Gustavo Rodríguez: "Escribí una historia de despecho personal"
José Silva

República de La Papaya” cuenta la historia de una asesora política (La Papaya) que intenta llevar a la primera dama de un país a la presidencia, pero que en el camino descubre que su ex pareja, una estudiante llamada Loreto, se involucró sentimentalmente con otro de los candidatos.

tardó dos años en crear esta historia y uno más en pulirla. El resultado es sin duda satisfactorio. La novela puede dividirse en dos partes: la primera en donde se da a conocer la historia, y la segunda –trepidante y potente—en donde todo parece caer por el despeñadero, manteniendo al lector siempre ansioso.

Despecho, política, corrupción, encuestas, prensa y asesores políticos abundan en este relato que si llegara a tener algún parecido con la realidad (peruana) es por pura coincidencia.

Conversamos con Gustavo Rodríguez sobre su novela “República de La Papaya”, que será presentada este miércoles a las 17 de noviembre en la librería El Virrey de Miraflores.

-¿Las novelas deben dejar un mensaje?

No, los mensajes vienen con los carteros y los mensajeros. Y yo creo que mi novela tiene más preguntas que otra cosa.

-La literatura permite tomarse ciertas licencias. ¿Tu novela te ha dejado opinar y criticar la política?

Creo en la literatura que te deja preguntas rebotando dentro del cráneo. Sin embargo, en un ejercicio que te toma varios años pensando sobre la realidad social de tu país o de tu entorno, es imposible que en el baño que le das a ciertos personajes no les des algo de tu voz. Entonces, sí, en esta novela hay cosas que he pensado siempre como ciudadano.

-¿Por qué no ponerle al espacio donde ocurre la novela simplemente Perú? ¿Por qué no nombrar a algunos de los protagonistas con nombres de los algunos políticos peruanos?

Por dos razones. Primero porque no quería hacer un libro en el que la gente se ponga a buscar en las páginas la correspondencia entre un personaje y su cara real. Y lo segundo, creo que muchas de las cosas que los peruanos creemos son solo lacras nuestras, son en realidad lacras latinoamericanas. Quise ensayar un escenario más amplio. Si bien el país más reconocible en la novela es el Perú, creo que cualquier colombiano, ecuatoriano o argentino podría sentirse también identificado con parte del proceso que se ve en la novela.

-La prensa juega un papel importante en tu novela, cuéntame un poco cuál es el perfil que esta tiene y qué características posee…

Es imposible imaginarse un proceso electoral sin el concurso del periodismo. Y en este caso, en la sociedad que retrato en “República de La Papaya”, presento dos caras de la prensa. Primero a la que quiere brindar un servicio real, de calidad a la sociedad, y luego a la que ve a la industria como una excusa para hacer negocio. De ahí puedes sacar tus conclusiones sobre qué busca cada tipo de prensa retratada en esta novela.

-Has hecho un muy riguroso mapeo de situaciones, anécdotas y circunstancias políticas para escribir este libro. ¿Estamos ante una novela eminentemente política?

(Risas) No quise hace una novela política. Creo que esta es una novela de despecho personal que al estar instalada en un proceso electoral termina teniendo reverberaciones. Es la historia íntima de una asesora política que no sabe lidiar con la pérdida de un amor y esto ocasiona que se ensombrezca más un proceso electoral que ya de por sí en nuestros países son sombríos. Aunque evidentemente para crear la república donde habita la Papaya tuve que hacer una especie de mapa de actores que suelen participar en todo proceso electoral.

-Los asesores políticos suelen estar detrás  salvo en el Perú, donde a veces llegan a ser más importantes que los propios políticos. ¿Cuál es la función de los asesores políticos en tu novela?

Así como la novela tiene dos caras del periodismo en época electoral, también hay dos caras de cómo suelen ser los asesores políticos. Hay un asesor comprometido totalmente con su candidato pero con cierta exigencia ética, pero también hay otra (asesora) que --nublada por el despecho --- termina guiándose más por su propio beneficio que por el del candidato. En realidad, la labor de un asesor en comunicación política es importante en la medida en que traza los límites de qué debe y qué no debe mostrar un candidato.

-¿Cuál es el límite que debería tener un político para conseguir sus objetivos? ¿Matar?

Algo de eso hay en esta novela. Es difícil responder eso porque cada quien va a responder según su propia formación desde la infancia, según su escala de valores. En realidad, tu pregunta es buena porque finalmente es una interrogante que dejo abierta en la novela para que el lector se la responda, más que yo poner interés en responderla. Lo que quise dejar en claro en la novela es que cuando estás en una carrera puedes llegar a olvidarte de cuáles son tus pilares humanos o morales, porque estás tan enceguecido en un proceso que puedes llegar a pisar áreas grises y olvidar qué te puso en esa campaña.

-La Papaya (apodo de la protagonista de la novela) tiene un lunar muy grande en su rostro que le incomoda y le fastidia la vida. ¿Qué efectos genera un defecto como este en un protagonista de una historia?

Eso depende de qué tan frágil o fuerte sea este personaje interiormente. Si la Papaya hubiera tenido una infancia diferente, probablemente lo hubiera llevado con gracia. Pero no pasa así. Para ella el lunar es un recordatorio perenne de lo diferente que tuvo que ser en el entorno donde creció.

Cuando leí la contratapa de tu libro asumí que Loreto iba a ser un personaje más predominante desde el inicio, pero no fue así. Recién desde la mitad toma mucha fuerza. ¿Por qué está diseñada la historia así?

La novela está estructurada en dos partes. Una que podría llamarse primera vuelta y otra que pudo denominarse segunda vuelta. Como estrategia narrativa quise que la segunda vuelta fuera galopante, como un vertedero total donde la gravedad te va llevando a un precipicio.  Y probablemente por eso es que Loreto empieza a aparecer con más fuerza en la segunda mitad.

-En este país imaginario donde transcurre la novela hay muchas menciones a los ‘marginados’ y las clases sociales de pocos recursos. Me hizo recordar que en la primera vuelta del año 2006 se dijo que a Humala lo apoyó un 30% de la población. ¿Dónde está hoy esa porción del electorado? ¿Desapareció o se repartió?

La indignación está repartida en cada uno de nosotros. La indignación que representó Humala en su momento era la de los peruanos marginados que sentían que ese chorreo del que hablaba Toledo no les había llegado. Sin embargo, creo que la indignación actual obedece también al desencanto porque se nos vendió el crecimiento como la panacea de nuestros males. Y lo que necesitábamos era algo más: reformas mucho más profundas. Ese desencanto es el que ahora está atomizado en todo el electorado.

-Dejando de lado a la primera dama que candidatea en tu novela, hay un blanco acomodado y un indio que compiten. ¿Por qué era necesario poner este contraste de cualidades en dos personajes importantes de tu novela?

Porque sentía que en un país como el nuestro, un gran jugador en el proceso es el tema del prejuicio y el racismo. Y necesitaba tener esos personajes como excusa para que, en la novela, las masas hablaran de la desigualdad teniendo esos referentes raciales.

-¿La protagonista está inspirada en un personaje real?

La protagonista se basa en una comunicadora que conocí hace muchos años que estaba llena de traumas y defectos. Hoy ya no recuerdo si tenía un lunar o no (risas).

-¿Tienes un nuevo proyecto literario en la cabeza?

Durante el último año me he dedicado a investigar un proyecto personal que tiene que ver con la historia de mi familia. Mi abuelo fue un potentado loretano en la época del caucho. Era un personaje muy interesante y tuvo a mi madre cuando él tenía casi 70 años. Ahí hay una historia muy poderosa con miras a que sea una novela.

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