Sonrisas, lágrimas y hasta arrepentimiento. Kim Jong-un, que gobierna con mano dura Corea del Norte desde hace diez años, quiere, según varios expertos, mostrar un nuevo rostro, el del un dirigente que se preocupa y sufre con su pueblo.
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Durante un fastuoso desfile en el que el régimen mostró en Pyongyang sus impresionantes misiles intercontinentales, la voz del líder norcoreano se quebró ligeramente al mencionar “sus lágrimas de gratitud” hacia la población.
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Kim agradeció al pueblo y al ejército por su lealtad y les deseó salud, en este contexto de pandemia, subrayando que no había un solo caso de covid-19 en el país.
El régimen tomó medidas drásticas para protegerse, cerrando sus fronteras desde enero, una decisión sin duda que agravó el impacto en la población de las sanciones internacionales para obligar al país a renunciar a sus programas militares prohibidos.
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El discurso, retransmitido en diferido, fue objeto de un perspicaz montaje: en las imágenes se muestra al público después de que Kim saludara los esfuerzos de los voluntarios movilizados en las catástrofes naturales; y cuando el video vuelve a la imagen del líder, se le ve dejando un pañuelo y poniéndose las gafas, como si acabara de secarse los ojos.
“Cuidadosamente calibrado”
Kim incluso pidió disculpas a los que quizás había decepcionado: “Nuestro pueblo decidió acordarme plena confianza, tan alta como el cielo, tan profunda como el mar, pero no he estado a la altura”.
“Lo siento de verdad”, prosiguió, según el texto retomado por la agencia oficial KCNA.
Era la segunda vez en pocas semanas que el dirigente pedía disculpas.
A finales de septiembre, la presidencia de Corea del Sur dijo haber recibido una carta del Norte en la que Kim Jong-un “lamentaba profundamente” la muerte de un surcoreano en sus aguas territoriales.
El sábado, el dirigente se comprometió a ser mejor: “Prometo solemnemente de nuevo, aquí, mostrarme digno de la confianza del pueblo, sin falla, incluso si mi cuerpo tiene que ser desgarrado en pedazos”.
Esta declaración podría parecer coherente con los principios de una dinastía que, desde hace 70 años, afirma sacrificarse por su pueblo.
Pero el reconocimiento de Kim Jong-un de su propia debilidad contrasta con la propaganda nacional de la época de su abuelo, Kim Il-sung, el fundador del régimen, y de su padre Kim Jong-il.
Desde su llegada al poder, Kim Jong-un ha buscado distanciarse del culto a la personalidad. Prueba de ello es que hay muy pocos retratos de él.
Para la exanalista del gobierno estadounidense Rachel Lee, este desfile estuvo “lejos de la norma”.
El discurso de Kim Jong-un, “dedicado al pueblo”, fue “cuidadosamente calibrado para que pareciera sincero y accesible”, explica a la AFP.
“La prioridad son los misiles”
“No siguió el plan clásico que consiste en abordar las cuestiones ideológicas antes de tratar los futuros retos”, prosigue.
“Esto refleja un cambio de estrategia en materia de propaganda. Se trata de transmitir sus mensajes de una forma más entretenida y comprensible”.
Para Andrei Lankov, del Korea Risk Group, el líder norcoreano mostró cierta sinceridad, pero “la supervivencia del régimen siempre será para él más importante que la de los pobres campesinos de remotas provincias”.
“La prioridad son los misiles, pero esto no significa que se olvide de los campesinos”, insiste.
Kim podría “utilizar las lágrimas para compensar sus fracasos con respecto a su pueblo”, señala la exanalista en la CIA Soo Kim.
Una estrategia que, según ella, puede funcionar.
“Es capaz de aparecer como líder bondadoso, cuyas lágrimas muestran la tristeza y el dolor”, observa. “Se espera, por supuesto, que la población se lo crea”.
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El líder norcoreano Kim Jong Un reaparece en público después de tres semanas
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