Literatura en el 2014: un año de buena cosecha
Literatura en el 2014: un año de buena cosecha
Redacción EC

RICARDO GONZÁLEZ VIGIL

Nunca en un año se publicaron tantas novelas peruanas perdurables, ostentando como cima mayor una de las obras más admirables de Miguel Gutiérrez: “Kymper” (Alfaguara). Gran fresco político, a la vez que matizado retrato de las contradicciones internas (ideológicas y sentimentales) de un personaje plasmado con un dinamismo narrativo magistral.

Confirmando su madurez artística, que les ha conquistado reconocimiento internacional, y Jorge Eduardo Benavides nos obsequiaron excelentes novelas de asesinatos en serie enmarcados en un contexto histórico: Roncagliolo aborda la represión derechista de mediados de los años 70 (en particular, los desaparecidos argentinos), conectándola con la Guerra Civil española y el franquismo, en “La pena máxima” y Benavides da vida a la España dividida por el bonapartismo y la Arequipa de Melgar y la gesta emancipadora, sobresaliendo cómo recrea la ciudadela religiosa de Santa Catalina, en “El enigma del convento”, ganadora del Premio de Novela Histórica Torrente Ballester. Ambas novelas fueron publicadas por Alfaguara.

Probando que merecen una difusión internacional que todavía no gozan, Julián Pérez, con una óptica desde dentro de la cosmovisión andina y el español quechuizado, y Alfredo Pita, con una penetrante aproximación desde fuera (el narrador es un extranjero dispuesto a entender la violencia política de los años 80-90), tejieron dos de las mejores novelas sobre Ayacucho martirizado por el senderismo y la guerra sucia: “Criba” (Premio Copé) y “El rincón de los muertos” (Textual Pueblo Mágico), respectivamente.
Mención aparte reclaman dos novelas de envergadura, de encomiable factura verbal, que la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote decidió editar como expresiones privilegiadas de la literatura chimbotana: “El diluvio de Rosaura Albina”, cautivante texto lírico-narrativo de Luis Fernando Cueto (Santuario); y “El Misha”, mural del proceso social y político experimentado por Chimbote, una prosa vigorosa y de ritmo envolvente de Braulio Muñoz (Estruendomudo).

A su vez, tres autores han alcanzado una madurez narrativa digna de elogio: Borka Sattler en “El retrato” (Intermezzo Tropical), Francisco Ángeles en “Austin, Texas 1979” (Animal de Invierno) y Roberto Reátegui en “El fantasma del Amazonas” (Alfaguara).

No podemos dejar de registrar la alta calidad de “La casa vieja” de Juan Morillo Ganoza (Summa), “Cuando la primavera tarda” de Jorge Díaz Herrera (San Marcos), “De noche andamos en círculos” de Daniel Alarcón (Seix Barral), “Un olvido asombro” de Marco García Falcón (FCE), “Eléctrico ardor” de Dany Salvatierra (Estruendomudo), “Social Climbing” de Maki Miró Quesada (Planeta), “Un aliento en el ocaso” de Carlos Rengifo (Altazor), “La sonrisa aparente” de Enrique Kawamura (Altazor), “El hombre de Pompeya” de Carlos García Miranda (Dedo Crítico), “Bagatelas tras el espejo de Celso Procopio” de Segundo Cancino (Tacna, Cuadernos del Sur), “Corazón de viento” de Dimas Arrieta (Arsam) y “Tu mitad animal” de Pedro Novoa (Universidad César Vallejo).
 
NOVELAS CORTAS
También fue apreciable la cosecha de novelas cortas destacables. En primer término, los aportes de reconocidos maestros del relato: “El gallo gallina” de Oswaldo Reynoso (Altazor); “Gaijin”, a nuestro juicio la mejor novela corta del año, y “Saber matar, saber morir” (Caja Negra, Premio Cámara Peruana del Libro) de Augusto Higa Oshiro; y “Loreto” de Fernando Ampuero (Planeta). Merece acompañarlos la destreza con que Alina Gadea expande de modo enriquecedor las obsesiones y esquirlas perturbadoras de lo que originalmente fue un cuento: “La casa muerta” (Altazor).
En segundo término, consignemos la consistencia narrativa de “El poeta que tocaba tambor” de Maynor Freyre (San Marcos), “La pasión de Enrique Lynch” de Richard Parra (Demipage), “Nunca sabré lo que entiendo” de Katya Adaui (Planeta) y “Príncipe negro” de Rosario Cerdeña (Premio Altazor).

Al rubro de novela corta pertenece el rescate de un texto fundador de la anticipación utópica (más que de la ciencia-ficción o anticipación científica) en el Perú: “Lima de aquí a cien años” de Julián M. del Portillo, en edición y estudio de Marcel Velásquez (San Marcos). Puntualicemos que no constituye la primera novela peruana, porque la preceden varias obras de Pablo de Olavide, todas ellas novelas cortas. Por cierto, también yerran los que convierten en novelas la biografía novelada de José de Acosta, las crónicas del Inca Garcilaso o el libro de viajes de Concolorcorvo, siendo la primera novela extensa la de Narciso Aréstegui.
 
OTRAS FORMAS NARRATIVAS
En el terreno de la no ficción, brillan las virtudes narrativas del libro de viaje “Caminos de piedra y agua / Un viaje por Puno” de Juan Carlos Galdo (Peisa); la biografía de Julio Ramón Ribeyro, “Un hombre flaco”, compuesta por Daniel Titinger (U. Diego Portales, Chile) y las recreaciones autobiográficas de Gabriela Wiener, “Llamada perdida” (Estruendomudo). El fruto más admirable, sin embargo, procede del eximio prosista que es Oswaldo Reynoso: “Arequipa lámpara incandescente” (Arequipa, Aletheya).
Vallejo, siempre

Nuestra figura literaria de mayor genio creador, César Vallejo, dominó editorialmente este año. Con motivo del gran Congreso Internacional Vallejo Siempre, que se celebró en el mes de octubre, la flamante Editorial Cátedra Vallejo, además de los dos voluminosos tomos –de consulta obligada– de “Vallejo 2014: Actas del Congreso Internacional Vallejo Siempre”, compilados por Gladys Flores Heredia, publicó ocho libros relevantes: “Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo” de Camilo Fernández Cozman (trabajo ganador del concurso de ensayo convocado por el congreso mencionado), “César Vallejo para niños” y “César Vallejo  para adolescentes” de Gladys Flores H., “Introducción a la narrativa de Vallejo” de Antonio González Montes, la traducción al español de “César Vallejo, una biografía literaria” del crítico Stephen M. Hart, “Vallejo dice hoy…” de Miguel Ángel Huamán, “Poéticas de César Vallejo” de Marco Martos y “Vallejo para abogados” de Iván Rodríguez Chávez.

Agréguese que González Montes se encargó del estudio y edición de “El tungsteno” en Nueva York (Academia Norteamericana de la Lengua Española y Axiara); y circularon, también, los trabajos de Miguel Pachas Almeyda, “César Vallejo y su América Hispana” (Rabdomante), y Enrique Bruce Marticorena, “Género, poética y política desde los textos de César Vallejo” (Universidad San Ignacio de Loyola).

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