Quedan en el misterio los aspectos de la poesía de César Vallejo que le interesaban a Leonard Cohen. La conexión entre el vate peruano y el canadiense es sugerida en “El siguiente”, poema de este último en el que el vate de Santiago de Chuco es mencionado (ver líneas más abajo). Un autor que se respeta vuelve sobre los mismos temas una y otra vez, y Cohen no se escapa de esa regla. En este poema asoman varias de sus fijaciones: la devoción por la mujer o el fulgor, perdición o intento de redención de un espíritu.
Tuvo una existencia inquieta. Además de poeta, Cohen fue un enamoradizo inclaudicable, monje, trovador, luminaria pop, agitador de semblante apacible y más, aunque su aura no traslucía todas esas facetas. Su aire de sereno galán otoñal o sus gestos zen desviaban la atención e impedían vislumbrar los trances de una existencia bien vivida, con más de un cambio, auge y caída. En la gloria o en la incertidumbre, el autor de “Hallelujah” recurrió sobre todo a la música para hallar algún sentido a las cosas.
Leonard Cohen falleció el último 7 de noviembre a los 82 años. Recién tres días después se divulgó la noticia. Al cierre de esta nota aún se desconocían las causas de su deceso.
—El escritor—
En el principio estuvo la poesía. Cohen se sumergió gozoso en los versos de William Butler Yeats, Walt Whitman, Federico García Lorca (llamó hasta a su hija Lorca) y otros. El canadiense publicó una decena de poemarios y dos novelas. Sus fans más apasionados aseveran que si la Academia Sueca le hubiera dado el Nobel de Literatura, Cohen hubiera propiciado un consenso superior en comparación con Bob Dylan y evitado un cataclismo de discrepancias.
¿Para qué escribir? Cohen dio algunas señales en su discurso de aceptación del Premio de Asturias de Letras en el 2011. Ahí destacó que la poesía de García Lorca lo alentó a encontrar su propia voz y a luchar por su propia existencia. También resaltó: “Si alguien va a expresar la gran e inevitable caída que nos espera a todos, debe hacerlo dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza”.
—El músico—
Pero la literatura no le daba plata. Al joven Cohen no le alcanzaba para pagar las cuentas. Entonces decidió lanzarse como músico e intérprete para ganar dinero. Por suerte, la grandeza de su obra opaca esta motivación prosaica de sus inicios. Su ascenso al parnaso comenzó con “Songs of Leonard Cohen” (1967).
Fue más allá del rasgueo ducho de la guitarra, folk, country y la vocación trovadora. En “I’m Your Man” (1988) y otros discos abrazó abiertamente los sonidos de sintetizador para narrar el éxtasis y el desconcierto en un mundo de pretensiones sofisticadas. Era su modo de adaptarse a los 80 y sacarse la etiqueta de “Bob Dylan canadiense”. Y podía pasar de un sonido descarnado a la suma de capas finas de armonías, arreglos y coros que evocan, subliman o abren atajos hacia el encuentro místico.
Buena parte de ello se condensa en “You Want It Darker” (“Quieres más oscuridad”), su último disco lanzado este 2016. A semejanza de lo que hizo David Bowie, Cohen convirtió el presentimiento de la muerte en un triunfo artístico. En su canto hacia lo inasible o inefable, el músico recita con su inigualable voz ronca pero cadenciosa: “Deseo que exista un tratado que podamos firmar / No me importa quién tome esta sangrienta colina / Estoy enojado y cansado todo el tiempo / Deseo que exista un tratado / Entre tu amor y el mío”.
—El enamoradizo—
Cohen fue un devoto del amor. Sus arrebatos sentimentales dejaron varias huellas en sus obra. La mitología señala que su canción “Chelsea Hotel #2” tiene guiños al sexo oral que le practicó la volcánica Janis Joplin. Y ahí están sus clásicos “Suzanne” y “So Long Marianne”. Este año, cuando se enteró de la muerte de Marianne, el músico escribió: “Ha llegado el momento en el que somos tan viejos y nuestros cuerpos se están desmoronando, que creo que te seguiré muy pronto”.
El canadiense también tuvo lazos con la modelo y cantautora Nico, la fotógrafa Dominique Isserman o la actriz Rebecca de Mornay, la bomba sexual que enloqueció a Tom Cruise en la película “Negocios riesgosos”. De todas sus musas, solo tuvo dos hijos con la fotógrafa Suzanne Elrod (no confundirla con la de la canción y sublime poema del amor, la cual está dedicada a Suzanne Verdal).
—El monje—
A comienzos de los 90, tras la gira del disco “The Future”, Cohen se sentía en el hoyo y le costaba encarar el futuro. Ya conocía la meditación y, ante su angustia, emprendió un retiro bajo los lineamientos del budismo. A mediados de la década sería nombrado monje dentro de la comunidad Mount Baldy Zen Center en Los Ángeles.
Cohen solía renegar de las etiquetas que banalizan las búsquedas espirituales. Empleaba, sin embargo, distintas referencias mitológicas o judeocristianas para encausar sus relatos. Acaso era un intento por darle sentido al inconmensurable misterio.
Vallejo en un poema de Cohen
“El siguiente”
Las cosas están mejor en Milán.
Las cosas van mucho mejor en Milán.
Mi aventura se ha endulzado.
Conocí a una muchacha y a un poeta.
Uno de ellos estaba muerto
y uno de ellos estaba vivo.
El poeta era del Perú
y la muchacha era médica.
Ella estaba tomando antibióticos.
Jamás la olvidaré.
Me llevó a una oscura iglesia
consagrada a María.
Larga vida a los caballos y a los cirios.
El poeta me devolvió mi espíritu
que había perdido en la oración.
Él era un gran hombre salido de la guerra civil.
Dijo que su muerte estaba en mis manos
porque yo era el siguiente
en explicar la debilidad del amor.
El poeta César Vallejo
que yace a los pies de su frente.
Acompáñame ahora, gran guerrero
cuya fuerza depende solamente
de los favores de una mujer.