
Si a Ronaldo los delanteros le tocan las piernas, desde hoy no existe un arquero que no desee darle la mano a Damián Emiliano Martínez. Sus manos ya no le pertenecen: se han anidado en la memoria emotiva de Sudamérica, la patria grande. Flotan, como si tuvieran vida propia. Y sus guantes, cuyas replicas se convertirán en los souvenirs más cotizados, se subastarán por millones dentro de algunas décadas.
Se llama Damián y le dicen ‘Dibu’, como si cohabitara entre las brasas de la maldad y el mundo de la fantasía. Como compañero es el mejor, dicen quienes han compartido vestuario con él. Como rival, el más despiadado. Sobre todo en los penales, donde desmorona a los ejecutantes de diversas maneras. Comiéndoles la oreja, como le ocurrió a Yerry Mina. Pero también con una mirada fija, algún reclamo o moviéndose incesantemente sobre la línea de gol, esa frontera entre la gloria y el fracaso.
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Coman y Tchouameni lo padecieron. No se patea igual frente a un especialista. Y el Dibu tiene esa fama muy bien ganada. A la velocidad de la luz, por cierto. Se calzó los guantes de la Selección Argentina por primera vez en junio de 2021 en un empate ante Chile por las Eliminatorias. De eso apenas un año y medio. Un tiempo breve y fecundo: la Copa América Brasil 2021 y la Copa del Mundo Qatar 2022.
Antes de sentar a Armani y ser el ‘1′ indiscutible de la Albiceleste, el Dibu era uno más entre los miles de argentinos que destacan en el fútbol. Se formó en Independiente de Avellaneda, pero se lo llevó el Arsenal antes de que cumpliera los diecisiete años. En realidad, lo compró para prestarlo. El Dibu rebotó cual pelota de ping-pong por varios clubes de Inglaterra sin éxito alguno. Equipos que peleaban por no descender más que por tentar algún título. Oxford United, Sheffield Wednesday, Rotherham United, Wolverhampton, Reading. Ni el Chelsea, ni ninguno de los grandes de Manchester le había puesto el ojo. No existía en la Premier League. En el Getafe de España tampoco le fue bien.
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Hasta que en el 2020 firmó por el Aston Villa e inició su locura. Su rutina hacia lo extraordinario. Porque la frase que el periodista Juan Pablo Varsky repite y repite para describir a Messi, también le calza al Dibu si solo se toma en cuenta sus últimas tres temporadas. Es como si la vida le hubiese dado la oportunidad de comenzar de nuevo a los 28 años.
Qué fácil sería todo si el talento y el oficio pudiera trasplantarse tan solo con el tacto. Si bastara con un apretón de manos para construir una carrera. Pero, como hemos visto, ha habido mucho polvo en la trayectoria de este campeón del mundo. Estrafalario, bocón y magnífico. Desde hoy Damián Emiliano Martínez, el Dibu, puede sentarse en la misma mesa que Ubaldo Matildo Fillol y Nery Pumpido. Su fantasía se hizo realidad.

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