La muerte del jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, en un accidente aéreo que ocurrió el miércoles 23 en el centro de Rusia, y que coincidió con el segundo mes desde que encabezara un motín contra los principales mandos militares del Kremlin, sigue generando suspicacias.
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Al día siguiente de conocerse el fatal desenlace del oligarca que inició su carrera en el poder como proveedor de caterings y concluyó como un señor de la guerra, fundando una de las organizaciones de mercenarios más conocidas de los últimos tiempos, el presidente Vladimir Putin se refirió sobre el caso.
El mandatario lamentó la muerte de Prigozhin a quien calificó como “una persona con un destino complicado” que “cometió graves errores durante su vida, pero logró los resultados necesarios para sí mismo y, cuando yo se lo pedí, para la causa común, como en estos últimos meses”, en referencia a la participación del Grupo Wagner en los combates al oeste de Ucrania desde que Rusia la invadiera en febrero del 2022.
Las palabras de Putin llegan en un momento en el que varios analistas y medios independientes sospechan que lo de Prigozhin no habría sido un accidente sino mas bien un atentado ordenado desde las más altas esferas del poder ruso.
Y razones, ciertamente, no les faltan. Durante las últimas dos décadas que Putin lleva en el poder, son decenas los opositores, críticos, periodistas o exaliados que decidieron cuestionarlo que han terminado presos, envenenados o muriendo de misteriosas formas y en las que muchas veces las investigaciones sobre las causas quedaron suspendidas.
Vladímir Golovliov
Uno de los cofundadores del hoy desaparecido partido político Rusia Liberal murió en agosto del 2002 en extrañas situaciones.
Vladímir Golovlyov era uno de los líderes del movimiento que financiaba el otrora amigo de Putin exiliado en Londres, Boris Berezovsky. Aunque había llegado a la Duma -el Parlamento ruso- como miembro del partido Unión de Fuerzas de Derecha, no pasó mucho tiempo antes de que se uniera a las filas de Rusia Liberal.
Al día siguiente de su cambio de bancada se inició una investigación en su contra por supuesta malversación de fondos estatales, algo que el político siempre calificó como una venganza de su antiguo partido por haberlos abandonado. Golovlyov perdió su inmunidad parlamentaria en julio de ese año y el proceso en su contra fue avanzando.
Sin embargo, en agosto del 2002, mientras paseaba a su perro en un bosque cerca de su casa en Moscú, dos hombres se acercaron, le dispararon en la cabeza y huyeron a pie, según declaraciones de testigos a la policía.
El líder del partido Unión de Fuerzas de Derecha, Boris Nemtsov, rechazó las acusaciones iniciales de Golovlyov y, tras conocerse el asesinato, apuntó a que este habría sido encargado por quienes se verían afectados en la investigación. La pesquisa contra Golovlyov habían conducido a que se convirtiera en un potencial colaborador eficaz para las autoridades judiciales rusas que investigaban una trama de corrupción donde se podrían ver implicadas las altas esferas del gobierno.
Serguéi Yushenkov
En abril del 2003, otro líder de Rusia Liberal fue asesinado. Esta vez fue el turno de Serguéi Yushenkov, diputado de 52 años que se oponía abiertamente a la guerra que Rusia mantenía en Chechenia desde octubre de 1999 y era uno de los principales críticos al Kremlin.
Aunque Yushenkov y Berezovski eran férreos aliados, pocos meses antes de su muerte se habían distanciado en medio de una disputa por el liderazgo del partido.
Según la agencia Interfax, Yushenkov fue asesinado en la puerta de su domicilio. “El diputado llegó a su casa, salió de su auto y, en el camino a su puerta, fue asesinado”, detalla un reporte de esa época en el que se menciona que el arma fue dejada junto al cadáver. Una firma de los sicarios rusos.
