Jerónimo Pimentel

En el invierno de su carrera, a aún le quedan goles por marcar, récords por destruir. Esta semana se convirtió en el único futbolista en la historia en anotar en cinco mundiales diferentes y aumentó su marca en la tabla de goleadores históricos de selección (cuadro que lidera con 118 anotaciones en 192 partidos). Por si fuera poco, rescindió su contrato con el Manchester United, club al que acusó de ser solo una empresa con objetivos comerciales, mas no deportivos; y de esta forma denunció su rol secundario en la escuadra de Ten Hag. En 3 meses, el próximo febrero, el delantero cumplirá 38 años.

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Irónicamente, el principal problema del Ronaldo futbolista es el Ronaldo marca. Esto significa que su valor comercial, simbólico e icónico está por encima de su desempeño en el campo, que este año ha sido discreto. Normalmente este desbalance entre rendimiento y cotización publicitaria se resuelve con un retiro dorado. Hay muchas señales de cuándo llega ese momento, pero un síntoma inequívoco es cuando los auspicios dejan de corresponderse con las posiciones en los rankings. Federer es un ejemplo reciente. Antes de su despedida, apenas había podido competir, y sin embargo el año pasado el tenista suizo era el séptimo deportista mejor pagado del mundo (Cristiano era el tercero). No hay nada malo en cosechar lo sembrado. Pero se debe tener consciencia de cuál es el momento en el que se vive.

Ronaldo no parece resignarse a que la jubilación está cerca y es entendible por qué. Toda su carrera se ha construido bajo la idea de que el esfuerzo y la disciplina son suficientes para vencer los límites, no importa cuáles sean. Si compite contra uno de los mejores de la historia, Messi, logra sostener la comparación por una década. Si pierde velocidad como extremo, se reinventa como delantero centro. Si se agota su paso por el Manchester United, triunfa en el Real Madrid; si se harta del Bernabéu, lo acoge Juventus. Una vida construida así, bajo esta narrativa, es difícil de cortar, de detener. ¿Pero qué ocurre cuando no existe ya un paso más glorioso que dar? ¿Qué ocurre cuando la escalera parece haber llegado a su fin y no hay más escalones que subir? ¿Qué ocurre cuando es el tiempo el rival a vencer?

Lo ocurrido en su último regreso a Inglaterra es claro: CR7 exige un proyecto construido a su alrededor y una subordinación total a su figura, a su talento, al lugar que ocupa en la historia. Pero la historia no juega los partidos y sus características hoy demandan un esquema tradicional: la de un 9 de área sin responsabilidad en el marcaje y cierta libertad en el desarrollo ofensivo y defensivo del juego. Pocos equipos grandes se pueden permitir este dibujo en la pizarra (¿quizás el Atlético de Madrid?), pero las tendencias del fútbol moderno apuntan a desaparecer a los delanteros centro a favor de un atacante versátil y armador. ¿Su futuro estará en Arabia? ¿Algún club brasileño de billetera gigante buscará dar el batacazo? ¿O algún europeo insistirá en retenerlo en el Viejo Continente?

El capitán luso puede ver con optimismo el fin de año: va primero en el complicadísimo Grupo H con Portugal y puede jugar mañana con la necesidad de Uruguay, obligado a sumar puntos luego del empate ante Corea del Sur. Sea lo que decida estará bien. Es el beneficio de vivir un presente eterno.

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