Una de las últimas fotografías del poeta, de hace unos meses. El pasado 14 de mayo, Ruiz Rosas cumplió 90 años. (Foto: Eduardo Cavero / El Comercio)
Una de las últimas fotografías del poeta, de hace unos meses. El pasado 14 de mayo, Ruiz Rosas cumplió 90 años. (Foto: Eduardo Cavero / El Comercio)

El cuerpo, las circunstancias y el ejemplo filial fueron definiendo su destino. José Ruiz Rosas padecía de asma desde niño. Por eso, había que salir de Lima. Junto a su familia, él se fue a Churín a los 7 años. Su madre era aficionada a la poesía y copiaba los textos que le gustaban en un cuaderno. Ruiz Rosas leía con devoción los versos de esas páginas y pronto empezaría a escribir.

Años después, había que decidir dónde establecerse. El joven Ruiz Rosas ya era consciente de que las letras eran el motor de su existencia. Y eligió Arequipa, donde vivió por más de seis décadas. Él será enterrado en esta ciudad, pues su deseo era que sus restos reposaran allí. El último martes, el poeta falleció en Lima a los 90 años por un paro respiratorio.

En tierras characatas, Ruiz Rosas conoció a su inseparable compañera: su esposa Teresa Cateriano Do Carmo, con quien tuvo cuatro hijos: Ximena, empresaria y productora de televisión; Teresa, escritora y traductora; Alonso, escritor; y Rolando, diplomático. Teresa y José llevaban más de seis décadas de casados. Ambos emprendieron una intensa vida cultural, como la apertura de la librería Trilce (Ruiz Rosas admiraba a Vallejo), que se convirtió en un referente de la dinámica cultural en Arequipa de los años 50 y 60.

ESCRIBIR ES RESPIRAR
Su prioridad siempre fue la poesía. En 1951 Ruiz Rosas publicó su primer poemario, "Sonetaje". Él perteneció a la llamada Generación del 50. En conversación con El Comercio, su amigo y escritor Carlos Germán Belli destaca de Ruiz Rosas "su devoción por la forma literaria". Una poética tentada de dialogar con Martín Adán, el Siglo de Oro español, lo que sucedía en la agridulce realidad, sus propias visiones reveladoras y otros avatares desconcertantes o luminosos.

Sobre el fulgor de la personalísima voz literaria de Ruiz Rosas, el periodista, escritor y poeta Czar Gutiérrez anotó para este Diario: "Con una obra desarrollada entre el secreto derrame de un bolígrafo que araña una servilleta y el silencioso rodaje de un algún mimeógrafo clandestino, su trayectoria compone un precioso bloque de poesía insular: tratándose de un hombre que escribe como respira, no se parece a ninguna otra que a su fuente original. Onírica, melodiosa, frecuentemente lúdica y profundamente humana, los grandes temas del universo pasan por su pluma extremadas por el ingenio, la flexibilidad expresiva y una cantera satírica, moral y filosófico-existencial que se fue abriendo paso con lentitud y elegancia porque, ya se sabe, la poesía se está callada escuchando su propia voz".

En una ocasión, Ruiz Rosas –quien en el 2008 fue incorporado como miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua– afirmó para un medio de Arequipa: "Mi expectativa era ser un buen poeta. He leído a bastantes poetas desde muchacho. Existe un sentimiento de emulación y de tener también éxito. Eso le dije a mi señora cuando nos conocimos: que yo era poeta, no estudiante, y no pensaba en una profesión, sino que era poeta. Estuvimos enamorados y nos casamos, ella no esperaba otra cosa porque sabía que la profesión de un poeta era hacer poemas y al mismo tiempo era la de no tener recursos".

Ruiz Rosas dignificó el arte de vivir y encaró los días y sus sombras en su ley. Que descanse.

"Elogio de la danza" (fragmento)
La línea modela
por entre curvas como el vuelo espía
y así como azogue que huidizo
se dispersa y reúne
va dibujando un caminar sin rastro

El volumen condensa
toda la lentitud toda la fuerza
atrapada en perfiles de paréntesis
y desplaza el temor de la existencia.

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