El 6 de setiembre de 1522, hace medio siglo, concluía la expedición en pos de las Islas Molucas iniciada por Fernando de Magallanes quien partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519 y a la que puso fin Juan Sebastián Elcano, al mando de la carabela Victoria, arribando al puerto de San Lúcar de Barrameda en la fecha antes mencionada. Ese día dieciocho hombres de andar vacilante, demacrados, enfermos, pusieron pie en tierra hispana tras haber recorrido aproximadamente 80,000 kilómetros en una travesía de casi tres años. Al respecto escribió Fernando García de Cortázar: “La odisea de Magallanes y Elcano fue una aventura que cambió el mundo de manera más decisiva que todas las guerras y todos los tratados. Porque si Colón conectó dos mundos separados que se desconocían entre sí, Magallanes y Elcano confirmaron el más atrevido pensamiento de su época: que la Tierra podía circunnavegarse”.
MIRA: Recordando a Louis Marie de Champeaux
Mucho se ha escrito sobre Magallanes quien perdió la vida en la isla Mactan, Filipinas, el 27 de abril de 1591. Por eso dedicamos esta nota al tenaz y heroico continuador de la empresa, Juan Sebastián Elcano. Nació el nauta en Guetaria, hacia 1487. Fue hijo de Domingo Sebastián de Elcano y Catalina del Puerto. Como de tantos otros notables personajes quinientistas poco sabemos de sus primeros años donde aprendió a leer y escribir y otros conocimientos de la época.
Hombre ya, participó en la campaña contra Orán, Bujía y Trípoli (1509). Más tarde tendría a su cargo un navío de 200 toneladas con el que marchó a Italia en la flota del Gran Capitán. La fortuna no se mostró pródiga con él. Deudas y todo linaje de problemas, le obligaron a tomar dinero prestado dando como garantía su nave a unos mercaderes saboyanos. Vencido el plazo de pago y no contando con el dinero suficiente, Elcano no tuvo más remedio que ceder el barco perfectamente equipado y artillado a sus acreedores. La entrega de un buque armado a extranjeros, era considerada en Castilla delito de alta traición.
Temeroso del real castigo, con escasos recursos económicos, Elcano se refugió en Sevilla, núcleo del tráfico con el Nuevo Mundo. Allí no pasaron desapercibidos sus conocimientos náuticos, su arrojo y ánimo esforzado. Por eso, cuando sentó plaza en la expedición que organizaba Magallanes lo nombraron Maestre de la nave Concepción, es decir, el segundo de a bordo.
Durante la penosa travesía, llena de episodios dramáticos, surgió una evidente y mutua antipatía entre Magallanes y Elcano. Cuando la rebelión de San Julián contra Magallanes, el guipuzcoano fue uno de los amotinados y capturó la carabela San Antonio. Poco después, Magallanes, con mano dura, dominaba la situación y el marino español, gracias a sus conocimientos, fue amnistiado.
Son episodios harto conocidos los que vivió Magallanes hasta su muerte en una ignota isla del Océano Pacífico. A partir de ese momento, la figura de Juan Sebastián irá destacando nítidamente. Cuando en el puerto la Caldera, en Mindanao, asume el mando de la nave Victoria, debía compartir la jefatura con otros dos personajes. De hecho, con la aquiescencia de todos los tripulantes conocedores de su pericia, se convirtió en el conductor absoluto de los destinos de la maltrecha expedición.
Elcano debía llegar por occidente a las Molucas. Esta vez la fortuna fue propicia con los españoles. El cronista italiano Antonio Pigafetta, en su apasionante relato del periplo, nos habla de las maravillas que sus asombrados ojos de europeo pudieron contemplar en esas exóticas islas donde abundaban la canela, el clavo y otras ambicionadas especias. Pero muy pronto surgirían nuevos contratiempos. El 21 de diciembre de 1521, la Victoria emprendía el regreso a España. La consigna era no tocar en ningún puerto y llegar a la patria sin escalas. La falta de víveres los obligó a recalar en Cabo Verde y al continuar el viaje fueron asaltados por terribles sufrimientos: frío, hambre, escorbuto y otras enfermedades cobraron muchas víctimas. Finalmente llegaron a San Lúcar de Barrameda. El día 8 de setiembre desembarcaron en Sevilla. Con Magallanes partieron 265 hombres, regresaban tan solo dieciocho. La recepción popular que les brindaron fue apoteósica. Los sobrevivientes fueron a postrarse ante la imagen de Santa María la Antigua, en la catedral hispalense.
Poco después marchaba Juan Sebastián a Valladolid donde lo esperaba Carlos V. El emperador sintió gran complacencia por la noticia que al parecer las Molucas caían dentro de la zona de influencia hispana y que el ansiado paso entre los dos océanos se había descubierto. Más junto con los honores, un escudo de armas entre ellos, Elcano tuvo que levantar diversos cargos que empañaban su honra. Pigafetta, panegirista exaltado de Magallanes, denostaba la conducta de Elcano. Éste prestó declaraciones ante el alcalde de Casa y Corte enjuiciando severamente a Magallanes. Lo culpaba de muchas cosas, siendo verdaderas la mayoría de ellas. Ya sin dudas sobre su correcta conducta, el 13 de febrero de 1523 Juan Sebastián obtuvo perdón sobre el asunto relacionado con la nave cedida a los saboyanos. El guipuzcoano anhelaba el Hábito de Santiago, dirigir una expedición a las Molucas y rentas para sus familiares menesterosos. Mientras se resolvían sus pedidos permaneció en Valladolid donde tuvo lances amorosos con María Vidaurreta, que le dio una hija. Los parientes de la mujer, sintiéndose afrentados porque no hubo boda, amenazaron de muerte a Juan Sebastián, quien tuvo que solicitar una Real Cédula que le permitiera ir acompañado de dos hombres armados que lo protegieran.
Finalmente cesaron sus preocupaciones y se le dio el segundo puesto en una expedición a las Molucas comandada por García Jofre de Loayza. No hubo suerte. El comandante murió en el Océano Pacífico el 30 de julio de 1526 y Elcano falleció seis días más tarde. El mar fue su sepultura. En la actualidad la circunnavegación de Magallanes – Elcano es considerada el viaje marítimo más importante de todos los tiempos.
TE PUEDE INTERESAR
- Lanzas de conquista y de libertad: Cómo el arma que ayudó a subyugar al Perú fue usada para su independencia
- Arnaldo Márquez: la complicada pero emocionante vida de un periodista bohemio
- Sobre buenos y malos gobernantes
- Luchó por la independencia, reclamó ante el saqueo de Chile y murió pobre: la historia de Manuel de Odriozola
- Juan Gildemeister, el “apóstol del trabajo”
Contenido sugerido
Contenido GEC