El entonces presidente de la Duma, Guennadi Selezniov, aseguró que se había tratado de un “asesinato político” que sospechosamente coincidió con un registro realizado por el Ministerio de Justicia a las oficinas de Rusia Liberal, un partido que iba ganando cada vez más fuerza de cara a las elecciones parlamentarias a celebrarse en diciembre de ese año.
Alexander Litvinenko
Alexander Litvinenko fue un exoficial de la inteligencia rusa que se convirtió en un crítico abierto del gobierno de Putin.
Nacido en 1962, Litvinenko fue un oficial del servicio secreto ruso conocido como la KGB, desde donde desempeñó labores de contrainteligencia terrorista e infiltración en el crimen organizado.
Según su esposa, fue dentro de su trabajo en la KGB que Litvinenko descubrió los vínculos que mantenían diferentes miembros de las agencias gubernamentales con organizaciones criminales rusas. En paralelo trabajó para el oligarca y magnate de los medios rusos, Boris Berezovksy, mediante el cuál pudo conocer al entonces Director del Servicio de Seguridad Federal, Vladimir Putin, e informarle sobre los descubrimientos de corrupción que había conseguido.
Putin, sin embargo, no mostró importancia y se sospecha que intentó acallar una investigación que Litvinenko realizaba sobre un general corrupto que podría involucrar de alguna forma a Putin.
Ante la inoperancia del sistema, Litvinenko y cuatro oficiales de la KGB convocaron a una conferencia de prensa en noviembre de 1998 en la que informaron sobre lo que sucedía en el gobierno y aseguraron que habían recibido órdenes de matar a prominentes figuras como Mijaíl Trepashkin o el propio Berezovksy.
La denuncia hizo que Putin ordenara el despido inmediato de Litvinenko de la KGB. En marzo del año siguiente fue arrestado por exceder la autoridad de su cargo, lo liberaron en noviembre pero volvió a ser enviado a prisión hasta el 2000, cuando se le otorgó libertad condicional.
En octubre de ese año, sin embargo, Litvinenko y su familia huyeron hacia Turquía, solicitó asilo en Estados Unidos pero fue rechazado y abordó un vuelo a Londres, donde solicitó asilo al gobierno británico, el mismo que le fue otorgado en mayo del 2001.
Desde el Reino Unido, Litvinenko se volvió un profundo crítico con el gobierno de Putin y denunció en diversas oportunidades la corrupción que existía en su gobierno. El exoficial consiguió la ciudadanía inglesa y llegó a colaborar con el MI6, además de escribir para diversos medios, antes de que en noviembre del 2006 enfermara repentinamente.
Veintidós días más tarde Litvninenko falleció. Los exámenes posteriores determinaron que había sido envenenado con polonio-210. Coincidentemente, el mismo día que cayó enfermo, Litvinenko se había reunido con dos exagentes de la KGB.
Investigaciones posteriores de las autoridades británicas han coincidido en que el autor del envenenamiento sería el exagente de la KGB, Andréi Lugovói, por órdenes del gobierno ruso, pero las peticiones de extradición nunca fueron respondidas por el Kremlin.
Anna Politkovskaya
Nacida en Estados Unidos, de ascendencia ucraniana pero autoidentificada como rusa, la periodista Anna Politkovskaya también fue una férrea crítica al Kremlin que terminó siendo asesinada.
Su cobertura de la Segunda Guerra chechena y sus denuncias sobre violaciones de derechos humanos tanto por parte de las tropas rusas como de los rebeldes chechenos y de la administración Ajmat Kadýrov respaldada por Moscú, la convirtieron en una respetada líder de opinión en el país.
Paseó su pluma por periódicos como Izvestia y Óbschaya Gazeta antes de llegar al reconocido portal Nóvaya Gazeta. Sus trabajos, sin embargo, no solo se centraron en los crímenes militares en el Cáucaso norte sino que fue una severa crítica del gobierno de Vladimir Putin y del trabajo del servicio secreto ruso FSB.
