“Nadie imaginó que el colapso se daría tan rápido”.
Khalid Payenda, quien fuera el último ministro de Finanzas de Afganistán antes de la caída del país en manos de los talibanes, habla por primera vez de aquellos días.
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En una entrevista con la BBC, el funcionario contó su visión de lo que sucedió en agosto pasado y expresó su punto de vista sobre lo que considera las causas principales del fracaso del anterior gobierno, respaldado por EE.UU.
Según dijo, dos errores fueron tratar de construir unas fuerzas armadas a la imagen de las de Estados Unidos —basadas en una fuerza aérea sólida— y la incapacidad de contrarrestar una fructífera estrategia que usaron los talibanes de ofrecer garantías a quienes no los combatieran.
Pero también, dijo, está el hecho de que los supuestos 300.000 miembros que formaban el ejército afgano, en realidad, no existían.
Eran, en su criterio, “soldados fantasma”.
“Nunca tuvimos un ejército de ese tamaño. La forma en la que se hacía la contabilidad era preguntarles a los jefes de las regiones cuántos soldados tenían y, con base en eso, calcular los gastos y los salarios, y esos datos siempre estaban inflados”, contó.
De acuerdo con Payenda, los generales agregaban nombres de personas que no existían a las listas oficiales para poder embolsarse sus salarios.
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Según estimó, las fuerzas afganas tendrían en realidad entre 40.000 y 50.000 miembros y el resto eran “números inflados”.
“Y también hubo deserciones [y] soldados caídos en combate que nunca fueron contabilizados como bajas porque algunos de los comandantes se quedaban con sus tarjetas bancarias”, dijo.
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Cifras imprecisas
Los talibanes tomaron rápidamente el control de Afganistán en agosto, cuando las fuerzas estadounidenses se retiraron después de 20 años en el país.
Aunque inicialmente se creía que el número de talibanes (unos 60.000 o 70.000) era inferior a la de los militares, ahora se cree que el número real de las fuerzas armadas era en realidad mucho menor.
Un informe de 2016 del Inspector General Especial de EE.UU. para la Reconstrucción de Afganistán (Sigar) afirmó que ni Washington ni sus aliados afganos sabían "cuántos soldados y policías afganos existen realmente, cuántos están de hecho disponibles para el servicio o, por extensión, la verdadera naturaleza de sus capacidades operativas ".
En un informe más reciente, Sigar expresó “serias preocupaciones sobre los efectos corrosivos de la corrupción... y la cuestionable precisión de los datos sobre la fuerza real del ejército”.
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Corrupción extendida
Payenda, que dimitió y abandonó Afganistán a medida que avanzaba el grupo islamista, contó que las tropas afganas, además de inferiores en número, también estaban desmoralizadas.
A muchos soldados, según dijo, no se les pagaba a tiempo y los gobiernos locales en ocasiones se quedaban con sus sueldos.
Señaló también que había líderes de milicias respaldadas por el gobierno que hacían “doble inmersión”: cobraban su salario del gobierno y luego también aceptaban pagos de los talibanes para rendirse sin pelear.
“Todo el sentimiento era: ‘no podemos cambiar esto (la corrupción). Así es como funciona el parlamento, así es como funcionan los gobernadores’. Todo el mundo diría que la pirámide está podrida desde la cima, lo que significa que la cima está involucrada en esto”, dijo.
Contó que la corrupción estaba tan extendida que en varias ocasiones tuvo que lidiar tanto con funcionarios del gobierno como con candidatos a cargos públicos que pedían coimas para ellos y para sus seguidores.
“Tuve un congresista que vino y me dijo: ‘acabamos de tener elecciones. Tengo que pagar US$1 millón a otros congresistas y a mi grupo para poder volver a ganar la jefatura de esta comisión en el Parlamento’”, recordó.
No obstante, indicó que no creía que el expresidente Ashraf Ghani fuera “financieramente corrupto”.
En respuesta a las acusaciones de corrupción dentro del Ministerio de Finanzas, que él mismo dirigía, Payenda dijo que se hicieron cosas mal allí, "pero en estos temas, absolutamente no".
El exministro consideró que Occidente fue responsable “en parte” de algunos de los fracasos en Afganistán, aunque describió la participación de Estados Unidos y la OTAN en el país como “una gran oportunidad perdida”.
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