La política de Estados Unidos dejó atrás dos semanas intensas. Las divisiones que dominan al país quedaron reflejadas en el contraste de la convención republicana, en Cleveland, con la demócrata, en Filadelfia.
Donald Trump habló de "un momento de crisis", prometió un muro y proclamó: "Solo yo puedo arreglar al país". Hillary Clinton dijo que era "la hora de la verdad", prometió una economía para todos en vez de un muro, y sentenció: "Los norteamericanos no dicen «solo yo puedo arreglarlo». Nosotros decimos: «Vamos a arreglarlo juntos»".
La elección está abierta. Como siempre, una docena de Estados en disputa decidirán al ganador. Y, como nunca antes, el resultado dependerá de cuál de los dos candidatos logre movilizar mejor a su coalición el 8 de noviembre próximo.
Lejos del mensaje de "esperanza y cambio" que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca, ahora el principal catalizador parece ser el miedo, y el disgusto por el candidato del otro bando.
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Hillary y Trump están cabeza a cabeza. El modelo de Nate Silver, gurú de las elecciones presidenciales, le daba a la demócrata, ayer, un 53,3% de posibilidades de triunfo, y un 46,7% al republicano. De no mediar ninguna sorpresa o imprevisto, pocos esperan que el panorama cambie mucho de aquí a noviembre.
"Mucha gente llega a las convenciones más o menos decidida", reconocía esta semana Brian Fallon, jefe de prensa de Hillary, para luego vaticinar una pelea cerrada y un resultado muy ajustado.
Las convenciones mostraron dos realidades distintas. En la republicana se trazó un presente oscuro, se puso el acento en la amenaza terrorista, y se vinculó a la inmigración con el crimen. "Estamos en guerra", proclamó en su discurso el ex presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, una de las pocas figuras del establishment que respalda a Donald Trump.
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Los avances de la economía fueron prolijamente ignorados. Las tribunas se convirtieron en un reflejo de la coalición que respalda a Trump: el público, en su mayoría, era blanco, añoso y masculino. Los demócratas, más diversos, prolijos y efectivos, se recostaron en los logros de Obama, apelaron al optimismo y pusieron el foco en la integración.
Si Cleveland fue todo Trump -todos los días hubo un Trump en el escenario, y el candidato se preocupó por mostrarse todos los días, ya sea en el escenario o en el piso de la convención-, Filadelfia mostró un esfuerzo de equipo: todas las figuras demócratas jugaron para Hillary Clinton, incluso su rival en las primarias, el senador socialista Bernie Sanders.
En Cleveland, todos atacaron a la ex secretaria de Estado. "¡Pónganla presa!" "¡Pónganla presa!" fue uno de los cantos favoritos de la gente. En Filadelfia, en cambio, todos atacaron a Donald Trump. "¡No tiene idea! ¡No tiene idea!", coreó el público durante el discurso del vicepresidente norteamericano, Joe Biden.
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Esa animosidad y virulencia contra el rival respondió a una realidad: tanto Hillary como Trump son los dos candidatos más impopulares de la historia.
No es lo único que los une. Los dos postulantes tuvieron que lidiar con las divisiones dentro de sus propios partidos, mucho más profundas en el caso de Trump, y ambos buscaron seducir a los seguidores de Sanders.
"Los escuché. Su causa es nuestra causa", señaló Hillary en su discurso en la convención.
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Sanders fue incluso uno de los pocos políticos que Trump mencionó en su mensaje a la convención. Esta semana, en la cual Sanders hizo todo lo posible para arriar a sus seguidores al campo de Hillary, Trump intentó llevarlos al suyo.
"Triste observar a Bernie Sanders abandonar su revolución. Le damos la bienvenida a todos los votantes que quieran arreglar nuestro sistema acomodado y traer trabajos de vuelta", escribió el martes, cuando Hillary ya había sido proclamada candidata.
Esa movida responde a una obsesión de las dos campañas: imponerse en los estados en disputa del "Rust Belt" (el "cinturón industrial"): Ohio, Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Allí donde la globalización y el libre comercio -el gran perdedor de las dos convenciones- hicieron daño en el tejido fabril.
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Un dato: Hillary los nombró a todos en su discurso y su compañero de fórmula, Tim Kaine, partieron ayer a Ohio, donde pasarán el fin de semana. Trump, por su parte, hizo campaña esta semana en Pensilvania.
La elección será, en efecto, un referéndum sobre la identidad de Estados Unidos. Pero, gane quien gane, se hará historia.
Si ganara Hillary, ícono del establishment político, sería la primera mujer en ser presidenta del país. Si lograra imponerse Trump, el outsider que sacudió el tablero, sería la primera persona en pisar el Salón Oval de la Casa Blanca sin haber ocupado jamás un cargo público.
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--Nuevos dardos del magnate--
►El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, reprochó ayer a su rival demócrata, Hillary Clinton, que no hablase de "islamismo radical" durante su discurso de aceptación en la Convención Nacional Demócrata, anteanoche.
►"Nuestro estilo de vida está amenazado por el islamismo radical y Hillary Clinton ni siquiera es capaz de pronunciar estas palabras", dijo Trump en uno de los múltiples mensajes que publicó en su cuenta de Twitter después del discurso de la ex primera dama.
►"Islamismo radical" es una expresión que Trump usa habitualmente, pero que los demócratas no usan por considerarla despectiva.
Fuente: La Nación, GDA
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