Los libros y publicaciones que realizó Politkovskaya llevaron a que el Kremlin prohibiera su asistencia a las conferencias de prensa oficiales y negara a sus empleados que le brindasen información. Los múltiples frentes que abordó Politkovskaya le valieron innumerables amenazas de muerte a lo largo de los años.
El 7 de octubre del 2006, sin embargo, esto se concretó. Una vecina encontró el cadáver de la periodista al interior de un ascensor del edificio en el que vivía. Había recibido dos disparos y el arma había sido abandonada junto a su cuerpo.
En el 2009 se celebró un juicio contra los presuntos acusados del asesinato pero fueron absueltos por falta de pruebas. Tres años más tarde el policía Dmitri Pavliuchénkov fue condenado a 11 años de prisión por ser cómplice del crimen. En el 2014 otros cinco acusados fueron declarados culpables, entre ellos Rustam Majmúdov y Lom-Ali Gaitukáyev, quienes fueron enviados a cadena perpetua.
Boris Berezovksy
De matemático a vendedor de autos y luego a ser el Rasputín del presidente Boris Yeltsin. Boris Berezovksy es una influyente figura en la historia reciente de Rusia.
Las importaciones y distribución de autos lo llevaron a amasar una enorme fortuna en la década de los noventa, convirtiéndose así en el primero de los famosos oligarcas. Por entonces, además, compró la petrolera Sibneft y se volvió el principal accionista de la cadena televisiva ORT, desde donde catapultó la candidatura de Yeltsin en 1996.
Desde su influyente posición cerca del Kremlin, Berezovksy fue decisivo para que el entonces joven Vladimir Putin se acercara al poder. Pero no solo eso, Berezovksy financió el partido que acompañó a Putin en su ascenso con la llegada del nuevo milenio.
Y a cambio recibió lo que consideró como una traición. El flamante mandatario ordenó expropiar ORT y declaró la guerra a los oligarcas. Entre ellos a Berezovksy.
La situación llevó a que el magnate se autoexiliara a finales del 2000 y se trasladase al Reino Unido, desde donde se convirtió en uno de los principales opositores a Putin. Creó Rusia Liberal pero sus intentos políticos se vieron frustrados con las muertes de sus dos principales líderes: Golovliov y Yushenkov.
Más tarde, Putin le acusó indirectamente de estar detrás de los asesinatos de Politkovskaya y Litvinenko. Berezovksy respondió a las acusaciones asegurando que estas habrían salido desde la oficina presidencial.
El magnate pasó sus últimos años atrapado entre innumerables problemas judiciales y repitiendo que era un objetivo de Putin, algo que lo llevó por ejemplo a comprar una mansión de 15 millones de dólares en la que instaló ventanas a prueba de balas, monitores láser, cámaras espía y puertas blindadas de acero.
Pese a las precauciones, Berezovsky sufrió una serie de intentos de asesinato, incluido la explosión de una bomba que decapitó a su chófer. El 23 de marzo del 2013, finalmente, fue hallado muerto al interior de su residencia en Londres.
La investigación oficial concluyó en que Berezovsky se habría suicidado luego de haber perdido una multimillonaria demanda contra el entonces dueño del club de fútbol Chelsea y amigo de Putin, Roman Abramovich. Sin embargo, las propias autoridades reconocieron que no podían estar 100% seguras de ello, pero que ante la ausencia de pruebas de un asesinato debían sentenciar dicha causa.
Boris Nemtsov
El caso de Nemtsov es, sin duda, el de más alto perfil en esta lista y el que más involucra a Putin.
Considerado durante años como el sucesor natural de Yeltsin debido a su trabajo como viceprimer ministro durante su gobierno, Boris Nemtsov vio su oportunidad esfumarse ante la repentina aparición de Vladimir Putin en la escena política.
