Una nación de oportunidades, libertad, consumo masivo, igualdad y prosperidad son pilares de una propaganda que, durante años, influyó en millones de personas que anhelaban llegar a Estados Unidos: el sueño americano. En un mundo que no se detiene frente a la globalización y con el presidente Donald Tump en pie de guerra por su veto migratorio, la mirada onírica se desvanece ligeramente.
El término “sueño americano” fue acuñado por el historiador James Truslow en 1931 como una aspiración a la riqueza y el crecimiento que debería estar garantizada para todo ciudadano independientemente de su clase social o las condiciones en las que nace. Una premisa que recuerda las imágenes de mexicanos cruzando la frontera de cualquier manera posible solo por llegar a esa tierra prometida.
Sin embargo, en tiempos en los que Estados Unidos está gobernado por un presidente que creó el término “bad hombres”, en alusión a los inmigrantes mexicanos, una cifra se presenta reveladora: en enero de 2017 fueron deportados 12,447 mexicanos, menos que ese mismo mes un año antes, con 13,093 personas que fueron enviadas de EE.UU. a México, según el Instituto Nacional de Migración mexicano.
En entrevista con El Comercio, Isabel Berganza, directora de la Escuela de Derecho de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y experta en inmigración, comenta que regularizarse en Estados Unidos nunca ha sido fácil, pero el cambio ahora “pasa por una política que toma a los migrantes como chivos expiatorios, por la inseguridad, por el empleo que se cree que les quitan a los estadounidenses. Y también estamos viendo deportaciones, tanto a quienes cometen delitos, como a los indocumentados que no los cometen”.
Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado de EE.UU., argumenta en una columna de opinión para el diario mexicano El Universal que las órdenes ejecutivas dictadas por el presidente Donald Trump al inicio de su mandato reflejan que sólo pretende ayudar a los más adinerados y no a las familias trabajadoras. Incluso, prosigue, la única promesa que el mandatario ha cumplido “es la de sembrar miedo y ansiedad en la comunidad inmigrante”.
Y es que la última campaña electoral y la victoria de Donald Trump marcaron la construcción de barreras contra el sueño americano para lograr un endurecimiento de las políticas de seguridad, ahora aceptadas por la población estadounidense ante el temor frente a los atentados.
Para Berganza, “el miedo a lo que pasará vuelve más difícil el sueño americano”, pues “el [atentado a las Torres Gemelas del] 11-S y los atentados en Europa hacen una política contra las personas de religión musulmana. Y Trump, además de eso, aplica un veto migratorio y potencia los prejuicios contra latinoamericanos y mexicanos, fundamentalmente contra los que están en situación de irregularidad”.
Por otro lado, el ex asesor de Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, Robert Putnam, comentó a la BBC Mundo que el sueño americano está en peligro por un preocupante incremento de la desigualdad en el sistema que ha mantenido a flote a la potencia mundial.
La opinión de este reputado politólogo es más que solo un comentario. Hace eco de la voz de una generación cuya juventud se sitúa en la víspera e inicios de la década de los 50, cuando la Doctrina Truman puso a toda máquina, en su carácter anticomunista, la promoción del capitalismo y de una nación de oportunidades a la que todos debían aspirar. ¿Qué ocurre ante este escenario? ¿Cómo afecta a los peruanos?
“La visión de los peruanos y peruanas respecto a la inmigración ha pasado de ‘para desarrollarme tengo que ir fuera’ a cambiar la perspectiva de que aquí también puedo crecer y ‘vivir el sueño peruano’. Muchos van al exterior y luego regresan para desempeñarse en sus profesiones”, explica Berganza.
Para la experta, “lo que ha crecido mucho es la migración forzada, es decir, quienes se ven obligados a salir frente a conflictos en sus países. Esto ocurre en Venezuela, por ejemplo, y algunos países como Perú han tomado la decisión de abrir sus puertas y otorgar permisos para que estos migrantes trabajen”.
“La política migratoria siempre tiene que encontrar un equilibrio entre derechos humanos y seguridad, porque sino uno puede cerrar todas las puertas y decir que todos son delincuentes cuando eso no es cierto y las estadísticas lo demuestran”, sentencia.
Con esa vorágine sobre sus hombros y un muro judicial impuesto a su propio veto migratorio, cuya primera versión fue proclamada el 27 de enero y tuvo que ser sustituida por un nuevo documento que extinguió todos los recursos posibles ante los tribunales, Donald Trump espera la conclusión de la batalla por erigir el estandarte de sus políticas anti-inmigrantes en la Corte Suprema.