Joe Biden ha comenzado su presidencia marcando claramente distancias con Donald Trump tanto en el fondo como en la forma, desde el cambio climático hasta la inmigración y la apertura hacia el resto del mundo.
En varios temas internacionales claves, sin embargo, la administración Biden ha señalado que no se desviará de la línea seguida por su predecesor. Una intención que incomoda al ala izquierda de su partido, deseosa de una ruptura más clara con Trump, pero que respeta la tradición estadounidense de continuidad en los asuntos exteriores.
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Paul Poast, politólogo de la Universidad de Chicago, dijo que el objetivo fundamental de Estados Unidos desde el final de la Guerra Fría ha sido mantener la primacía, un desafío que se ha vuelto aún más pertinente con el ascenso de China.
“Quizás la retórica cambie un poco, pero, sea quien sea el presidente, el objetivo general de la política exterior del país sigue siendo el mismo. Y con Biden no creo que eso cambie”, aseguró.
Antony Blinken, el elegido de Biden para ocupar la Secretaría de Estado, dijo en su audiencia de confirmación en el Senado que Trump “tenía razón al adoptar un enfoque más duro hacia China”.
También señaló que mantendría la embajada de Estados Unidos en Israel en Jerusalén, una decisión histórica de Trump sobre el estado de la impugnada ciudad santa, y apoyó el reconocimiento estadounidense a Juan Guaidó como presidente encargado de una Venezuela devastada por la crisis.
Incluso en Irán, Blinken y la nueva directora de inteligencia nacional, Avril Haines, usaron un lenguaje casi idéntico para responsabilizar a Teherán de incumplir el acuerdo internacional firmado en 2015, que fue denunciado por Trump.
“Hemos tenido un buen comienzo” con Blinken, dijo sonriente el senador Lindsey Graham, un aliado del magnate republicano.
El futuro jefe de la diplomacia estadounidense, un antiguo defensor de los refugiados, respondió a la pregunta de Graham sobre una caravana de hondureños que pretende llegar a Estados Unidos aconsejando a los inmigrantes que “no vengan”.
El enfoque de Blinken puede ser en gran medida una jugada política al enfrentarse a un Senado dividido en partes iguales entre republicanos y demócratas, y parece haber valido la pena, ya que se encamina hacia una fácil confirmación en su cargo.
Biden ha cumplido sus promesas de revertir algunas de las decisiones más controvertidas de Trump, tomando medidas inmediatas para reincorporar a Washington al acuerdo climático de París, frenar la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud y levantar la prohibición de ingreso de personas originarias de varios países de mayoría musulmana.
Blinken dijo que la administración pondrá fin al apoyo militar estadounidense a la devastadora ofensiva de Arabia Saudita en Yemen, destacando el papel del reino alineado con Trump en lo que Naciones Unidas llama el mayor desastre humanitario del mundo.
Pequeños cambios
Phyllis Bennis, del Institute for Policy Studies, un grupo de expertos de Washington de tendencia izquierdista, dijo que Biden se perfilaba para ser el presidente más progresista en la historia moderna de Estados Unidos en temas clave como la igualdad económica, la justicia racial y el clima.
“De todas maneras, creo que la política exterior es la arena donde se ve la mayor brecha entre el ala centrista de Biden y el ala progresista”, dijo.
Biden “cuenta con gente muy reflexiva como Blinken, inteligente, con experiencia, pero también necesitamos ideas nuevas y audaces”, manifestó.
Bennis alabó la retirada del apoyo a los saudíes en Yemen y lo calificó como la culminación de años de activismo para crear conciencia sobre la terrible realidad en el país en guerra.
Pero expresó una preocupación particular por la política del equipo de Biden hacia Israel.
“Las acciones de Trump fueron diseñadas para congraciarse con los elementos más extremos de la vida política israelí y, si Biden no las revierte, Estados Unidos normalizará esos extremos”, dijo.
La mayoría de los funcionarios clave de Biden sirvieron con él cuando era vicepresidente de Barack Obama, que saltó a la fama con su oposición a la invasión de Irak pero que una vez en la presidencia envió tropas a Afganistán, intensificó los ataques con drones y se enfrentó a China.
Trump prometió poner fin a las “guerras eternas” en que se ha embarcado su país, pero intensificó aún más los ataques con aviones no tripulados y aumentó el gasto militar como parte de su política de “Estados Unidos primero”.
“Si hay alguien que podía haber cambiado radicalmente la política exterior de Estados Unidos ese era Trump, pero tampoco lo hizo totalmente. Trump fue como una excepción que confirmó la regla”, comentó.
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