Las autoridades de Singapur ejecutaron este jueves a dos presos condenados a la pena capital por delitos de drogas, los primeros ajusticiamientos después de que en abril se consumara la pena de muerte de un reo con discapacidad intelectual.
El malasio Kalwant Singh, de 31 años, y el singapurense Norasharee Gous, de 48, fueron ahorcados -el método con el que Singapur ejecuta a los condenados- a primeras horas de la mañana en la prisión de Changi.
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La activista Kirsten Han, coordinadora de la ONG Transformative Justice Collective que reclama la abolición de la pena capital, confirmó la ejecución de las condenas.
“Los familiares de ambos (ejecutados) se encuentran en la prisión” para recuperar los restos mortales de sus parientes, apuntó Han en un mensaje publicado en la red social Twitter.
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Kalwant fue arrestado en octubre de 2013 en posesión de 60 gramos de heroína, mientras que Norasharee, el supuesto cerebro de la operación, fue detenido en julio de 2015 y acusado de traficar con 120 gramos de heroína.
Ambos fueron condenados a la pena capital en octubre de 2016 por delitos relacionados con el tráfico de drogas, mientras que un tercer detenido -quien declaró contra Kalwant y Norasharee- fue sentenciado a cadena perpetua y 15 golpes con vara.
Han precisó que desde 2017, 29 personas han sido ejecutadas en Singapur, la gran mayoría por delitos relacionados con drogas.
El 27 de abril, Singapur ejecutó al preso malasio Nagaenthran Dharmalingam -condenado por narcotráfico- pese a las críticas de la comunidad internacional y las peticiones para la suspensión de la sentencia de este reo con discapacidad intelectual probada.
La semana pasada, el ministro de Interior de Singapur, K. Shanmugam, defendió durante una entrevista en la BBC la ejecución de Nagaenthran y otras alegando que en la lucha contra las drogas la pena capital “salva vidas”.
Singapur tiene una de las leyes más draconianas del planeta contra el consumo y el tráfico de drogas, que castiga en la mayoría de los casos con la pena de muerte, llevada a cabo de forma muy opaca.
Activistas como Han alertan de que la casi saturación actual en el corredor de la muerte está derivando en una aceleración de las ejecuciones tras dos años de parón por la pandemia, y que se retomaron el 30 de marzo con la ejecución de un singapurense también condenado por narcotráfico.
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