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Con la llegada del calor, también se acerca una de las temporadas más intensas del año para la costa estadounidense: la de huracanes. Este fenómeno natural despierta cada año entre la expectación y la preparación. Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), la temporada de huracanes en el Atlántico comienza el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre, mientras que en el Pacífico oriental inicia el 15 de mayo.
En promedio, una temporada en el Atlántico deja 14 tormentas con nombre, de las cuales siete se convierten en huracanes y tres en huracanes mayores, es decir, de categoría 3 o superior en la escala de Saffir-Simpson.
Estas cifras, sin embargo, pueden variar significativamente año a año. La naturaleza no sigue calendario, pero sí patrones: la primera tormenta suele aparecer a mediados de junio, el primer huracán entre agosto y, el primero de gran magnitud, hacia finales del verano.
En siete de los últimos diez años, al menos una tormenta con nombre se ha formado antes del 1 de junio (Foto: AFP)
EL PRONÓSTICO DE LA TEMPORADA DE HURACANES 2025
Este 2025, los meteorólogos ya han lanzado sus primeras advertencias. The Weather Company y Atmospheric G2 proyectan una temporada menos activa que la de 2024, pero con un riesgo más alto de impacto directo en tierra firme de Estados Unidos.
Se esperan 19 tormentas con nombre, nueve huracanes y al menos cuatro de categoría mayor. La amenaza no radica solo en la cantidad, sino en la trayectoria impredecible de estas bestias del clima. Entre los nombres que podrían quedar grabados en la memoria colectiva este año están Andrea, Dexter, Gabrielle o Van.
Según la Organización Meteorológica Mundial, esta es la lista de nombres para la cuenca atlántica en 2025 (Foto: @NHC_Atlantic)
¿CÓMO SE FORMAN LOS HURACANES?
Todo comienza sobre los océanos, donde el calor es el combustible perfecto. Como explica la NASA, los huracanes, técnicamente llamados ciclones tropicales, nacen del aire cálido y húmedo que se eleva desde aguas templadas, formando una zona de baja presión. Este proceso alimenta un sistema en constante rotación que gana velocidad y estructura.
A medida que se forma un núcleo de baja presión, el sistema atmosférico gira cada vez más rápido, formando un ojo en el centro: el corazón tranquilo de una tormenta que ruge a su alrededor. Cuando los vientos superan las 74 millas por hora, el sistema pasa a ser oficialmente un huracán y entra a la escala de categorías: desde la 1, relativamente leve, hasta la temida categoría 5, con vientos superiores a 157 mph.
Aunque los huracanes pierden fuerza al tocar tierra, el daño que provocan sigue siendo significativo. Los vientos pueden derribar estructuras, las lluvias generan inundaciones y los cortes de energía dejan a millones en la oscuridad. A pesar de los avances tecnológicos, los huracanes siguen siendo un reto para la ciencia, la infraestructura y la capacidad humana de adaptación.
Frente a esta amenaza inminente, la preparación es clave. Conocer las rutas de evacuación, tener kits de emergencia listos y prestar atención a los reportes meteorológicos puede marcar la diferencia entre la seguridad y el desastre. Porque aunque no podamos detener a un huracán, sí podemos estar listos para resistir su paso.
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Periodista con experiencia en redacción y creación de contenido digital. Soy licenciado de la Universidad Jaime Bausate y Meza. Trabajé en medios de comunicación y agencias de marketing. Experiencia también como fotógrafo en campos deportivos.
