El polémico obispo de Osorno Juan Barros, a un mes de ser nombrado por el papa a pesar de peticiones en contrario, cosecha una creciente indignación de parte de sus feligreses, a los que pareciera temer porque acude a misas y reuniones acompañado de policías con perros y escoltas privados.
El malestar del Movimiento de Laicos y Laicas de Osorno se tradujo en el incremento de las manifestaciones pacíficas para exigir la renuncia o remoción de Barros, de quien testigos afirman que presenció y no denunció los abusos sexuales de su mentor, el cura Fernando Karadima, el peor sacerdote pedófilo de la Iglesia Católica chilena.
Las últimas protestas fueron una marcha de paraguas negros en la que participaron unos 600 feligreses, profesores y apoderados de colegios católicos frente a la catedral de Osorno, el 10 de abril, y una protesta pacífica al día siguiente en la capital chilena, donde Barros participaba en un seminario, informó a The Associated Press Juan Carlos Claret, uno de los líderes del Movimiento.
"Ahora nosotros comenzamos a radicalizar nuestro movimiento. Lo vamos a transversalizar", advirtió a la AP Mario Vargas, 52 años, magister en educación, otro dirigente del grupo.
El color negro se instaló entre los detractares del obispo, que antes de ser enviado a Osorno, 930 kilómetros al sur de Santiago, fue obispo castrense de las fuerzas armadas.
El inédito rechazo a Barros surgió de inmediato tras su nombramiento por Francisco el 10 de enero y cuya mayor expresión se observó en la ceremonia de asunción, el 21 de marzo, que tuvo lugar entre medio de una caótica ceremonia religiosa en la catedral de Osorno, donde los empujones y roces entre sus partidarios y detractores obligaron al obispo a acortar el rito y suspender la comunión.
El feligrés Carlos Meza, 43 años, abogado, dijo que en Osorno "es evidente que la mayoría está en contra de su nombramiento. El descontento es genérico y a todo nivel".
Añadió que tras su llegada, "se siente algo agrio y que trasciende todo tipo de actividades, no solamente las misas, también las reuniones de catequesis y cualquiera actividad eclesial".
Barros, de 58 años, ha realizado una media docena de misas y ha llegado a los templos con sus escotas policiales y con guardias privados que, según Vargas, no son de Osorno.
La página en internet de la Iglesia Católica dice que el jueves santo Barros presidió una misa en la parroquia "San José". Lo que no señala es que había unos 300 feligreses, los que empezaron a retirarse al verlo llegar custodiado, dijo Claret.
"Es algo sorprendente, es algo que no tiene sentido y no tiene ninguna lógica porque a él nadie le ha hecho nada", opinó Meza sobre sus escoltas.
La indignación aumentó el 8 de abril cuando el obispo llegó custodiado a una reunión con líderes del Movimiento, a la que se había comprometido a acudir sin resguardo. Vargas precisó que había al menos un par de escoltas de civil, policías con perros y un autobús policial en la céntrica plaza de armas.
"Si teníamos una brecha grande en nuestro relación con el obispo de Osorno, esta se agrandó demasiado. Es como la gota que rebalsó el vaso", afirmó Vargas.
En un video tomado por uno de los presentes se observa a una mujer encarar al obispo y preguntarle quién llamó a la policía, a lo que Barros, con rostro desencajado responde, "ellos vinieron" y otra le gritó, "somos un movimiento laico pacífico, no nos puede violentar de esta manera".
Al concluir la reunión anual de obispos, el último viernes, Barros recordó que a fines de marzo el Vaticano emitió una declaración en la que dijo que "no se vio dificultad" para su nombramiento, y consultado sobre si pensó renunciar ante tantas peticiones en ese sentido, respondió que "yo soy un hijo de la Iglesia y como hijo de la Iglesia deseo cumplir, asumir lo que el santo padre vaya señalando".
Según él, ha habido "una evolución" en su relación con los feligreses. "He visitado 10 comunidades religiosas, he conversado con sacerdotes, con seminaristas, con laicos", declaró.
Sus detractores también están en Europa. Cuatro miembros de la comisión asesora papal sobre abusos sexuales transmitieron al papa, por intermedio de un obispo, su preocupación por el nombramiento de Barros, sumándose a quienes opinan que debería renunciar.
Barros estuvo desde los 13 años con Karadima, quien por décadas dañó a centenares de jóvenes con sus abusos sexuales, por lo que fue castigado en 2011 por el Vaticano a una "vida de oración y penitencia". Barros además defendió a su mentor en el juicio canónico y en el penal, y afirma que nunca vio sus abusos.
Dos víctimas entrevistadas por AP aseguraron que Barros presenciaba cuando Karadima abrazaba a los muchachos, les pasaba las manos por sus genitales, sobre el pantalón, y los besaba cerca de la boca.
Fuente: AP