Pedro Félix Novoa Castillo, ganador de diversos certámenes literarios entre los que destacan el Primer Premio Internacional de Novela Corta Mario Vargas Llosa 2011, vuelve a la palestra esta vez con un poemario titulado "El aleteo azul de la mariposa".
La obra, publicada en conjunto por la Universidad César Vallejo y la colombiana Universidad de la Sabana, será presentada este 2 de agosto a las 5 p.m. en el auditorio Ciro Alegría de la Feria Internacional del Libro de Lima.
Al escritor y poeta le hicimos siete preguntas sobre literatura, oficio que lo llena de pasión y empuje diariamente.
-¿Los poemas de “El aleteo azul de la mariposa” pueden agruparse en alguna temática definida?
El libro tiene una columna vertebral que es la recriminación de un hijo para con su memoria. Un hijo dejó abandonada a su madre en un pasado remoto. Ella murió y él viajó a España. Los 23 poemas cruzan esa línea temática: la recriminación constante del yo poético con relación a la decisión de haber dejado abandonado a una madre, que posteriormente muere.
-¿Por qué es tan difícil promocionar poesía en el Perú?
No es algo exclusivo de nuestro país. Lo curioso es que la poesía no desagrada a nadie. Siempre escucho comentarios sobre poesía y todo ser humano tiene a su poeta preferido. Recibes un libro de poesía y lo aceptas con mucho agrado. Creo que falta un poco más de promoción porque quizás no se ha acercado lo suficiente este género a la industria editorial. El acercamiento ha sido tibio o bastante temeroso. A veces la poesía queda relegada en los estantes o aparece solo en eventuales presentaciones.
-¿Te sientes más cómodo en la narrativa o en la poesía?
En la narrativa, pero asumo la poesía con mucha responsabilidad. Pienso como Cervantes. Él siempre quiso ser poeta pero tuvo éxito con la narración. Soy un escritor que respeta demasiado a la poesía. Mis autores preferidos son Eielson, Corcuera, Vallejo, Pessoa y tantos más, pero me parece que me siento más a gusto siendo narrador y recurro a la poesía –como decía Ernesto Sábato—“cuando algo te destroza por dentro”.
-Muchos han destacado en tu prosa lo “fulminante” de tu redacción. ¿De dónde surge esta característica?
Hace un tiempo conversé con el autor de “Generación Cochebomba”, Martín Roldán, y creo que nosotros somos herederos de esos explosivos años noventa. A mí me tocó ser militar, a él ser barrista. Fuimos personas que luchamos salvajemente en Lima. De alguna manera, esa vivencia tan extrema nos obliga a utilizar el lenguaje directo, el flujo de conciencia, la multi-perspectiva. Estamos con un fusil imaginario apuntándonos para que al menor descuido el gatillo se active y ¡pum! Escribimos con bastante vitalidad, tripas y lo dejamos todo, así contemos una historia grotesca o sórdida, o muy emotiva, como pasa con este poemario.
-Si tuvieras que elegir un cuento que escribiste para mostrárselo a una persona que por primera vez te va a leer, ¿cuál sería?
Tengo un cuento que circula gratis en Internet y me gusta mucho. Se llama “Inserte cuatro monedas de a peso por favor”. El relato tiene tintes jocosos, dicharacheros. Es un alumno que no quiere ir al colegio, no le gusta, se ‘tira la pera’ y de pronto le pasa un suceso extraordinario. Juego allí con el realismo y con lo fantástico. Nunca había logrado eso y me gustó que en ese cuento haya podido conciliar esas dos venas fuertes: el realismo, tradicional en la narrativa peruana y, por otro lado, lo fantástico, influenciado por Borges y otros escritores que me marcaron.
-¿Te consideras un escritor ‘vargasllosiano?
Tengo una filiación innegable con dos autores: Oswaldo Reynoso y Mario Vargas Llosa. Cuando escribí la novela “Seis metros de soga”, Miguel Gutiérrez me dijo que tengo esa suerte de utilización poética. Lograr que la poesía se inserte en historias callejeras, se lo debo a Reynoso. En honor a Oswaldo le puse Orlando a mi personaje de la novela “Maestra vida”. Fue un homenaje secreto. Y sobre Vargas Llosa, bueno, él me dio la arquitectura y la violencia. Con él pude ver cómo un peruano canalizaba la violencia en ficciones con alta calidad literaria. Me deslumbró “La ciudad y los perros”, hurgando en una sociedad tan ríspida, con unos jóvenes cuyos códigos son darwinianos. Para mí, esta novela junto a “La casa verde”, “Conversación en la catedral”, “La guerra del fin del mundo”, conforman una especie de columna vertebral en la que siempre descanso.
-¿Qué viene luego de este poemario?
Estaba escribiendo una novela y se me cruzó otra en el camino. No sé si las junte, quizás salga algo deforme. Tengo la necesidad de hablar sobre la condición humana desde el aspecto filosófico a partir de la caracterización de una historia aparentemente trivial. Como pasó en el drama de Gregorio Samsa, algo así. Estoy tratando de darle cuerpo. Ya voy casi 50 páginas. Trato de escribir siempre. Mi vista está puesta en otros sitios, lamentablemente no apoyan mucho a los escritores peruanos que somos de cierta clase social y que tocamos determinados temas. Eso puede sonar a un prejuicio pero la comprobación diaria está a la vista.