Un hombre de 85 años al que las nuevas producciones cinematográficas –incluso las que se pasean por los festivales más prestigiosos– no logran hacerle levantar ni siquiera una ceja. Una persona que prefiere revisar el legado de esos creadores desatados y visionarios (Jean Rouch o Dziga Vertov) que hicieron avanzar el lenguaje del cine décadas atrás. Un tipo que aborrece ver una película o una serie por streaming y que no tiene la menor idea de en qué va “Juego de tronos”. Un personaje que es cada vez más esquivo al ámbito público en los últimos años. Una mente brillante y controvertida que interpreta el ‘brexit’ –¿se habrá enterado?– como una señal más de decadencia.
Es posible que ese hombre lleve el nombre de Jean-Luc Godard. O que se trate de una persona parecida.
¿Sabrá que el próximo presidente del Perú será su primo hermano Pedro Pablo Kuczynski Godard?
Da la impresión de que Jean-Luc Godard se ha convertido en un ermitaño, sea por salud, la edad u otros factores indescifrables. En el 2010, se negó a recoger en persona un premio Óscar Honorífico. En el 2014, plantó al Festival de Cannes, a pesar de que su filme “Adiós al lenguaje” –un título elocuente– participaba en la competencia oficial.
Godard nació en Francia, aunque gran parte de su familia es de Suiza. A ese tronco filial también pertenece Kuczynski, aunque a pesar de la cercanía sanguínea, Pedro Pablo ha afirmado varias veces que ellos se han visto muy poco.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Godard abandonó Francia, recaló en Suiza y adquirió la nacionalidad de este país. En tanto, en la familia de Kuczynski, su padre Máxime (un médico y humanista que inspiraría a Jean-Luc), ante el ascenso de Hitler, se fue de Alemania y arribó al Perú en 1936 por una invitación de Carlos Enrique Paz-Soldán, un pionero de la medicina social en el país. En 1938 nació Pedro Pablo, y en los 40 comenzó la lucha de Máxime contra la lepra en Iquitos.
Pero el papá de Kuczynski no pudo escaparse de las garras de los megalómanos con ansia de poder absoluto. En 1948, la dictadura de Odría lo mandó a la cárcel por un año por simpatizar con la democracia. Es en ese tiempo que la mamá de Kuczynski se fue a Suiza por seis meses y matriculó a Pedro Pablo en una escuela pública de Vevey. Ahí Kuczynski comenzó a interesarse por el piano y la flauta traversa. Es también en 1948 que Godard regresó a París. Pronto él se fanatizaría absolutamente con el cine y, años después, sería parte de la Nueva Ola Francesa, el movimiento que surgió a fines de los 50 desde la crítica y que pretendía tirarse abajo casi todo el cine galo –impostado, solemne y teatral– que lo antecedió. Sus detractores dijeron: “Si tanto saben, ¿por qué no hacen películas?”. Entonces Godard, François Truffaut y otros secuaces pasaron a la dirección y respondieron con obras maestras, innovadoras y libertarias.
Jean-Luc Godard también abrazaría las causas del comunismo y el maoísmo, mientras que su primo hermano Pedro Pablo depuraba sus nociones económicas liberales en el Exeter College de la Universidad de Oxford en Inglaterra.
Francia y Suiza son indesligables de Godard, aunque una vez el cineasta se refirió a la última con su estilo verbal explosivo: “La Suiza francófona pertenece a Francia, la Suiza alemana a Alemania y la Suiza italiana a Italia... y ya no hay Suiza”.
Volviendo a sus familiares, Godard llegó a visitarlos en el Perú. El crítico de cine e investigador Ricardo Bedoya se encargó de divulgar que ese episodio figura en el libro “ Godard, biographie”, de Antoine de Baecque.
El encuentro se dio en Lima, en 1950. Al parecer, Máxime, el papá de Kuczynski, es una de las personas con la que Godard más empatizó. De Baecque escribe al respecto: “Es al Perú, a Lima, adonde va enseguida y donde pasa una temporada más larga. Es acogido por su tía Madeleine, una de las tres hermanas de Paul Godard, quien se casó con el doctor Máxime Kuczynski, médico alemán, ex profesor en Berlín. Este último ejerció una influencia indudable sobre el joven Godard, quien estuvo marcado por esta figura intelectual y humanista de izquierda que se encontrará repetidas veces en sus películas: Arthur Palivoda, el ‘gran periodista suizo de renombre mundial’ de ‘El pequeño soldado’, el filósofo de ‘Vivir su vida’, el invitado que diserta sobre la inteligencia en ‘La mujer casada’, el profesor de filosofía de ‘La china’, hasta las autoridades íntegras de ‘Elogio del amor’ o de ‘Nuestra música’”.
Con el correr del tiempo, Jean-Luc Godard facturaría una filmografía impresionante que cuestiona permanentemente el poder y las convenciones tanto verbales como visuales. No es gratuito que su último largometraje se llame “Adiós al lenguaje”, en el que experimentó y se explayó a sus anchas con el 3D. Godard está tan adelantado que parece haber dejado la realidad mundana atrás.
Provocador incorruptible, Godard llegó a sentenciar: “La televisión fabrica olvido; y el cine, recuerdo”. Que vengan más películas suyas.