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Un poco en serio y un poco en broma, de los chilenos se suele decir que son los ingleses de Sudamérica. Los uruguayos serían los suizos y los argentinos, los franceses. La periodista Cristina Pérez explora de dónde viene esta última creencia, que tiene más base histórica de la que muchos creerían.
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No es la ensoñación de un turista que caminando por Buenos Aires sintió un déjà-vu parisino al contemplar palacetes y esculturas.
Tampoco es el efecto de haber escuchado a demasiadas personas comentando su sesión de psicoanálisis en un petit café porteño.
Fue un propósito histórico deliberado y ha impregnado la identidad de los argentinos desde los albores de su Estado: la decisión de ser los franceses de Latinoamérica.
¿Pero entonces fue un afrancesamiento deliberado el de los argentinos?
"La atracción hacia la exquisitez francesa hizo que en 1880 se regalaran 20.000 pasajes gratis a franceses que quisieran venir a la Argentina y el 'gancho' oficial de esa campaña era que Buenos Aires era la París de Latinoamérica", precisa el historiador Daniel Balmaceda.
"Capital de un imperio que no existe"
La intención de ser los franceses de Latinoamérica redundó en el más asombroso despliegue de imitación cultural y en una fenomenal inversión edilicia gracias a una prosperidad sin precedentes que catapultaba entonces al país al sexto puesto en la economía mundial.
Entre 1890 y 1920 se construyeron 140 palacios en la Avenida Alvear.
"Entre 1890 y 1920 se construyen 140 palacios a lo largo de la Avenida Alvear, intentando replicar París pero con edificios de mayor tamaño", cuenta Lazzari, que recuerda la expresión de George Clemenceau en su libro "Notas de Viaje por América del Sur", en el que llama a Buenos Aires "la capital de un imperio que no existe". La consideraba incluso más grandilocuente que París.
"Esos edificios representan la cumbre del modelo social y cultural francés", concluye.
"En las principales casas del país -desde 1890 en adelante- quedaba muy bien tener un cocinero francés además de una institutriz francesa, y muchos niños se criaron directamente hablando en francés", detalla Balmaceda.
Muchos palacios aún conservan la impronta francesa.
La escritora Victoria Ocampo es uno de los ejemplos más notorios de quienes aprendieron francés como lengua materna antes que el español.
Pero además, la Argentina de entonces tuvo dos presidentes que fueron elegidos como tales cuando eran embajadores en Francia -Marcelo T. de Alvear y Roque Saenz Peña- y la comunidad argentina era la más numerosa en París: llegó a alcanzar las 20.000 personas.
"Estaré en Francia cuando la grata muerte me llame en un lugar de Buenos Aires", escribió Jorge Luis Borges en su poema "A Francia".
Con la vaca en el transatlántico
Las clases más adineradas no escatimaban viajes a la Ciudad Luz, aunque, eso sí, llevando la propia vaca en el barco para tener leche fresca.
Y los apoyos argentinos a Francia durante la Primera Guerra Mundial incluyeron desde la construcción de hospitales hasta la apertura de casas particulares en París para asistir a heridos.
La popularidad del tango se terminó validando cuando la danza conquistó París.