Allan Miller es un hombre que será ejecutado la próxima semana luego de haber sido declarado culpable de asesinar a tres hombres en un tiroteo en un lugar de trabajo en Birmingham, Alabama, Estados Unidos, en 1999.
Su ejecución, prevista para el 22 de septiembre, se planeaba ejecutar con una inyección letal; sin embargo, el hombre trató de impedirlo y presentó una solicitud para bloquear su muerte mediante este método alegando miedo a las agujas.
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Es por eso que James Houts, fiscal general adjunto del estado de Alabama, comunicó a un juez federal que es “muy probable” que la hipoxia de nitrógeno esté disponible para la ejecución de Miller, de 57 años de edad.
Miller era conducto de un camión en 1999 cuando asesinó a Lee Holdbrooks, Scott Yancy y Terry Jarvis. Según los fiscales del caso, mató a Holdbrooks y Yancy en el lugar de trabajo y luego condujo hasta otro lugar para acabar con la vida de Jarvis.
Al parecer, Miller creía que las víctimas habían estado difundiendo rumores de que él era gay. Luego de ser evaluado por un psiquiatra, se estableció que el hombre sufría una enfermedad mental grave, pero esto no fue suficiente para usarlo como defensa en el proceso en su contra y salvarse de la ejecución.
Su defensa alega que podría ser objeto de prueba
Este método, que está autorizado en Alabama, Oklahoma y Misisipi pero nunca ha sido usado, consiste en poner una máscara de plástico en la cara de la persona y reemplazar el oxígeno por nitrógeno. Este último componente causaría la muerte en cuestión de minutos sin causar dolor.
El estado de Alabama no ha desarrollado todavía un sistema de ejecución con nitrógeno, por lo que la abogada de Miller, Mara Klebaner, indicó que su equipo legal necesita más información sobre el procedimiento y agregó que no quieren que su cliente sea “un objeto de prueba para un método de ejecución no probado”.
Esta decisión ha acalorado la discusión sobre la pena de muerte en Estados Unidos, pues varias organizaciones de derechos humanos señalan que al método de inhalación de nitrógeno le faltan pruebas sobre su efectividad y el sufrimiento que, según dicen, podría producir a los prisioneros antes de la muerte.