Dos tipos se conocen en la banca de un parque. Puede ser Central Park, como en “I’m Not Rappaport”, la obra original escrita por Herb Gardner en 1984, o en cualquier plaza pública donde dos ancianos puedan sentarse para dar de comer a las palomas, como “En el parque”, la versión peruana dirigida por Domenico Poggi, que reúne en escena al actor mexicano Édgar Vivar y a su colega peruano Ricky Tosso. El primero interpreta a un viejo huraño, que no quiere dejarse ver. El segundo, a un polaco extraño, algo farsante, que va por la vida diciendo que es un espía comunista. Tipos distintos que al inicio se detestan, pero que se convertirán en grandes amigos poco antes de que baje el telón.
Para Édgar Vivar, hay un curioso juego de espejos entre la obra que ambos presentarán desde el jueves 28 de mayo en el Centro de Convenciones Claro de Plaza San Miguel y la amistad que en la vida real ambos cómicos comparten desde hace 17 años. “Una verdadera amistad nace por una serie de coincidencias”, comenta. Y luego para enumerarlas: el amor a la profesión de actor, el gusto por la comedia. ¿Por qué no entonces trabajar juntos? “Para mí es un reto salir de mi zona de confort, dejar los personajes conocidos por todos y tratar de hacer cosas diferentes. Y qué mejor que hacerlo con Ricky”, explica.
En efecto, desde hace más de una década, Édgar Vivar jubiló al Señor Barriga, a Ñoño, al Botija. En todo ese tiempo, grabó telenovelas, puso su voz para doblajes, se dedicó al cine. En el Perú, es la primera vez que subirá a un escenario teatral. Los circos son ya un capítulo cerrado. “Me encanta ver a la gente y que me puedan ver en otro contexto”, indica.
En el 2008, también con el Chavo encarpetado, Chespirito visitó Lima por última vez para presentar su comedia “11 y 12”. Por supuesto, gran parte del público pagó su entrada no por amor al teatro sino para ver en vivo a un ícono de la tele. Y es seguro que algo parecido sucederá cuando Vivar suba a escena. Él lo sabe. “Yo compito contra mi propia imagen, todos los días repiten los programas”, me dice. “Dios perdona pero el tiempo no: ya no puedo hacer las caídas como antes, la peluca de Ñoño me quedaba grande, el Señor Barriga perdió peso. La vida real no permanece estática. Mi reto es convencer al público de que soy la misma persona, pero en otra piel”, confiesa.
Fueron 25 años trabajando al lado de Chespirito. Tuviste que dejarlo porque enfermaste de un mal coronario…
Eso fue antes de que terminara el programa. Sí, hubo una época en la que estuve muy enfermo y tuve que dejar el programa. De hecho, Emilio Azcárraga [presidente de Televisa] pagó para que me internasen en un hospital de Estados Unidos. Después tuve complicaciones muy serias y estuve cuatro veces en terapia intensiva. Si me ausenté del programa fue por cuestiones de salud. Pero permanecí hasta que Roberto lo dio por terminado.
Tuviste que convencer a los productores para que te dieran nuevas oportunidades, mientras enfrentabas también la enfermedad.
Soy una persona profundamente creyente. Dios te da lo que necesitas y no lo que tú quieres. Pienso que necesitaba descubrir las consecuencias de mi sobrepeso para decidir hacerme la operación de ‘by-pass’. Si no lo hacía, iba a morir. Había un riesgo de más del 50% de que me quedara en la plancha. Fue muy difícil.
Una ruleta rusa…
Así es. Podría contarte historias espeluznantes. En fin: me dieron una segunda oportunidad y decidí aprovecharla. Me sirvió como aliciente para salir de mi zona de confort. Quizá si hubiera seguido haciendo del Señor Barriga y Ñoño, podría tener más trabajo del que tengo ahora. Pero no estaría viviendo tan a gusto como ahora. Con 100 kilos menos, me agrada que la gente acepte esta imagen. Por supuesto, para ellos nunca voy a dejar de ser el Señor Barriga. Soy totalmente consciente de eso. Pero qué bien se siente cuando me dicen: “Lo vi en la novela tal, qué buen papel hace”. Eso para mí es una enorme satisfacción.
