A propósito del espectáculo que está pronto a reestrenar, Bruno Odar nos recibe en casa para hablar de la actualidad de Shakespeare en tiempos de Ni Una Menos. El montaje, un unipersonal minimalista, permite a Odar convertirse en una especie de espíritu que interpela a Shakespeare por el destino trágico de las mujeres que habitan sus obras.
“Aquí está todo el show”, dice el actor mientras abre una caja de plástico de la que no solo brota el olor acre a naftalina, sino también un cáliz, un libro viejo, una daga de utilería y diversos vestidos y corsets de ánimo isabelino con los que dará vida a las trágicas féminas del bardo de Avon. Sin mucho preámbulo, empieza la conversación.
—Siendo una obra de muchas transformaciones, ¿en qué medida sientes que este montaje ha generado también una transformación personal en ti?
Creo que las obras de teatro y los personajes no llegan al azar al artista. Creo que la mente es como un imán que atrae lo que añoras hacer, y el tema de la mujer es algo que me ha dado vueltas todo el tiempo como artista. En el montaje que hice de “Romeo y Julieta”, por ejemplo, la protagonista fue Julieta. En el montaje de “Frankenstein” que hice, la protagonista es una niña. En este caso, conocimos a Julio Pincheira precisamente cuando fue a ver “Romeo y Julieta”, entablamos amistad y yo le manifesté que tenía ganas de hacer un monólogo, de volver con fuerza a las tablas, y que quería hacer muchos fragmentos de obras de Shakespeare, pero de los personajes masculinos. De pronto me llegó su texto, lo empecé a leer y me pareció una maravilla: vi que eran los personajes femeninos de Shakespeare.
—¿Cómo sientes que te transformó?
El asumir los personajes femeninos me abrió la mente por completo. Pero no es que yo haga de mujer, sino que soy una materia que se apodera del cuerpo de un actor para cuestionar a Shakespeare por el destino trágico que le puso a todas sus mujeres. Esto me hizo darle un poco la vuelta a lo que es Shakespeare y entender las cosas como un sistema que aún perdura, porque hay una exposición de los problemas de la mujer de hace 400 años que, hoy en día, en el 2018, siguen siendo los mismos… Yo tengo tres hijas adolescentes, vivo día a día con los problemas que implica el ser mujer, lo difícil que es ser mujer; pero no veo solo el caso de mis hijas, sino también de las actrices famosas que han dado sus declaraciones. Una de ellas decía, por ejemplo, que cuando empezó a crecer de pronto la prensa empezó a enfocarse en el crecimiento de su cuerpo como 'sex symbol'.
—¿Y qué crees que es lo más difícil de ser mujer?
El crecimiento, en primer lugar. El acoso. Soy testigo de lo que le ha pasado a mi mujer, que la fastidian, la atemorizan, le dicen barbaridad y media. Y en los trabajos también hay una segregación y una infinidad de cosas que a veces me hacen preguntarme que si yo hubiera sido mujer, qué difícil hubiera sido esto. Como actriz, por ejemplo, lo primero que quieren es enfocar tu lado sexual. El hombre un poco se salva de eso, aunque también es utilizado para seguir con este sistema.
—¿Qué nos puede hacer entender un montaje sobre las mujeres de la época isabelina en tiempos de Ni Una Menos y #MeToo?
Los arquetipos que maneja. Todas son castigadas por decir la verdad, todas. Empezando por Emilia, que es la ama de llaves de Desdémona, la esposa de Otelo. Su esposo Yago, cuando Emilia descubre que es él quien ha armado todo el lío contra Otelo, la apuñala. Y Otelo, por una escasa inteligencia de sus emociones y guiado por los celos, estrangula a Desdémona, una mujer que se había casado con él deslumbrada por su heroísmo. Son temas totalmente actuales que pasan a cada rato en nuestra sociedad. Yo creo que la obra refleja estos arquetipos femeninos que siguen presentes: Desdémonas, Emilias, Julietas. Pero la obra no trata solo de exponer los arquetipos y problemas que la mujer vive en la actualidad como hace 400 años, sino también de empoderar a la mujer, reivindicarla como un ser fuerte que tiene todo el poder.
—¿Estás en el momento actoral en el que querías estar?
Sí, me siento cómodo con mis 52 años. Yo agradezco los años que me hacen pensar mejor. No me ha venido esa crisis de los hombres que se pintan el pelo, se compran su carro rojo y quieren estar con una adolescente. Ahora puedo hacer lo que me dé la gana, ya no hay esos temores de los 20 años cuando eres un actor joven y decías: “Uy, ¿le gustará a la gente? ¿Le gustará a los artistas?”. Ya con la experiencia haces lo que te gusta, lo que te da la gana, y lo más bonito es que sabes que va a funcionar. Ya no hay esos miedos y sales feliz de las producciones que haces porque la gente sale feliz, y eso es lo importante: que el público salga feliz. Porque el teatro está hecho para el público, no para los actores.
—Alguna vez te referiste a esta Lima “tan huachafa”. ¿Qué la hace tan huachafa?
Creo que somos bien absurdos y nos hemos acostumbrado a eso: la cuestión política, las bestialidades que escuchamos.
—¿Cómo combatir ese absurdo?
A través de la buena educación. Pero no de los adultos, que ya estamos jodidos. Y no hablo de la educación de aprenderte las cosas de memoria, hablo de la educación basada en el respeto al otro ser humano. El humanizarnos cada vez más. Yo, por ejemplo, he sentido los estragos de una educación machista desde mi casa. Nos autoengañamos diciendo: “No, yo no tengo pensamiento machista, soy actor”, pero al final te das cuenta de que lo estás haciendo de una manera indirecta.
—¿Cómo te diste cuenta?
Con el pasar de los años. Y ese es lamentablemente el problema: que algunos de los hombres tenemos ese pensamiento machista insertado desde la familia y heredado de otras generaciones. Entonces, creo que hay que empoderar a la mujer, pero también hay que cambiar el chip de los hombres, y lo mejor es educarlos desde niños. Ahorita es difícil cambiar eso. ¿Qué puedes hacer con un adulto? ¿Meterle una multa? ¿Agarrarlo a patadas? Eso no va a solucionar nada.
—¿Cuál dirías que fue el mensaje machista sembrado en casa que te fue más difícil de arrancar?
Quizás no lo pueda decir, pero creo que una de las cosas que se me arraigaron fue esta cosa relacionada a los periódicos, que te ponen a la vedette, a la chica para la venta, esta cosa de escandalizarte por un cuerpo femenino que te meten muchos padres de “¡Mira! ¡Mira a esta mamacita!”. Esta voracidad, que es un problema peruano de muchas familias y que muchas madres permiten, lo que hace es alimentar esta lujuria. Entonces, son dos aspectos: alimentas el sentido de inferioridad de la mujer y empoderas al hombre con lascivia. ¿Y qué tienes entonces? Una bomba atómica. Violaciones, abusos, acosos. En neurociencia ya se sabe que la mente puede llegar a cambiar y, volviendo a la pregunta que me hiciste al inicio, creo que eso es lo mejor que me ha dejado “La materia de los sueños”: el ser consciente de que mi mente puede seguir cambiando y creciendo.
Más información
Lugar: Teatro Británico.
Dirección: Jr. Bellavista 527, Miraflores.
Temporada: del 25 de abril al 23 de mayo.
Horario: miércoles, 8 p.m.
Entradas: Teleticket.