Casi 70 años después de sus ejecuciones, han sido perdonados por un crimen que muchos creen que no cometieron.
O, al menos, por el que otros creen que recibieron una condena excesiva motivada por el color de su piel.
Y es que el gobierno de Virginia, en EE.UU., decidió esta semana indultar de forma póstuma a un grupo de hombres negros que fueron enviados a la silla eléctrica en 1951 tras ser acusados por una mujer blanca de violación.
Los jóvenes, conocidos como “los siete de Martinsville”, fueron sentenciados por un tribunal integrado únicamente por hombres blancos, y las pruebas de su supuesta participación en la violación nunca fueron concluyentes.
Sin embargo, ni el entonces presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, oyó los pedidos de clemencia que se levantaron por todo el país y que llegaron incluso a protestas en Washington DC para impedir las ejecuciones.
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Ahora, el gobernador de Virginia, Ralph Northam, decidió firmar los indultos póstumos “como reconocimiento” de que fueron juzgados sin el debido proceso.
“Todos merecemos un sistema de justicia penal que sea justo, equitativo y que funcione bien, sin importar quién eres o cómo te ves. Si bien no podemos cambiar el pasado, espero que la acción de hoy les brinde una pequeña dosis de paz”, dijo Northam en un comunicado de prensa.
Desde las ejecuciones, familiares de “los siete” han realizado campañas para intentar limpiar el nombre de los jóvenes, quienes creen que no recibieron el debido proceso durante sus juicios.
Aunque el gobierno de Virginia no llegó a reconocerlos como “inocentes”, Northam consideró que el hecho de indultarlos es una admisión de “errores” cometidos en los juicios en su contra.
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Qué pasó
Los hechos que terminaron con la electrocución de los jóvenes se dieron en el barrio de Martinsville, en Virginia, que tenía una población mayoritariamente negra.
A inicios de 1949, una mujer religiosa que iba a predicar por aquella zona, Ruby Stroud Floyd, de 32 años, ingresó en una zona peligrosa del barrio.
Poco después denunció que 13 hombres negros la habían violado.
Basados en su narración de los hechos, la policía detuvo esa misma noche a dos jóvenes y a otros cinco los días siguientes.
Eran Frank Hairston Jr. y Lee Hairston, ambos de 18 años; Booker T. Millner y Joe Henry Hampton, de 19; James Luther Hairston, de 20, John Claybon Taylor, de 21 y Francis DeSales Grayson, de 37.
Según la recopilación histórica del sitio BlackPast.org, Floyd reconoció a Grayson y Hampton como sus presuntos violadores, pero no logró identificar a los demás.
Sin embargo, “los siete de Martinsville” confesaron haber cometido o presenciado la violación tras ser interrogados por la policía, sin la presencia de sus abogados.
En numerosos casos en la historia de EE.UU. hombres negros fueron acusados de violar a mujeres blancas y muchos fueron obligados a confesar el crimen.
Otro famoso caso, el de los “cinco de Central Park”, fue llevado recientemente a las pantallas por Netflix.
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Las dudas al debido proceso
Aunque el caso ha sido controvertido a lo largo de los años y la inocencia de todos los miembros del grupo está en discusión, lo que pone a casi todas las partes de acuerdo es que los jóvenes no tuvieron un debido proceso.
Ningún juicio duró más de un día y la deliberación del jurado más larga duró menos de dos horas (la más corta fue de poco más de media hora).
Aunque los abogados defensores señalaron circunstancias atenuantes, los jurados rápidamente condenaron a cada acusado y los sentenciaron a ejecución en la silla eléctrica.
No todos los acusados pudieron leer las confesiones que habían firmado.
Después de que los abogados de defensa agotaran el proceso de apelaciones, la Corte Suprema de Estados Unidos se negó dos veces a escuchar el caso.
A inicios de febrero de 1951, los primeros cuatro fueron ejecutados, a intervalos de 15 minutos, y el resto tres días después.
Se considera la ejecución más grande por cargos de violación en la historia de Estados Unidos.
Según datos de la oficina del gobernador, los 45 prisioneros ejecutados por violación entre 1908 y 1951 en Virginia fueron hombres negros.
Casi dos décadas después de la ejecución de “los siete”, la propia Corte Suprema dictaminó que la pena capital para una violación que no resultara en la muerte de la víctima era un castigo cruel y desmedido.
Según un recuento de lo sucedido en el Minnesota Daily, el día antes de que uno de los más pequeños de “los siete” fuera ejecutado, dijo: “Dios sabe que no toqué a esa mujer. Los veré al otro lado”.
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