Adrián Foncillas

La señora Wang se sube la manga en la que luce el brazalete que identifica a los jubilados voluntarios para mostrar el pinchazo. “Fui de las primeras. Aquí ya se han vacunado todos, excepto los mayores con problemas de corazón”, señala mientras disfruta del sol en una de las calles estrechas del histórico distrito capitalino de Dongcheng. Wang recibió dos meses atrás quince huevos y una pastilla de jabón, pero hoy, con la urgencia de convencer a los reticentes, ya se ofrecen 60 huevos a los jubilados para que se inoculen.