Porque dejas de ser un ícono nostálgico y vuelves a demostrar tu lugar en la actividad profesional...
Así es. Demostrar que puedo seguir, provocar sentimientos, lo que al final es lo que ofrece un actor.
A propósito de producir sentimientos, tuviste un papel en una película que no ha dejado de perturbarme: “El orfanato” (2007), dirigida por el español Juan Antonio Bayona. ¿Cómo fue esa experiencia?
Única en muchos aspectos. Un guion impresionante, rodar en Barcelona, ¡actuar con Geraldine Chaplin! Al llegar, fue como subirse a un tren en movimiento porque llevaban cinco semanas de filmación. A petición de la actriz Belén Rueda, estaban filmando según el orden del guion. Si te fijas, conforme avanza la historia, ella va perdiendo peso, se va vaciando. Yo no creo en temas paranormales, pero tuve que estudiarlos. Hablaba con el director, y me comunicaba por mail con el productor, Guillermo del Toro. Y todo eso para los 17 minutos que aparezco en el filme. Pero allí está el trabajo.
“El orfanato” es una película ambigua: el espectador no sabe si lo que sucede es producto de la intervención de fantasmas o a causa de la locura de la protagonista al haber perdido a su hijo...
Juan Antonio Bayona, el director, es un tipo muy inteligente. Hacer el guion le costó cinco años. Él decía que esta no era una película de terror ni de suspenso, sino una película sobre el amor filial. Te confieso algo que poca gente sabe: la actriz Belén Rueda acababa de perder a su hijo antes de rodar el filme. Por eso su actuación es tan devastadora.
Tuve la ocasión de entrevistar a Chespirito en Guadalajara. Allí fui testigo del cariño del público, pero también del desdén de los periodistas. ¿Cómo explicas eso?
Es cierto. Yo mismo he intentado entenderlo. Nadie es profeta en su tierra. Aquella actitud que dio un vuelco con su muerte, cuando todos los diarios publicaron la noticia a ocho columnas, dedicándose a decir lo bueno que era.
A diferencia de Tin Tan o Cantinflas, que destacaban en medio de un reparto sin gracia, Chespirito supo reunir a un elenco donde todos brillaban.
Para mí, Roberto [Gómez Bolaños] tuvo la lucidez para entender las capacidades y limitaciones de sus actores. Sin falso orgullo, puedo decirte que tuve al mejor escritor de televisión en castellano creando papeles para mí, como hizo con Carlos Villagrán y el resto del equipo. Cada uno aportó sus cosas como intérprete del personaje, y para eso nos pagaban. Él, siendo escritor, productor, actor, incluso diseñador de escenografía, podía haberse reservado los mejores chistes, pero fue una persona muy generosa. Yo le agradezco que haya tenido fe en mí.
El gran éxito del Chavo fue construir una imagen costumbrista de América Latina. Y en ella hay dos personajes emblemáticos: El señor Barriga, como el burgués, y don Ramón, el proletario. Es lógico que Don Ramón se convierta en héroe popular pero en tu caso, ¿cómo hacer entrañable un papel antipático para las masas?
Concuerdo contigo. Todos los personajes que escribió Roberto tenían un lado luminoso y otro oscuro. Recuerda: el Señor Barriga llegó a perdonarle la renta a Don Ramón. ¡Se llevó al chavo a Acapulco cuando nadie le dio bola! Eso te salva en el concepto de la gente.
MÁS INFORMACIÓN
Sobre la obra "En el parque"
Lugar: Centro de Convenciones Claro de Plaza San Miguel. Esquina de la Calle Mantaro y la Av. Universitaria.
Día y hora: Del Jueves 28 a sábado 30 de mayo, 8 p.m. Domingo 31, 7 pm.
Entrada: 50 y 70 soles.