Es la búsqueda por las reivindicaciones, una lucha que casi nunca llega a buen puerto porque, cuando se habla de genocidios, casi ningún victimario está dispuesto a aceptar la culpa.
Por eso ha llamado tanto la atención que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, haya reconocido “las responsabilidades” en el genocidio “de 1994” en Ruanda.
MIRA: Macron reconoce en Ruanda “las responsabilidades” de Francia en el genocidio de 1994
Se trata, tal como se puede prever, de una situación poco usual. “El País”, por ejemplo, comenta que “las potencias europeas” buscan “fórmulas más bien cosméticas” cuando se trata de asumir alguna culpabilidad.
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El medio escribe: “En los últimos 10 años se han obtenido apenas algunos gestos simbólicos: la devolución de algún objeto (una espada restituida a Senegal, y una biblia y un látigo a Namibia), alguna disculpa (solo el Reino Unido, Bélgica e Italia han pedido perdón) y una sola indemnización (los 23 millones de euros a los Mau Mau en Kenia pagados por Londres)”.
Y agrega: “Pero, por ahora, han sido solo pasos anecdóticos, forzados o teatrales”.
De allí se puede que entender que, si bien Francia ha dado un paso hacia la concordia, también se ha cuidado las espaldas al afirmar que “no fue cómplice”.
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LA LISTA DE DEUDOS
Hasta finales del año pasado, según “El País”, el Reino Unido era el único en dar una compensación económica por “los abusos coloniales”. Eso se dio en el 2013, cuando un tribunal los obligó a “indemnizar a 5.000 supervivientes kenianos”.
Un ejemplo de maquillaje, según el medio español, sería el de Italia y Libia, y su acuerdo del 2008.
Entonces, el país europeo se disculpó “por los asesinatos, destrucción y represión” durante “el gobierno colonial”, y dijo que, en compensación, pagaría 200 millones de dólares anuales por 25 años.
“Pero el dinero del acuerdo entre Muamar el Gadafi y Silvio Berlusconi estaba destinado en realidad a la lucha contra la inmigración irregular y el pacto se rompió con la caída del dictador libio en 2011”, acota “El País”.
Para ese periódico, Alemania es “el país con la amnesia colonial más aguda”. Por lo menos, hasta el año pasado, se intentó negociar con Namibia, pero siempre evitando hablar de “reparaciones” y de “compensación económica”.
El proceso -que se inició en el 2004 cuando se habló de “responsabilidad moral” por las matanzas- parece haber mejorado.
Según la Deutsche Welle, hace unas semanas se conoció que Alemania estaba por cerrar un acuerdo en el que reconocería como genocidio “los crímenes del ejército alemán durante la colonización (1904-1908)”, por lo que pediría disculpas y ofrecería “algún tipo de reparación”.
Aun así, nada está dicho.
“Los representantes de [las etnias] herero y los nama exigían indemnizaciones individuales, mientras Berlín abogaba por inversiones en las tierras que habitaban estas dos etnias y que nunca se recuperaron totalmente tras las intervenciones alemanas”, dice la DW.
EL CASO BELGA
Otro de los países que se ha visto envuelto en la discusión es Bélgica, sobre el que pesa un terrible pasado que azoló a Burundi y al Congo.
Sobre la primera nación, “El País” recuerda que Bélgica secuestró a miles de niños mestizos “durante los años cuarenta y cincuenta”, para luego aislarlos en orfanatos y “misiones católicas en condiciones precarias”.
Al respecto, en el 2009, Bélgica pidió disculpas.
Pero quizás el Congo sea el país con más heridas abiertas con respecto a su relación los belgas. Bastaría recordar que, en el Museo Real del África Central de Tervuren (cerca de Bruselas), se exhibieron seres humanos (“decenas de congoleños fueron piezas vivientes”).
Por eso, a finales de junio del año pasado, y en el contexto de manifestaciones del movimiento Black Lives Matter que reprendían al país por la “brutal colonización del Congo”, el rey Felipe tomó la palabra.
En el marco del sexto aniversario de la independencia del Congo, en una carta que el soberano escribió al presidente congoleó Félix Tshisekedi, expresó que asumía la “deuda histórica contraída por su antepasado Leopoldo II”.
Vale recordar que dicho monarca, según el portal ABC, hizo que la población del Congo mermara de 20 millones de habitantes a 10, y solo le bastó “convencer a la comunidad internacional de que si le daban su soberanía protegería a sus habitantes de las redes de traficantes de esclavos árabes”.
¿Qué sedujo a Leopoldo? El marfil de los elefantes y las reservas de caucho, elementos que explotó al esclavizar a los congoleños.
En la misiva, el rey Felipe escribió:
“Se cometieron actos de violencia y crueldad que pesan todavía en nuestra memoria colectiva. Quisiera expresar mi más profundo pesar por estas heridas del pasado, cuyo dolor se reaviva hoy por la discriminación aún demasiado presente en nuestras sociedades”.
Por supuesto, en el texto no aparece la palabra perdón, que abriría la puerta a reparaciones.
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