Federico Fellini en pleno rodaje del Filme "Satyricon", en 1969   (Foto Getty Images)
Federico Fellini en pleno rodaje del Filme "Satyricon", en 1969 (Foto Getty Images)
/ ullstein bild Dtl.
Enrique Planas

¿Escoger solo una? ¡Imposible! Esa fue la respuesta unánime de los convocados en esta encuesta que busca indagar sobre la película más entrañable de Federico Fellini. Una tarea desbordada (ciertamente fellinesca), pues nada de lo que salió de su imaginación resultó trivial. Sus películas proponen diferentes viajes por la memoria, el sueño y el olvido, llevándonos por laberintos de infinitas salidas.

Nacido en Rímini en 1920, este lunes 20 de enero Fellini cumpliría 100 años. Difícil definirlo con una sola imagen, pues podríamos considerarlo un director del circo de las ilusiones, un hombre de alma infantil y subconsciente diabólico, un lujurioso obsesionado con mujeres voluptuosas y gigantes, un fetichista fascinado con Anita Ekberg, Claudia Cardinale o Sophia Loren. Un artista jovial en la calle y un tirano al encenderse las luces del estudio 5 de Cinecittà. La identidad felliniana es indefinible, tanto como puede serlo un sueño.

Divertido retrato del director italiano  (FOTO: Vittoriano Rastelli/Corbis via Getty Images)
Divertido retrato del director italiano (FOTO: Vittoriano Rastelli/Corbis via Getty Images)
/ Vittoriano Rastelli

—Una elección difícil—

La tarea de elegir una obra de Fellini por encima de otras no ha dependido de un análisis académico, sino de una reflexión íntima y subjetiva. Es lo que nos dice la poeta y docente universitaria Giovanna Pollarolo, quien si bien reconoce que películas como “8 1/2” y “ La dolce vita” son sus películas más emblemáticas, en las que se consolida la dupla Fellini-Mastroianni, las más logradas y innovadoras según la crítica, ella se suma a la mayoría de creadores que ha elegido “Amarcord”, seducida por su entrañable manifiesto de amor al cine. “Fellini se inventó un nuevo lenguaje, una manera de contar historias, un estilo inconfundible que trasciende a su cine y nos dio una palabra tan útil como ‘felliniano’ para designar el exceso, lo monstruoso, lo inverosímil real”, señala la escritora.

Una elección difícil, sí, pero que resulta también una maravillosa oportunidad para recordar los filmes del genial director italiano que, como explica el dramaturgo César de María, los mayores conocen con demasiada familiaridad, “como se conoce a un vecino loco y poeta que nos sorprende de noche con las sombras que proyecta en la ventana de su casa antigua”, dice.

“Me cuesta separarlo de su música y sus actores, porque la genialidad de los directores en esos tiempos consistía en hacer inseparables las actuaciones, la música, las emociones y las palabras que componían sus películas”, añade el dramaturgo. Así pues, hechas las sumas y restas, en nuestra encuesta quedan “Amarcord” y “La dolce vita” como las más celebradas por los entrevistados, destacando también filmes imprescindibles como “La Strada”, “8 1/2”, “Y la nave va”, “Las noches de Cabiria” y “La ciudad de las mujeres”. Una selección apretada del enorme tesoro que nos legó este soñador del cine, que sabía anticipar el futuro; un artista capaz de representar en sus visiones las ilusiones, las caídas y las victorias de una Italia que bien podría representar al mundo.

"Amarcord"
"Amarcord"

“Amarcord” (1973)

Rafo León, escritor

El fascismo italiano fue menos político y eficiente que operático. Nadie nunca retrató ese carácter esperpéntico del fascismo como lo hizo Fellini, indirecta y lateralmente en “Amarcord” (guion en conjunto con Tonino Guerra). Un año en la vida de un pueblo imaginario llamado Borgo, metáfora del Rímini natal del director. La mirada de los adolescentes registra sucesos y personajes que se mueven en la irrealidad connatural al circo. Es la ternura irónica de lo popular lo que salva a una Italia bufonesca de la debacle que vendría con la segunda gran guerra. “Amarcord” es un recuerdo y, como tal, cruzado por la pasión sexual, el humor, la melancolía y el absurdo.

