Un lugar común hoy es suponer que la recesión internacional en curso fortalecerá las tendencias hacia la creación de economías menos dependientes del exterior. Es claro que tales tendencias existen. La pregunta, sin embargo, es si son temporales o habrán de perdurar en el tiempo. Creo que, en algunos casos, esas tendencias no perdurarán en el tiempo.
Por ejemplo, medidas como restringir los vuelos comerciales procedentes de China hacia Estados Unidos tenían sentido en la etapa inicial de la pandemia (cuando aún no existían casos de transmisión comunitaria en Estados Unidos). Pero hoy, cuando este país representa alrededor de un tercio de las infecciones registradas y alrededor de una cuarta parte de las muertes a nivel mundial, prohibir los vuelos comerciales procedentes del Brasil no hará mayor diferencia.
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Otro ejemplo de cómo medidas que en principio podrían parecer razonables de pronto se revelan contraproducentes, es el de la Gran Depresión. Durante su vigencia, la mayoría de las grandes economías apelaron como respuesta al proteccionismo y las devaluaciones para conseguir ventajas comerciales. Pero dado que sus principales socios hicieron lo mismo, esas medidas se neutralizaron entre sí contribuyendo a profundizar la crisis.
Un tercer ejemplo sería el argumento según el cual, para no volver a padecer los cortes de cadenas de suministros internacionales, habría que comenzar a producir a nivel nacional los insumos importados. De un lado, al perder las mejoras en productividad que permite la especialización, ello podría tener efectos adversos sobre el conjunto de la economía de un país (dado que las empresas nacionales pagarían precios mayores por insumos que, además, podrían ser de menor calidad). De otro lado, producir a nivel nacional todos los insumos que antes se importaban concentraría todo el riesgo en el propio país y supondría la pérdida de economías de escala.
Mi punto no es que no haya un problema por resolver, sino que, a mediano y largo plazo, la solución que ofrece el cierre de la economía suele empeorar las cosas. En el caso de las cadenas de suministros internacionales, por ejemplo, frente al riesgo que implica depender en gran proporción de un solo proveedor (como la dependencia estadounidense de insumos farmacéuticos provenientes de China), existen mejores alternativas que intentar producirlo todo a nivel nacional. De un lado, diversificar las cadenas de suministros internacionales. De otro, admitir que la gestión logística basada en la estrategia conocida como ‘justo a tiempo’ (según la cual no es necesario tener reservas de insumos porque estos siempre se podrán obtener de terceros en la cantidad y el momento adecuados), implica riesgos que fueron subestimados.
Pero también es probable que algunos cambios sean duraderos. La pandemia nos reveló cómo, súbitamente, desaparecían los “mercados libres” de, por ejemplo, respiradores mecánicos o pruebas para diagnosticar el COVID-19 (sea porque algunos gobiernos prohibían su exportación o porque algunos gobiernos se apoderaban con malas artes de embarques que tenían otro destinatario). En el caso de los respiradores, cabe la posibilidad de mantener reservas para una eventual crisis (cosa que solo el Estado podría tener incentivos para hacer, dado que los hospitales privados suelen aplicar la estrategia del ‘justo a tiempo’). Pero no pueden existir reservas de pruebas para diagnosticar la presencia de un virus que todavía no existe. En ese caso, sería útil tener capacidad de producción nacional.
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