¿Quién quiere hoy celebrar al marqués de Sade?
¿Quién quiere hoy celebrar al marqués de Sade?
Enrique Planas

Para él las orgías, el incesto, los asesinatos, el pecado nefando. Donatien Alphonse François, marqués de Sade (1740-1814), no conocía límites en su búsqueda del placer. Libertino y blasfemo, habitué de cárceles y mazmorras (donde escribió la mayoría de sus obras), el escritor francés sumó a la reflexión filosófica el manual de prácticas sexuales, en su personal proyecto de liberar a su cómplice lector de las ataduras morales de su tiempo.

Sin embargo, hoy 2 de junio, día en que se celebran los 275 años de su nacimiento, una sociedad liberada del tabú, adicta de la pornografía en Internet, y consumidora de mayores escándalos ventilados por los medios, parece haber olvidado a su mayor libertino.

UNA NUEVA CONDENA
En noviembre del 2014, año del bicentenario de la muerte de Sade, Mario Vargas Llosa comentaba que el escritor parecía haber entrado en el panteón cultural de Francia por todo lo alto.

“Su obra dejó de estar prohibida hace medio siglo, ha sido editada en tres volúmenes por la más prestigiosa colección literaria, la Pléiade, y ahora el Museo de Orsay le dedica una vasta exposición”, señalaba en su columna semanal. Sin embargo, como informa la agencia alemana DPA, al año siguiente, su 275 cumpleaños ni siquiera posee una entrada en el anuario de las “Commémorations nationales”.

Es más, el balance del bicentenario que entusiasmó al Nobel peruano resultó, según la prensa local, más bien modesto. Los críticos consideraron la muestra “Sade. Attaquer le soleil”, una manera “decente” de ilustrar cómo Sade liberó la representación del placer y la violencia en el arte. Es decir, una muestra “descafeinada” que traiciona al mito.

Según informa la DPA, en estos meses no ha aparecido en Francia ningún libro de relevancia que analice al autor de “Los 120 días de Sodoma”. Tan solo el historiador suizo Volker Reinhardt profundizó en el alma del literato con su ensayo “De Sade oder Die Vermessung des Bösen”(Sade o la medición del mal).

Este desdén por Sade contrasta con el entusiasmo que despertó en el movimiento surrealista liderado por André Breton, cuyos miembros intentaron rehabilitar su herencia. Tiempo después, los existencialistas ahondaron en su obra, como por ejemplo la escritora Simone de Beauvoir, quien reconoció la contribución de Sade a la autenticidad del ser humano a través de sus abstracciones y huidas. Hoy, sin embargo, buscar en París una calle o un monumento al insigne libertino resulta un esfuerzo vano. Antes víctima de la censura, ahora Sade parece enfrentar la peor de las condenas que puede recibir un escritor: la obsolescencia.

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