Carmen Ollé, escritora

No sé si es favorita, porque me gustaron “Roma” y “Satiricón”, pero “Amarcord” es la que más recuerdo. Tiene además un valor sentimental para mí, pues la fuimos a ver juntos Enrique (Verástegui) y yo, y desde entonces no dejábamos de celebrar al personaje femenino conocido como Volpina, la mujer insaciable interpretada por la actriz Josiane Tanzilli, con un rostro entre bello y feo a causa de sus expresiones escabrosas. Esta película acompañó durante un buen tiempo nuestra relación erótica.

Fernando Ampuero, escritor

Puesto a tener que elegir entre las bellísimas películas de Fellini, lo que para mí es una tarea difícil ya que me gusta todo su cine, cedo hoy al primer impulso: “Amarcord”. Fellini era ahí un primo onírico de Luis Buñuel, pero más nostálgico, más tierno, más melancólico; era un Proust a la italiana, como bien diría el cubano Cabrera Infante a propósito de esta película; y era el más italiano de los italianos, quizá porque nunca dejó de ser el provinciano de Rímini, que amaba a Roma como los propios romanos no sabían amarla.

Giovanna Pollarolo, escritora

Fellini nos enseñó a ver de otra manera; a escuchar y a soñar de otra manera. A amar. A desear. Ahí están “Cabiria”, “La Strada”, “Julieta de los espíritus” donde la entrañable y amada, siempre mal amada, Giulietta Masina construye personajes femeninos de una originalidad tal que merecen ser revisados desde los estudios de género y a la luz de la violencia, el acoso, el maltrato. Pero me quedo con “Amarcord”, la vida provinciana de antes de la guerra; con el amor al cine, con la iniciación adolescente, con el desgarrado grito de Lallo trepado en el árbol: “Io voglio una donna”.

"La dolce vita"
"La dolce vita"
/ Everett Collection

“La dolce vita” (1960)

Gustavo Rodríguez, escritor

Al ver una cancha de fútbol junto a un acueducto romano y un helicóptero trasladando un Cristo por los aires, uno intuye que va a asistir a una obra excepcional. Las casi tres horas siguientes lo confirman: “La dolce vita” es el mayor fresco de época que haya dado el cine. La elegante decadencia que debe reportar Marcello Rubini, la sensual Sylvia con un gatito en la cabeza antes de bañarse en la Fontana de Trevi o engendrar el término “paparazzi” bastarían como prueba. Pero hay más: la frontera entre lo real y lo fantástico tiene aquí a su más hermosa aduana.

Lorenzo Osores, Artista plástico

“La dolce vita” es insuperable. Trata del frívolo trajinar de un cronista (Mastroianni) que escribe para publicaciones fascistoides. Una trama tan simple se resuelve en una sucesión vertiginosa de escenas inolvidables: Roma y Via Veneto plagada de paparazzis; Anita Ekberg subiendo las escalinatas de San Pedro o bailando en las termas de Caracalla o bañándose en la Fontana di Trevi; Anouk Aimée entre la patética corte de un ruinoso castillo o una joven drogada y emplumada en una estúpida fiesta son imágenes magistrales que escandalizaron al Vaticano.

Emilio Bustamante, Crítico de cine

“La dolce vita” es más que una película sobre la Roma frívola, mundana y brillante del milagro italiano de la posguerra, más que un filme sobre un periodista provinciano fascinado por las luces de la ciudad, más que Anita Ekberg y Mastroianni en la Fontana di Trevi. Es un filme que a través de un estilo nuevo (en adelante indesligable de su autor) representa como ninguno la modernidad. Donde los hechos objetivos se confunden con los sueños, los recuerdos, la imaginación y las alucinaciones, y todos ellos se desvanecen, dejando solo vacío y melancolía.