En 1999 fundó la Unión de las Fuerzas de Derecha con la que llegó a la Duma y se mantuvo hasta el 2003. Sin embargo, sus enfrentamientos con el gobierno lo llevaron a perder apoyo electoral.
A partir de entonces, Nemtsov se dedicó a denunciar cada acto de corrupción que iba encontrando en el gobierno. En el 2011, por ejemplo, lideró junto a Alexei Navalny y el maestro internacional de ajedrez Gary Kasparov las marchas contra el fraude electoral luego de los comicios parlamentarios de ese año.
Fue arrestado y pasó 15 días detenido por su participación en las protestas. Pero eso no lo detuvo para seguir levantando la voz contra Putin, como en el 2014 cuando denunció el acciones de las fuerzas rusas al este de Ucrania.
El 27 de febrero del 2015, pocos días antes de liderar una protesta en contra del conflicto que se había desatado en Ucrania, Nemtsov fue asesinado a pocos metros del Kremlin.
Cinco chechenos fueron condenados por su asesinato, pero una investigación periodística realizada por Bellingcat, The Insider y la BBC descubrió que Nemtsov fue seguido durante casi un año por un agente del gobierno vinculado a un grupo secreto de las FSB encargado de crímenes políticos.
De acuerdo a la investigación, la última vez que el agente Valery Sukharev siguió a Nemtsov fue el 17 de febrero de 2015, solo 10 días antes del asesinato.
El Gobierno Ruso negó en todo momento su participación en el crimen.
Revil Magnanov
Oriundo de Almetyevsk, en la antigua república de Tartaristán, Magnanov tuvo una vida ligada a los hidrocarburos. Desde 1977, cuando se graduó de la Universidad Estatal de Petróleo y Gas de Moscú, se dedicó a la industria petrolera y en pocos años llegó a liderar Langepasneftegaz.
La futura integración lo llevó a formar parte de la compañía estatal Lukoil desde 1991. Dos años más tarde estaba en la junta directiva y supervisó las exploraciones y producciones de la compañía.
En el 2020 se convirtió en presidente del consejo de administración de Lukoil. Su nombre se mantuvo siempre ligado al mundo empresarial, hasta el 2022 cuando tanto él como la compañía pidieron que cese la guerra en Ucrania.
En septiembre del mismo año, Magnanov -de 67 años- fue internado en el Hospital Clínico Central como parte de un tratamiento por un ataque cardíaco. Pocos días más tarde, sin embargo, las agencias noticiosas Interfax y TASS notificaron que el empresario se encontraba grave tras “caer por una ventana del hospital”.
El hombre no pudo soportar las heridas y falleció. Su muerte fue atribuida a una presunta depresión que sufría desde hace años, pese a que su entorno cercano descartó que Magnanov fuese capaz de hacer algo así. Su deceso, además, se sumó a una lista de los de otros empresarios que habían levantado su voz contra la guerra y habían sufrido destinos similares.
Pavel Antov
Considerado el magnate ruso de las salchichas debido al éxito conseguido con su empresa Vladimir Standard desde inicios de los 2000, Pavel Antov decidió también incursionar en la política, principalmente encabezando un comité sobre política agraria y ecología.
Pese a su fortuna, estimada en 140 millones de dólares por Forbes, era un personaje de perfil bajo en la escena política rusa. Al menos hasta junio del 2022, cuando se viralizaron unos mensajes de WhatsApp que presuntamente habría enviado Antov luego de conocerse el bombardeo de las fuerzas rusas a un edificio multifamiliar en el corazón de Kiev.
“Es extremadamente difícil llamar a todo esto de otra manera que no sea terror”, decía el mensaje atribuido a Antov. Posteriormente, el empresario aseguró en sus redes sociales apoyar a Putin, ser “un patriota” y respaldar la guerra.
El 27 de diciembre de ese mismo año, el empresario que recién había cumplido 65 años se sumó a la lista de misteriosas muertes registradas por esas fechas. El cuerpo de Antov fue encontrado tras caer de la ventana de un hotel ubicado en el estado oriental de Odisha, en la India.
