(Washington/EFE). Como estrellas de rock, los aspirantes a la presidencia de  suben a los escenarios entre el griterío de sus seguidores y luminosos mensajes propagandísticos, que siguen apelando a los valores tradicionales de familia, igualitarismo y capitalismo, pero que ahora toman nuevas formas.

"El gran cambio en el mundo de la propaganda ha sido Internet", dijo a Efe Jim Warlick, un apasionado de la comunicación política que ha fabricado las chapas y las pegatinas de 13 aspirantes a la Casa Blanca, entre ellos el presidente Bill Clinton (1993-2000) y su vicepresidente y candidato para sucederle, Al Gore.

En una entrevista desde su tienda de propaganda, al lado de la Casa Blanca, Warlick repasa las ingeniosas formas que ha tomado la publicidad a lo largo del tiempo: desde una tetera de Ronald Reagan hasta una chapa de John F. Kennedy con un sol y un arcoíris, que presenta a todos los individuos como iguales bajo el astro rey.

"A los rockeros y a los candidatos a la Presidencia, la gente los conoce por la televisión. Parte del país ama el entretenimiento. Ven la política y las elecciones como entretenimiento. No es una coincidencia que Ronald Reagan fuese un actor o que Donald Trump sea un 'showman'", consideró.

Nadie como los estadounidenses para convertir las elecciones en una forma de hacer negocio y en un espectáculo.

Por eso, la popular banda de indie rock Vampire Weekend actuará este sábado en la ciudad de Iowa aprovechando los cruciales caucus (asambleas populares) de este estado para apoyar a Bernie Sanders, segundo en los sondeos por la nominación demócrata y que, a pesar de sus 74 años, ha logrado aglutinar a una juventud ansiosa de cambio.

Los legendarios Red Hot Chili Peppers también quieren unirse a la fiesta y han decidido celebrar el 5 de febrero en Los Ángeles un concierto para apoyar a Sanders, que se define como "socialista".

Sea al ritmo que sea, para Warlick, el dinero ha sido desde hace mucho tiempo uno de los componentes principales de las campañas políticas en Estados Unidos.

"Es increíble la cantidad de dinero que mucha gente pone en la carrera presidencial. El dinero y la influencia del dinero ha sido tremendo", señala Warlick, quien destaca el protagonismo de los grupos de acción política, conocidos como "SuperPAC" y que permiten a grupos independientes recaudar dinero para los candidatos.

Anthony Corrado, profesor de Política en el Colby College de Maine, estimó que éstas serán las elecciones presidenciales con el mayor gasto en propaganda de la Historia.

Según sus cálculos, al final de estos comicios los candidatos del Partido Demócrata y del Republicano habrán gastado solo en publicidad 4.500 millones de dólares, significativamente más que en 2012, cuando el presupuesto fue de 3.800 millones.

La mayor parte de estos fondos se destinan a los anuncios televisivos, muy caros y diseñados tanto para dar una nueva imagen a candidatos como Hillary Clinton, como para atacar a los contrincantes, como hizo recientemente Trump con el senador Ted Cruz, a quien criticó por ser "blando" en inmigración.

Según Corrado, los candidatos necesitan la televisión para poder llegar a una amplia base de votantes que no suele implicarse en la vida política, aunque cada vez están utilizando con mayor frecuencia Twitter y Facebook, redes sociales que el presidente Barack Obama convirtió en elementos clave de sus campañas en 2008 y 2012.

"Estas comicios han cambiado el uso que se hace de Twitter y de Snapchat no solo para llegar a los votantes, sino también para crear historias. En eso Trump ha tenido mucho éxito porque a través de un tuit consigue captar a los medios", apuntó Corrado.

En su opinión, un fenómeno único de estas elecciones es precisamente la figura del magnate, que lidera las encuestas de los republicanos pero que ha gastado en publicidad menos que sus contrincantes, ya que ha conseguido acaparar la mitad de la cobertura mediática.

En el lado opuesto se encuentra Jeb Bush, hermano e hijo de expresidentes, que ha gastado muchísimo más que cualquier otro candidato en publicidad, desde pegatinas para las matrículas de los coches hasta carteles para los jardines, pero que sin embargo no ha conseguido traducir ese gasto en una mayor popularidad. 

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