"8 1/2"
"8 1/2"

“8 1/2” ( 1963)

Alberto Isola, actor y director teatral

La vi en un cine club. A fines de los sesentas, era la única posibilidad para un estudiante de secundaria de ver películas “para mayores de 18 o de 21”, y esta lo era. Había escuchado hablar a mi familia paterna, en los almuerzos dominicales, de ese Fellini tan raro y poco comprensible. Y un tanto escandaloso. Fue literalmente una fulguración. A pesar de que mi comprensión del todo era la de un adolescente, me deslumbró la enorme libertad del film, la facilidad con la que Fellini transitaba de la realidad al sueño, del drama a la parodia, de lo actual al recuerdo, creando un mundo único, que se movía al compás de la bella música de Nino Rota. La Saraghina, la esposa y la amante, la diva trasnochada, la vedette anciana condenada al segundo piso de los recuerdos… Un blanco y negro espléndido, los vestuarios alucinados de Piero Gherardi… Yo quería ser Fellini. Con el tiempo, el film se fue transformando en otra cosa, algo mucho más complejo, más profundo. La historia de una crisis artística que es también, como siempre, la historia de una crisis humana. Conforme fui afianzándome en el mundo del teatro, como actor y como director, la dudas de Guido Anselmi, el alter ego de Fellini perfectamente encarnado por Marcello Mastroianni, se hicieron cercanas, angustiantes. Y la solución final, siempre esperanzadora. La vuelvo a ver cada cierto tiempo y me sigue deslumbrando. Es también mi película favorita de todas.

"Y la nave va"
"Y la nave va"

“Y la nave va” (1983)

Micaela Chirif, escritora

Los cautivantes primeros minutos de “Y la nave va”, mudos y en blanco y negro, me sedujeron de tal forma que me rendí ante la película sin oponer resistencia. Resulta imposible hacer un recuento de los extraños y fascinantes personajes de la película, así como de la sucesión de situaciones bizarras que transcurren con la naturalidad de la vida cotidiana. Cada personaje es irremplazable e imprescindible para pintar el retrato, hermosísimo, de una sociedad decadente que se dirige, sin saberlo, a su propio naufragio. Si no la han visto, háganlo. Además de disfrutar del genio de Fellini, podrán ver una de las raras actuaciones de la extraordinaria Pina Bausch.

"Las noches de Cabiria"
"Las noches de Cabiria"

“Las noches de Cabiria” (1957)

Melina León, cineasta

Es la película de Fellini que recuerdo con más cariño y admiración, quizá porque Giulietta Masina es Cabiria y Fellini es en ella más que nunca un genio enamorado. “Las noches de Cabiria” es la humanidad, en su constante danza entre la tragedia, la esperanza, el amor y la pobreza. Y la música de Nino Rotta es pura poesía. Y la fotografía es un sueño.

Y se baila mambo.

Y en esos 110 minutos somos todos una prostituta italiana que sueña con encontrar el amor y queremos que sea feliz, para que el mundo no sea tan terrible aunque sea por una sola vez.

"La ciudad de las mujeres"
"La ciudad de las mujeres"


“La ciudad de las mujeres” (1980)

Luis Freire, escritor

En estos tiempos de “Me Too”, lenguaje inclusivo y correcciones políticas a veces bastante incorrectas, me viene a la memoria “La ciudad de las mujeres”. El gran Marcello Mastroianni, con su cara de seductor apacible, se mete sin saberlo en una ciudad o lugar poblado únicamente por mujeres, todas en pie de guerra contra los roles tradicionales impuestos por ese patriarcado secular, tan italiano, tan latino, tan tristemente peruano. La cinta es una alegoría feminista a tono con la contracultura setentera, plena de surrealismo felliniano, ácida ironía y, por supuesto, actualidad.

"La strada"
"La strada"

“La strada” (1954)

César de María, dramaturgo

“Los Clowns” me dolió la primera vez y traté de robarle algo para una obra con payasos moribundos. “Ginger y Fred” me remitió a mis abuelos, a los que vi bailar un vals a medianoche bajo una luz tan tenue que creí que soñaba. Eso es Fellini: un larguísimo sueño dividido en películas como “Amarcord”, “8 1/2”, o “La dolce vita”. Pero de las que recuerdo me quedo con “La Strada”, esa pareja maravillosa que nos hace reír en medio de su dolor y violencia, ese contraste entre la fragilidad agonizante de Masina y la brutalidad sensible de Quinn. Viendo esa película entendí cuánto daño podemos hacernos mutuamente los amantes, los creadores y todos los humanos cuando escondemos lo que sentimos y dejamos que la necesidad nos emputezca. Y cuántos finales tristes nos ahorraríamos si detectáramos el amor a tiempo y nos salváramos de la miseria y el odio, impuestos por este barco de refugiados que es el mundo.

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