Antov acababa de celebrar su cumpleaños y se calificó su muerte como un suicidio motivado por una depresión producida tras conocerse el fallecimiento de un socio un par de días antes.
A un paso de la muerte: Serguei Skripal, Alexei Navalny y Vladimir Kará-Murza
Pero la muerte no ha sido el único desenlace en el que lamentablemente han coincidido algunos de los principales críticos de Putin. En ciertos casos hubo quienes consiguieron sortear a la muerte y sobrevivir a misteriosos envenenamientos o ser recluidos en prisiones por cargos poco transparentes.
Quizás el caso más conocido en este sentido sea el de Serguei Skripal, un exespía del Servicio de Inteligencia Ruso GRU que luego se reveló como un doble agente a favor del Reino Unido y terminó huyendo a ese país.
Pese a que se creía seguro en territorio británico, Skripal fue envenenado misteriosamente en marzo del 2018 junto a su hija, Yulia, cuando se encontraban almorzando en un restaurante de Londres.
Ambos pasaron semanas en la unidad de cuidados intensivos y se determinó que habían sido envenenados con novichok. Su caso fue comparado con el de Litvinenko y de inmediato se señaló al gobierno ruso como el autor intelectual del ataque.
Tanto Sergeui como Yulia sobrevivieron.
Suerte similar corrió el destacado activista opositor a Putin, Alexey Navalny. Presente en la política desde el 2000, fundador del Movimiento Nacional de Liberación de Rusia y constante denunciante de actos de corrupción o fraudes electorales provenientes del gobierno de Putin, Navalny saltó a los titulares internacionales el 20 de agosto del 2020.
Durante un viaje de Tomsk a Moscú, reportó sentirse mal y entró en coma repentinamente. Su rápida evacuación a un hospital en Alemania permite determinar que Navalny había sido envenenado con Novichok. Un mes más tarde es dado de alta y en diciembre de ese año una investigación periodística de CNN y Bellingcat revela que había sido seguido por el FSB durante años.
Ese mismo mes Navalny, quien se encontraba en libertad condicional por su papel en las protestas antigubernamentales, es condenado a ir a prisión. Además, se inicia una investigación por fraude en su contra.
En enero del 2021, Navalny sorprende a todos anunciando su regreso a Rusia, lo cual concreta el 17 de enero, mismo día en el que es detenido y enviado a prisión preventiva.
A la fecha, Navalny acumula condenas en su contra que no le permitirían abandonar la cárcel por lo menos hasta el 2050. La mayoría de sus casos son por denunciar corrupción en las más altas esferas del poder, aunque los cargos poseen nombres convenientemente modificados para jugar a favor del régimen de Putin.
Y si alguien sabe bien sobre cargos inventados -o hasta diseñados para casos específicos- es Vladimir Kará-Murza.
El político y periodista, discípulo de Nemtsov, es una de las voces críticas más fuertes contra Putin en la Rusia de hoy. Kará-Murza jugó un papel fundamental para que en el 2012 se aprobase la ley Magnitsky y desde entonces ha recorrido el mundo de la mano de la ONG Rusia Abierta pidiendo sanciones contra el líder del Kremlin.
En el 2015 fue presuntamente envenenado, lo que le provocó una insuficiencia renal aguda de la que se recuperó tras dos meses de tratamiento. En el 2017, llegó en estado crítico a un hospital de Moscú por una intoxicación con una “sustancia desconocida”. En el 2021 se determinó que había sido vigilado por el FSB poco antes de sus dos hospitalizaciones.
En el 2022, en plena invasión rusa a Ucrania, Kará-Murza declaró para la cadena de CNN que el régimen de Putin era asesino y que las acciones rusas constituían una agresión.
Eso le valió ser enviado a la cárcel y una condena de 25 años de prisión dictaminada en abril de este año.
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