Director obsesivo y amante del control, hasta su último montaje no dejó de sentirse responsable de cada tornillo de la escenografía, de cada tacho en la parrilla de luces, del vestuario de sus actrices (incluidos los tacones y la ropa íntima). Sin embargo, cumplidos los 86 años, Osvaldo Cattone piensa que ha llegado el momento de delegar un poco. Reconoce que ya no tiene 50 años y no quiere equivocarse ni decaer artísticamente. Mientras tenga memoria y energía, afirma, quiere seguir en la escena interpretando papeles acordes a su edad. Eso sí: dirigir y producir ya no es una opción: “No quiero odiar el teatro porque me sienta agotado”, afirma.
►Isabelle Huppert, la actriz que mejor sabe cómo piensa un psicópata
►Arte de selección: cien formas de llevar una camiseta para el Bicentenario | FOTOS
Entonces, con Maki Arana y Chalo Gambino, sus queridos lugartenientes, Cattone definió un plan de trabajo que le permite dosificar su trabajo. Desde ahora, actuará solo en las producciones que elija, derivando dirección y producción en otras personas. Con el entusiasmo de un actor que reencuentra su libertad, Cattone nos cuenta que acaba de conseguir los derechos de dos obras deliciosas: la comedia del francés Eric Assous “Nuestras mujeres” (Nos femmes) y “El rey se muere”, radical ejemplo del teatro del absurdo de Ionesco. Dos proyectos en los que el actor argentino se pondrá en manos de los directores Lucho Tuesta y Édgar Saba, respectivamente. Mientras tanto, en octubre, el Marsano estará reservado para el director Roberto Ángeles, quien lleva a escena “Respira”, del dramaturgo Eduardo Adrianzén.
–Papá no olvida–
Pero ahora es el director Juan Carlos Fisher quien comparte sus notas con Cattone previo al estreno de “El padre”, esperada reposición que promete reeditar el éxito conseguido en junio del 2017 en el teatro La Plaza. Entonces, hacía mucho tiempo que el actor no protagonizaba una obra dramática y aquel montaje lo conectó con nuevos públicos. “Había un Cattone que había caído en la rutina. Hice bien en salir del Marsano para probarme en otro lugar”, recuerda.
— Como dice la frase hecha, ¿sientes que saliste de tu zona de confort?
Así es. Llega un momento en que uno pierde la distancia necesaria para saber qué está pasando a su alrededor. Últimamente me mandaban cualquier obra y pensaba hacerla sin considerar si era el momento político, histórico o coyuntural.
— El sentido de oportunidad...
Mi salida del Marsano me enseñó mucho. Después de 40 años, probarme en una ‘infidelidad’ resultó nutritivo.
— ¿Te enseñó o te ha hecho recordar cosas olvidadas?
Digamos que me devolvió la ilusión. El Marsano ya funcionaba solo.
— ¿Te habías aburguesado?
Sí. ¡Ya tenía panza! Y eso no me gusta.
— ¿Sin embargo, no te incomoda ver a personas extrañas trabajando a tu alrededor?
¡Me quedo en mi camerino! Pido que me llamen cuando todo esté listo. Me comporto como cuando era un joven actor en Argentina y no opinaba, cuando era solo un galancito. Mira: siento que se me acaba la vida. Tengo 86 años. Podré vivir cinco años más, pero no 30. Tengo una necesidad que no sentía a los 40, cuando era impulsivo. Ahora sigo siéndolo, pero codifico más lo que hago.
— ¿Qué tan difícil te resultó aprender a delegar?
Llegó un momento en que me dije: ¿Qué hacemos con el Marsano, una comedia más? ¿O, de pronto, zambullirme en aguas peligrosas? Elegí lo segundo. Y me fue muy bien.
— ¿Piensas en tu propio padre al participar en un montaje como este?
Mi padre murió de una manera trágica. Yo estudiaba en Italia, y él iba a verme, pero murió en el viaje. Es un cuento que algún día tendría que escribir. Aunque no lo creas, no pienso en nada cuando hago “El padre”. Soy un actor: me clavo el puñal haciendo Otelo, pero luego salgo a saludar. Actuar es fingir.
— La obra de Florian Zeller nos plantea lo devastador que resulta el mal de Alzheimer. ¿Sin embargo, en una mente sana, crees que el olvido es algo necesario?
Tengo un amigo que perdió a un hijo de 9 años en un accidente. No creo que haya dolor más grande. Después de 20 años, vamos al cine a ver una comedia y lo veo reír. No es que haya olvidado al hijo, pero la vida continúa. El olvido del dolor es necesario. De otro modo, no se podría vivir.
— ¿Olvidar las miserias que nos rodean es tu secreto para la longevidad?
Es lo más sano. Voy al velorio de Claudia Dammert o de Sofía Rocha. Las lloramos y al rato estamos hablando con los amigos de las películas que hemos visto. ¿Eso es no quererlas? ¿Es insensibilidad? Creo que no. Es simplemente reconocer que la muerte es parte de la vida. Y que tenemos que aprender a vivir cada momento.
— Finalmente, ¿qué crees que deberíamos olvidar en el Perú? ¿Qué dejar atrás?
El complejo de inferioridad.
“Me comporto ahora como cuando era un joven actor y no opinaba, cuando era solo un galancito”
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: teatro Marsano.
Dirección: Av. General Suárez 409, Miraflores.
Estreno: 13 de julio.
Funciones: de miércoles a sábado, 8 p.m. Domingo: 7 p.m. Entrada: S/80 y S/38.