Recién hace un año dejó el DNI amarillo, pero Valeria Román Marroquín ya tiene un poemario publicado (“Feelback”, 2016) y acaba de ganar el prestigioso Premio José Watanabe de la Asociación Peruano-Japonesa, por su nuevo poemario, “Matrioska”. A sus 18 años, Román es además estudiante de Filosofía en la Universidad San Marcos y activa miembro de movimientos políticos y sociales en esa casa de estudios. Un día antes de la entrevista, estuvo en la marcha contra el indulto a Alberto Fujimori. Contra lo que dicen algunos, para ella haber nacido en 1999 no es un impedimento para conocer la historia y protestar por ella.
— Por tus estudios universitarios, entre tus inquietudes están la filosofía, el marxismo y el feminismo. ¿Son temas que están también en tu poesía?
Hasta antes de “Matrioska”, no. Pero ciertas cosas que he venido escribiendo últimamente sí tienen cierta influencia de la política en general. “Feelback” es un libro que escribí cuando tenía 15 años y después he pasado por un momento de transición y experimentación, sobre todo después de que ingresé a San Marcos y comencé a hacer investigación.
—Es raro preguntarle esto a alguien que tiene apenas 18 años, pero ¿dirías que tu poesía ha evolucionado?
Sí, aunque siento que la evocación de lo sentimental que marcaba mis primeros poemas no se ha ido con “Matrioska”, sí es una reflexión mucho más madura, una exploración de las diferentes maneras de entender la maternidad y la relación entre madres e hijas.
—¿Y a qué se debe ese cambio? ¿Es solo una cuestión de crecimiento o hubo algún tipo de punto de quiebre?
Bueno, de todo un poco. No te voy a negar que también influye que al presentar el libro al concurso decidí enderezar un poco los poemas, teniendo en cuenta los criterios que podía tener el premio. Pero sobre todo es el tema de la madurez, el haber pasado por diferentes lecturas y un montón de experiencias que me han hecho escribir de una forma distinta.
—¿Qué lecturas son esas?
Paradójicamente, no he estado leyendo nada de poesía en los últimos meses. Como ando más metida en la filosofía y la investigación, todo lo que reviso son lecturas ligadas a esos temas y a la política, la economía, el feminismo. No sé si eso tenga algo que ver o se refleje directamente en lo que escribo.
—Y así como puedes dejar de leer poesía, ¿puedes dejar de escribirla también?
Sí tengo períodos en los que no escribo nada y me he llegado a desesperar. Pero es algo que no trato de forzar. Por ejemplo, cuando terminé “Matrioska”, cuando ya tenía cuerpo, solo me dediqué a corregirlo, a jugar con él. Y si no tengo nada, no me apuro, no busco publicar un libro por año o algo por el estilo. Eso me parece algo inconcebible. Escribir es un gasto de energía intelectual y emocional bastante grande. Siempre me he preguntado por qué tanta prisa.
—Y si te preguntara por qué tanta prisa en publicar, ¿qué dirías?
Yo no tengo prisa por publicar. “Feelback” salió dos años después de que yo lo escribiera y ni siquiera tenía pensado publicarlo. Fue la gente de la editorial Sub25 la que me convenció con su idea de difundir una poesía joven, una por la que otras editoriales no apostaban. Y pasa algo similar ahora con “Matrioska”, que se publicará a mediados de este año porque he ganado el premio. Pero para mí la juventud debería ser el último criterio para que alguien lea lo que escribo. Además, tampoco me interesa ser un personaje visible dentro de la escena, que me parece un tiradero de flores entre todos.
—Igual he visto algunas declaraciones tuyas en las que criticas a otros poetas o premios. ¿Desde tan temprano empiezan a pelearse entre escritores?
Bueno, tampoco es que sea una rivalidad clara. Hace un tiempo se armó una discusión entre colectivos jóvenes sobre si el arte es político o no, que en verdad es una discusión eterna y a mí me aburre un poco. Sí tengo una posición, pero no me parece relevante estar discutiéndola. Y algunas otras veces han sido respuestas a ciertos comentarios despectivos de poetas mayores, que siguen hablando de poesía como si los jóvenes no existiéramos.