Hace dos años, el salvadoreño José Salvador Alvarenga conmovió al mundo con la historia de su naufragio. El pescador desapareció en 2012 y por 13 meses luego de partir una mañana en su lancha desde la costa del Pacífico mexicano y fue hallado en atolón de Ebon, en las islas Marshall.
Alvarenga partió del puerto Paredón Viejo, en México, junto a Ezequiel Córdoba, un joven de 24 años que se sumó al viaje de último minuto. Ambos subieron a una lancha blanca, con comida para ese día y una hielera celeste de casi dos metros de largo para mantener fresca la pesca en el viaje de regreso.
Cuando estuvieron en altamar, los vientos del norte les hicieron perder el rumbo y la frágil lancha pesquera de siete metros terminó en medio de una tormenta que arruinó el motor y dejó a los pescadores a la deriva. Ambos subsistieron durante semanas bebiendo su propia orina y la sangre de gaviotas y tortugas que lograban atrapar.
En un momento, Córdova enfermó tras consumir la carne de un pájaro en mal estado y dejó de comer. Unas semanas después falleció. Antes de su dramática muerte, Alvarenga le prometió que visitaría a su familia para contarle su historia y entregarle su cuerpo.
Así conservó el cuerpo de su compañero en la embarcación durante varios días. "Cada mañana le daba los buenos días", narró. Hasta que en un momento, cuando avanzaba su putrefacción, decidió arrojar los restos de Córdova al mar.
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Tras estar a la deriva por 438 días, José Salvador Alvarenga divisó unos árboles en el horizonte. Al llegar a la costa, su lancha volcó. Nadó hasta la orilla y se desmayó. Los gritos de dos mujeres lo despertaron.
Cuando las agencias internacionales difundieron la foto del náufrago, en Chocohuital (México) lo reconocieron al instante. Había llegado a esa ciudad junto a su hermano 15 años antes, su plan era llegar a EE.UU. Pero le gustó el lugar, la vida de pescador y se afincó.
La historia de Alvarenga fue narrada en un libro escrito por el periodista Jonathan Franklin. En la obra el náufrago asegura que todavía se siente a la deriva en el asfalto, sueña con estar perdido en el mar y tiene fobia a las aglomeraciones de gente.
Finalmente, Alvarenga decidió cumplir la promesa que le hizo a Córdova y visitó a su familia, pero la madre del joven fallecido no lo quiso escuchar. El resto de la familia sí lo hizo, pero no le creyeron. Ahora han presentado una demanda ante la Justicia en la que lo acusan de haberse comido a su compañero de naufragio y exigen un millón de dólares como indemnización.
Fuente: Agencias
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