La mujer se presentó en la casa de la niña una noche con un ofrecimiento tentador: Véte de aquí y yo te daré un gran futuro.
Marselina Neonbota tenía delante de sí la oportunidad de irse de esta aislada aldea en una de las regiones más pobres de Indonesia y forjarse una vida mejor en la vecina Malasia, donde algunos emigrantes ganan en pocos años más de lo que pueden percibir en toda su vida en su país. Era algo demasiado bueno para una muchacha ansiosa de hacer algo más que trabajar en el campo para poder subsistir y caminar 22 kilómetros (14 millas) diarios para ir a la escuela.
Aceptó el ofrecimiento... y desapareció
La joven alegre conocida como Lina se unió a una cantidad de indonesias que emigran todos los años en busca de un futuro mejor. Miles regresan en ataúdes o simplemente no se vuelve a tener noticias de ellas. Entre ellas, posiblemente cientos de menores víctimas del tráfico de personas han desaparecido en la provincia de Nusa Tenggara Oriental y en la isla de Timor Occidental.
La Agencia Nacional para la Ubicación y Protección de Trabajadores Indonesios sabe de más de 2.600 casos de migrantes muertos o desaparecidos desde el 2014. Y esta estadística no toma en cuenta muchachas como Lina, que fueron reclutadas ilegalmente y representan un 30% de los 6,2 millones de migrantes de Indonesia.
En esa noche del 2010, Lina no percibió el peligro que representaba una extraña que se presentó como Sarah. Los tío-abuelos de Lina, que la criaron, tenían dudas. Pero una tía, Teresia Tasoin, sabía que un sueldo de Malasia podía mantener a toda la familia en Indonesia.
Sarah les dijo que se llevaría a Lina a la capital provincial de Kupang por una noche para hacer todo el papeleo y al día siguiente la traería de vuelta a tiempo para ir a misa.
Menos de una hora después de haber llegado a la casa, Sarah se fue con Lina.
Al recordar ese momento, Tasoin se derrumba: “Lo lamento”, dice llorando. “Lamento haberla dejado ir”.
Es difícil rastrear a los migrantes asiáticos
A pesar de que Asia tiene más migrantes que ningún otro continente, es el que menos información recaba sobre aquellos que desaparecen. Un conteo exclusivo permitió a The Associated Press comprobar que en Asia y el Medio Oriente ha habido más de 8.000 migrantes muertos o desaparecidos desde el 2014, además de los 2.700 detectados por la Organización Internacional para la Migración de las Naciones Unidas. Muchos otros casos nunca fueron denunciados.
Estos casos son parte del saldo oculto de las migraciones globales. Una investigación de la AP documentó al menos 61.135 migrantes muertos o desaparecidos en el mismo período y esa cifra sigue aumentando. Es más del doble de lo que tiene la OIM, la única organización que ha tratado de llevar la cuenta.
En Nusa Tenggara Oriental, una región profundamente católica, la iglesia es una de las pocas organizaciones que trata de ubicar a los muertos y desaparecidos. La zona tiene la mayor cantidad de casos de tráfico de personas en el país y monjas y curas están a la cabeza de una cruzada para contrarrestar el tráfico de personas.
La monja Laurentina --que como tantos indonesios usa un solo nombre-- espera en un aeropuerto de Timor Occidental la llegada de todos los migrantes que son enviados de vuelta a Kupang. Algunos mueren en accidentes o por enfermedades, relata. Otros por abusos o abandono.
La monja es una de las pocas personas de Timor Occidental que trata de rastrear a los desaparecidos. Desde el 2012 viaja por toda la isla para educar a los lugareños acerca del peligro que representan los traficantes. Este año ha llevado a cabo al menos 20 talleres informativos.
Laurentina pregunta a todos los presentes si han perdido contacto con algún pariente que emigró en busca de trabajo. Y en cada taller realizado a lo largo de los últimos seis años, al menos una o dos personas le han dicho “sí, mi hija ha desaparecido”. La mayoría son niñas.
Mucha gente simplemente no está al tanto del peligro que significa el tráfico de personas en Timor Occidental, una isla donde abundan las sequías, sin industrias, cuya población emigra a Malasia para trabajar como empleadas domésticas o en plantaciones. En los últimos años el tráfico de personas ha aumentado y los traficantes operan cada vez en regiones más remotas.
Encontrar a las niñas desaparecidas es casi imposible, según Among Resi, directora de la unidad de la OIM que lucha contra el tráfico de personas en Indonesia. Las familias no tienen detalles acerca de adónde se fueron sus hijas.
Se especula que muchas de ellas están atrapadas en las casas de sus empleadores. Los empleados domésticos son muy vulnerables a los abusos. Las familias que las contratan a menudo se quedan con sus pasaportes para que no se vayan. Algunas muchachas tal vez se escaparon y tropezaron con otro tipo de problemas, de acuerdo con Resi.
El sacerdote Maximus Amfotis dice que a cada rato oye hablar de adolescentes de su pueblo que emigran a Malasia para trabajar y nunca se vuelve a saber de ellos. Hace tan solo dos semanas hubo un caso de esos, señala.
“Si no podemos frenar esto, me temo que vamos a perder la actual generación”, aseveró.
Fuente: AP