Para muchos, el mundo natural (el salvaje e indómito, ese que está fuera de los límites de cualquier agencia de turismo) existe solo como una provincia en el reino de la imaginación. Necesariamente, las visiones que podemos tener de estos remotos destinos no suelen provenir de la experiencia directa, sino a través de la de otros, canalizada mediante relatos e imágenes.
Traer estas visiones al público general es, en parte, lo que define el oficio del fotógrafo de naturaleza. En todo caso, así es como lo ve Walter Wust, cuyos trabajos son un testimonio visual de las riquezas naturales de la costa, sierra y selva peruanas. Lo que, ciertamente, no se parece tanto a unas vacaciones prolongadas como podría suponerse a primera vista: sean las dificultades climáticas o geográficas, la persistencia de ciertos insectos o el mero agotamiento físico, este es un trabajo que exige una dedicación y una disposición absolutas.
Los trabajos de Wust han visto la luz a través de diversas publicaciones. La más reciente de estas es “Pacaya Samiria”, un libro desarrollado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) para dar a conocer algunos de los tesoros mejor guardados de esta reserva, ubicada en el departamento de Loreto. Se presentó en Iquitos el 31 de julio, durante la inauguración de un nuevo centro de interpretación del área natural protegida.
-Dado tu oficio, te ves en la necesidad de moverte constantemente. ¿Cómo defines cuál será tu siguiente destino?
El poder viajar constantemente es una de las mejores cosas que tiene este oficio. Viajo mucho por el Perú, y aunque muchas veces trabajo por comisiones, también es cierto que me interesan particularmente las historias de manejo responsable de los recursos naturales.
¿Pacaya Samiria sería un ejemplo de eso?
Definitivamente. Muchas personas creen que con declarar una zona como área natural protegida basta para que esta se conserve, pero hay mucho más. El gran desafío es conseguir que las reservas se autosustenten. En Pacaya Samiria, hay proyectos muy exitosos de manejo regulado de sus recursos naturales, sobre todo en los casos de las tortugas taricaya y de dos peces de río, que son el paiche y la arahuana.
¿Y libros como este?
Los libros de fotografía son esenciales también. Dan a conocer estas riquezas a la gente. Puede parecer increíble, pero hasta ahora no existía ningún libro ilustrado sobre Pacaya Samiria. Había muchos libros de fotos sobre la Amazonía o Loreto, claro, pero ninguno específicamente sobre esta reserva.
Hay, entonces, una cuestión moral en el asunto.
Sí. Sobre todo, lo que hay es una gran responsabilidad. Yo me siento muy afortunado por estar expuesto a tantas imágenes y situaciones maravillosas. Por eso mismo, siento que mi deber es capturarlas y compartirlas con las personas. La imagen, además, tiene mucho poder. No solo ayuda en términos de difusión, generando un interés que a la larga traerá ingresos a la zona. También crea identificación entre los locales, hace que se sientan más llamados a comprometerse y proteger lo que tienen.
¿Qué clase de complicaciones surgen cuando reúnes material para esta clase de libros?
Lo más difícil (y lo más importante) es conseguir captar la esencia del sitio a través de un conjunto de imágenes. Hay muchas cosas que podrían parecer un problema: la logística en lugares remotos nunca es sencilla, y hay que lidiar con los bichos, la humedad y el mal clima... pero al final esos detalles terminan siendo parte de la experiencia del viaje, tienen su lado positivo. Lo peor, en realidad, sucede en la ciudad, cuando tienes que ponerte tu camisa y salir a tocar las puertas de las empresas para vender tu proyecto. ¡Eso sí es de terror!
También forma parte del oficio el retratar a los pueblos, su cultura y costumbres. ¿Cuál es la posición de un fotógrafo frente a esta cuestión?
Es un tema delicado, pero yo lo resumiría en una sola palabra: respeto. Como fotógrafo, debes conseguir que tus imágenes transmitan un aura de dignidad a lo que reflejan. Si no, te arriesgas a convertir a un pueblo y a sus tradiciones en una mera curiosidad exótica, y ese no es el punto.