Ángel Navarro

Habiendo presentado dos shows casi consecutivos en el 2022 ―uno como teloneros de Arctic Monkeys y otro en solitario― ¿Qué motiva a los seguidores de a desembolsar dinero para esta ocasión? Simple. Aquí no se presenta nada nuevo, solo éxitos. Al estilo de las playlist que llevan por nombre “Lo mejor de...”, la banda británica cantó temas de sus dos primeros álbumes: “Turn on the Bright Lights”, uno de sus mejores discos hasta la fecha, y “Antics”, la consolidación de un estilo denominado como post-punk revival - aunque ya aclararon que no buscan revivir nada - que la noche del pasado martes dio ese impulso necesario para llegar al fin de semana.

Sin presentaciones ni previo aviso más que el grito del público al ver ingresar a la banda, Interpol comenzó a la inversa. Primero su segundo álbum “Antics”, luego era tiempo de sumergirse en la nostalgia que ofrecen temas como “Obstacle 1″, “NYC” o “Stella”. Con trajes negros, cortes de cabello clásicos y la misma sobriedad que los caracteriza se posicionaron, mientras tenues luces rojas dejaron el escenario como la portada de su primer disco. La fórmula era infalible, y así continuó la noche.

/ JULIO REANO

La primera canción fue un calentamiento, de inmediato el segundo tema “Evil” auguró lo que ocurrió durante toda la noche. Gritos coreando el nombre de la banda y movimientos que intentaban seguir el ritmo de la guitarra de Daniel Kessler. Agitar la cabeza, marcar el tiempo con el pie o balancear ligeramente el cuerpo. Todo es válido, aunque aparece nuevamente la gran incógnita de cómo bailar correctamente.

Otra forma de disfrutar el show es al estilo gótico de caricatura. Cigarro y cerveza en mano, dando ligeros movimientos de cabeza en señal de aprobación. Aunque toda duda se comenzó a disipar al escuchar el característico riff de “Slow Hands”. Aquí todo vale y todo ocurre. Incluso un gran coro repitiendo al pie de la letra la primera estrofa de la canción. Evento inusual, siendo un tema en inglés que aparece esporádicamente en las listas de canciones donde acompaña a otros temas de bandas como The Strokes, Arctic Monkeys, The Smiths o The Kooks.

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Luego de canciones que parecen diseñadas para escucharse en soledad, aparecen otros temas que animan la noche, donde las luces azules y rojas predominan, apoyadas por reflectores que llenan de luz blanca el escenario. Casi como un flash que aparece para retratar el Anfiteatro del Parque de la Exposición, donde se mira expectante la embelezante voz de Paul Banks, los pasos característicos de Kessler y la ausencia del baterista Sam Fogarino, quien tampoco se presentó en el icónico show en el Zócalo de México donde no consiguió el récord de superar los 300 mil asistentes, pero entró en el top 10, retirando a Rosalía de su puesto.

A pesar de no llenar al completo su show en Lima, la magia de sus primeros álbumes hace entrañable la noche con un concierto más íntimo, más al estilo de sus primeras presentaciones en una Nueva York que solo vive en la letra de sus canciones. Lima también tiene un encanto distintivo, algo que le gusta a la banda que ya se presentó más de seis veces en la capital. “Es un gusto poder estar con ustedes tocando estas bellas canciones - habla Banks en un español más que decente- aquí está la comida más rica del mundo, y un público que siempre nos recibe de la mejor manera”.

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Los murmullos aparecen, al igual que las explicaciones del que conoce del tema: “¿Qué no sabías? Paul Banks habla español muy bien, estudió en México y es egresado de...”. Como un regalo para ellos llega el tema “Specialist”, bonus track incluido en algunas versiones del debut de la banda, “Turn On The Bright Lights” que hace presencia en la segunda parte del show.

Luego la nostalgia entra como quien deja pasar al frío, sin querer, pero con el gusto de no encontrarse en tiempos pasados. Para Interpol, mantenerse tocando únicamente en bares, para los peruanos, recordando el inconstante calor del pasado verano. Empieza “NYC”, tema que enciende las linternas de los celulares, iluminando una parte del recinto, mientras “Stella”, deja la sensación de reemplazar el nombre de ese personaje por algún otro ya conocido.

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Luego de unos minutos donde las canciones son acompañadas por juegos de luces, además de tres bolas disco que agregan una experiencia visual diferente, todo parece acabar con un sobrio “Gracias”, donde la banda se retira ajustándose los trajes y recogiendo algunas cosas lanzadas al escenario. Los menos creyentes se retiran del recinto. Pero con el mismo fervor de quien espera las escenas postcréditos, la mayoría decide quedarse.

Esta vez sí es la última canción. Los pocos que se fueron, regresan. Los que se encontraban de pie alzan sus celulares para registrar el último momento de la noche. “PDA” es su carta de despedida. Imposible no recordar los riffs que aparecieron por primera vez a inicios de este siglo que dejan una extraña sensación de añoranza en una generación que, como Paul Banks, ya son padres. Aunque jamás olvidan el coro “Tenemos doscientos sofás donde puedes dormir / Duerme esta noche”, una gran recomendación para no desvelarse un martes por la noche.