostró ser capaz de eructar en el momento justo. Quizás fue solo un decir. Tuvo, además, la oportunidad de compartir escena con Gary Cooper. A sus casi 30 años, era la oportunidad que había esperado siempre. Aunque el camino al estrellato era duro, no era tan duro como él. En su filmografía se empezaron a sumarse títulos que figuran como “uncredited”, es decir, que su nombre no aparecía en los créditos de las películas en las que actuaba, siempre en pequeños papeles o apenas figurantes. Aún como Charles Buchinsky, actúa en un clásico del terror protagonizado por Vincent Price: Los crímenes del museo de cera, en la que interpreta al jorobado Igor. Luego fue criminal, soldado, indio apache, modoc, cuatrero. Aunque aparentemente impasible y poco histriónico –no faltó quien dijera que Charles Bronson siempre hacía de Charles Bronson-, su rostro con mirada felina, líneas duras y un ocasional bigote que parecía haberse dejado hace solo unos días, terminó siendo adaptable para personajes de distintos orígenes y condiciones.

Así fue como, en 1954, destacó en Tambores de Guerra, donde interpretó al rebelde indio conocido como “Capitán Jack”. En los siguientes años intercalaría papeles en cine y televisión –lo que incluiría su interpretación como el gánster “Machine-Gun” Kelly para la película homónima de Roger Corman, en 1958-, hasta que llegó su hora: en 1960 formaría parte del elenco del clásico Los 7 Magníficos, como el pistolero mexicano-irlandés Bernardo O’Reilly. En 1963 aparecería en El Gran Escape, como un soldado aparentemente experto en fugas por túneles, pero que realmente sufre claustrofobia. Curiosamente, este era un mal que también lo aquejaba desde su adolescencia, cuando tuvo que trabajar en la mina y adquirió el trauma por los espacios cerrados que lo acompañaría de por vida.

En poco tiempo, llegarían más papeles, más golpes, más balas, más astucia y pocas palabras. Los doce del patíbulo (1967), Los cañones de San Sebastián (1968), Érase una vez en el Oeste (1968), Sol rojo (1970), Pasajero de la lluvia (1970), Chato el Apache (1972) o The Valachi Papers (1972), demostraron que Bronson podía brillar tanto en películas americanas como europeas. Un amplio registro de directores confió en sus posibilidades dramáticas. En 1974 hizo dos de sus papeles más emblemáticos: El vengador anónimo, donde le daría vida a Paul Kersey, el hombre cuya familia destruye un grupo de delincuentes y Mr. Majestyk, un veterano de guerra que tiene también que defenderse solo. Interrogado sobre su usual elección de papeles de justicieros, Bronson confesó: “Al público le gusta ver a los malos recibir su merecido”.

Al año siguiente, a pesar de que solo pronunció unas 500 palabras en toda la película, logra una de sus mejores actuaciones en Hard Times. A pesar de que haría otras películas interesantes, como Nevada Express (1975) o El desafío del búfalo blanco (1976), llevaría hasta el paroxismo su interpretación de Paul Kersey en algunos títulos olvidables, filmados hasta mediados de los 90. Aunque su salud parecía bastante buena hasta entonces, recibió en 1990 el mayor golpe emocional de su vida con la muerte de su esposa por más de 20 años, Jill Ireland, tras una larga lucha contra el cáncer que contó en algunos libros. Más tarde, entrevistado sobre el tema, Bronson dijo que no los había leído porque eran situaciones que él mismo había vivido junto a ella. “Solo leería los libros de Jill si comenzara a olvidarme de ella”, dijo, literalmente, demostrando que era mucho más sensible de lo que la mayoría imaginaba. Hacia comienzos del siglo XXI se supo que su salud había decaído mucho. No solo por ser un fumador habitual, sino porque se le había diagnosticado Alzheimer, enfermedad que, junto a una seria neumonía, acabó con su vida el 30 de agosto del 2003, a los 81 años. Después de todo –y a pesar de tanto- fue Charles Buchinsky, Charles Bronson, Paul Kersey. Después de todo –y por eso mismo- fue el mismo hombre que dijo alguna vez sobre su aspecto: “Supongo que parezco una cantera que alguien ha dinamitado”.

CHARLES BRONSON, FILMOGRAFÍA SELECTA

Los siete magníficos (The Magnificent Seven, John Sturges, 1960)

Inspirada en Los siete samurais de Akira Kurosawa, cuenta la historia de un grupo de pistoleros que decide ayudar a un pueblo acosado por terribles malhechores. Yul Brynner, Robert Vaughn, Steve McQueen o James Coburn fueron algunos de sus compañeros de elenco. Se ha convertido en uno de los grandes clásicos del western y tuvo un remake menos afortunado el 2016.

El gran escape (The Great Escape, John Sturges, 1963)

La historia de una fuga de prisioneros de una cárcel durante la Segunda Guerra Mundial es un instrumento preciso para el despliegue de habilidades de Bronson, acostumbrado a los roles militares, quizás gracias a su experiencia en aquella misma guerra. Actúa junto a otros grandes nombres como –nuevamente- Steve McQueen y James Coburn, además de Donald Pleasence o James Garner.

Érase una vez en el Oeste (Once Upon a Time in the West, Sergio Leone, 1968)

Un hombre regresa a un pueblo para cobrar venganza, pero parece que no es el único que busca lo mismo en aquel lugar olvidado y polvoriento. Leone consumó aquí todos sus deseos y ansiedades, dotando a este filme de una dosis salvaje y poética por partidas iguales. La interpretación de Charles Bronson como el impertérrito “Armónica” ha pasado a la historia como una de las más emblemáticas del género western. A su lado, Claudia Cardinale, Jason Robards o Henry Fonda, brillan con luz propia.

El vengador anónimo (Death Wish, Michael Winner, 1974)

Paul Kersey, conocido más tarde como “El vengador anónimo”, es un hombre que, ante la inacción de la ley, toma la justicia por sus propias manos para vengarse de los pandilleros que destruyeron a su familia, asesinando a su esposa y violando a su hija. Criticada por su excesiva violencia, puede decirse que esta saga fue de algún modo complementaria a la de Harry El Sucio. Como dato curioso, Bronson tomó el papel que Eastwood rechazó en Érase una vez en el Oeste, argumentando que no quería encasillarse.

Mr. Majestyk (Richard Fleischer, 1974)

Vince Majestyk es un veterano de Vietnam que solo quiere cultivar melones y vivir en paz en su granja. Sin embargo, el crimen y la corrupción policial no lo dejan hacerlo, así que, una vez más, tiene que tomar la justicia por su propia mano y defenderse de un asesino a sueldo que intentará acabar con él. Eso, hasta que sepa cómo suena su escopeta.

El peleador callejero (Hard Times, Walter Hill, 1975)

Un tipo común y corriente convertido en peleador callejero en los días de la Gran Depresión. Nuevamente al lado de James Coburn, Bronson consigue la que muchos consideran su mejor actuación en el cine. A pesar de que sumaba ya casi 54 años, no los representaba. Hizo la mayoría de sus escenas de combate cuerpo a cuerpo sin requerir extras y parecía no agitarse, a pesar de ser un fumador empedernido en la vida real.

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