El peruano Iván Figueroa calcula que de las dos mil personas que vivían en su edificio en el centro de Kiev solo quedan unas 200. Han pasado poco más de dos semanas de la invasión rusa y cada vez son menos los que permanecen en Ucrania. Él sigue en el país porque la familia de su esposa no quiere irse y porque desde hace 39 años Ucrania es su hogar.
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Iván trata de mantener un buen ánimo. Ya se acostumbró al sonido de los bombardeos y las sirenas antiaéreas, aunque el asedio apabullante aún no alcanza a Kiev. Cuenta que si la capital se mantiene en pie, es gracias a la resistencia de sus militares y sus ciudadanos. “El problema principal es que la situación se puede agravar”, dice el peruano a través de una llamada de WhatsApp.
Recuerda que en muchas ciudades hay guerra completa todo el día. Las escuelas están destrozadas, hay hospitales y casas bombardeadas. “Ojalá que eso no llegue aquí, aunque realmente lo estamos esperando, lamentablemente”, afirma.
La resistencia que Iván y sus vecinos realizan consiste en apoyar con el control de las calles cercanas y estar siempre atentos en coordinación con las fuerzas de defensa. Para él, defender a Ucrania es defender a su familia, a sus amigos, a su país. “Estamos preparándonos porque en el momento en que llegue algo a la ciudad y que esto se ponga bastante feo vamos a tener armas para apoyar desde las ventanas, desde los edificios, desde donde se pueda, a que no entren más de lo debido. El deber de cualquier persona es defender a su patria”, dice antes de terminar la llamada de WhatsApp.
Cerca de la frontera con Rumanía, en la región de Los Cárpatos, hay otro peruano dispuesto a quedarse lo máximo posible en Ucrania. Han sido jornadas eternas para Nivio Ilich Huamán. Su hijo mayor está llamado a hacer servicio militar y, al igual que todos los jóvenes mayores de 18 años, no puede dejar el país. Por estos días, Nivio y su familia han encontrado una forma de pelear juntos esta guerra.
El jueves ayudaron a descargar y organizar más de 50 toneladas de ayuda humanitaria que venía de Rumanía para los que huyeron de las zonas de conflicto, sobre todo quienes se encuentran en Járkov y Kiev. En las fotos que nos envía hay una en la que un gorro con el escudo del Perú destaca entre las donaciones de ropa y comida. “Siempre a mi Perú conmigo”, dice Nivio en un mensaje de audio. El compatriota regresó hace un par de días de Rumanía, cruzó llevando a un peruano que intentaba dejar la guerra atrás.
Nivio también recibe muestras de solidaridad. Personas de todo el mundo alquilan por Internet el departamento que tuvo que dejar en Odesa para que reciba el dinero. “Es increíble lo que hace el mundo, lo hacen simplemente para ayudarnos no porque ninguno de ellos vendrá. Con ese dinero compró cosas para el ejército, para los centros de ayuda humanitaria, para la gasolina y así poder llevar o recoger a las personas que están de tránsito y que quieren llegar a la frontera”, comenta. Por ahora no tiene planes de dejar Ucrania, pero tampoco sabe qué vendrá después. “Esperamos que todo termine, pero no hay cuándo pare esta barbarie”, agrega por teléfono.
La meta es volver
La mayoría de quienes se ha desplazado dentro de Ucrania se ha ido a la parte occidental, que se cree está más a salvo del asedio ruso. Pero no siempre es así. Mientras graba un video en la ciudad de Kamenets Podolsky, el peruano Naun Flores narra que es imposible no sentir temor. De fondo suenan las sirenas que anuncian que es hora de esconderse en los búnkeres o sótanos porque hay peligro de que puedan bombardear la ciudad.
”Como ven y escuchan no hay nada seguro en toda Ucrania”, se le oye decir. Su esposa y sus tres hijas lograron partir del país hace poco más de una semana y ahora se encuentran en Alemania. Naun espera poder reunirse con ellas pronto y en algún momento regresar a la vida que tenían en Kiev. “Hay que orar y tratar de sentirse mejor emocionalmente. El espíritu del pueblo se ha despertado como nunca y todos están preparados para defender esta tierra hasta con los dientes”, dice mientras la guerra suena detrás.
Una constante entre los que se quedan y los que se van es el deseo de volver. Eduardo Díaz se rehusó a irse hasta el final, pero salió del país porque su familia no podía seguir soportando el ruido de las bombas y la destrucción del país. Se subieron a un tren repleto de ayuda humanitaria y en su huida escucharon un avión bombardero que se acercaba y explosiones muy cerca de ellos. Finalmente, salieron por la frontera polaca y ahora se encuentran en Praga, donde cuentan los días para regresar a Ucrania. “En Kiev tengo mi vida. El próximo año cumpliré cuarenta años de residente, Ucrania es mi país”, afirma.
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