Se trata de un grupo pequeño, cerrado y muy celoso. Los hombres son los jefes de familia por voluntad de Dios, las mujeres guías son “lideresas”, aunque hasta hace poco eran llamadas “sirvientas”, la homosexualidad no está permitida y los directores espirituales se involucran de manera intensa en la vida personal y financiera de sus integrantes. Este es solo un vistazo de la comunidad católica conservadora People of Praise (Gente de Alabanza), en la que convive desde su infancia la nominada a la Corte Suprema, la jueza Amy Coney Barrett, y cuyo ingreso -casi seguro- inclinará definitivamente a la derecha la balanza del tribunal de justicia más importante de Estados Unidos.
Las credenciales académicas y profesionales de Barrett son reconocidos incluso por los más progresistas, pero sus creencias religiosas están siendo puestas a escrutinio en el Senado, que votará su nombramiento la próxima semana, sobre todo en temas polémicos como el aborto o el matrimonio gay.
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Aunque la jueza no ha señalado públicamente su vínculo con People of Praise, ni la organización lo ha confirmado, los medios de comunicación estadounidenses han realizado sendas investigaciones sobre el grupo y cómo Barrett ha formado parte de él desde niña.
Desde su padre, Michael Coney, quien lideró la comunidad de People of Praise en Nueva Orleans e integró la Junta de Gobernadores hasta el 2017, hasta su esposo, Jesse Barrett, que se crio en South Bend, Indiana, ciudad donde nació el movimiento en 1971. Es allí donde, además, ambos se conocieron pues ella fue a estudiar a la Escuela de Leyes de la Universidad de Notre Dame y vivó en una casa que pertenecía a los fundadores del grupo.
Barrett incluso ha sido una de las tres mujeres lideresas de la comunidad en South Bend, según una investigación de “The Washington Post”, y su nombre y sus fotos han aparecido continuamente en revistas y publicaciones del grupo .
Fuerte compromiso
People of Praise es una comunidad religiosa basada en el catolicismo carismático, donde la adoración hacia el Espíritu Santo es fundamental. Sus miembros realizan sanaciones y suelen hablar en lenguas.
Fue fundada en South Bend, Indiana, y actualmente tiene unos 1.650 integrantes en todo el país, además de sedes y escuelas en 22 ciudades de Estados Unidos y Canadá.
Según una investigación de “The New York Times”, el estilo particular del grupo recae en el fuerte lazo entre sus integrantes, quienes tienen un comprometido sentido de comunidad. A tal punto que los miembros comparten casas y sus relaciones son casi exclusivas entre ellos, sea a nivel personal o incluso laboral.
Sean Connolly, portavoz del grupo, dijo recientemente en un comunicado: “Como comunidad ecuménica, nos esforzamos por ser uno de esos lugares raros en la vida del siglo XXI donde hombres y mujeres con una amplia variedad de opiniones políticas y religiosas pueden vivir juntos y en armonía. Somos una comunidad cristiana, no un grupo político”.
Los miembros deben donar al menos el 5% de sus ingresos a la comunidad y aceptan someterse al liderazgo de un director espiritual. “Nos serviremos los unos a los otros ya la comunidad en su conjunto en todas las necesidades: espirituales, materiales, financieras”, reza parte del pacto que deben recitar cuando deciden formar parte del grupo por el resto de sus vidas.
“La comunidad es más importante que cualquier otra cosa en su vida”, contó Ailish Byrne, cuyos padres estuvieron muy involucrados en la comunidad de South Bend, Indiana, durante los años 70 y 80. Ella optó por no unirse a la comunidad. “Es un nivel completamente diferente al de ser miembro de una iglesia”.
Al final de la adolescencia, los jóvenes que crecen en el movimiento entran a un proceso llamado “puesta en marcha”, en el que los miembros potenciales analizan si unirse al grupo de forma permanente. Durante este tiempo, que suele ser entre 3 y 4 años, no se les anima a tener citas y se espera que se decidan por dos caminos: permanecer solteros y célibes o casarse.
El hombre, el jefe de familia
People of Praise está dirigido sobre todo por hombres, quienes además son considerados los jefes de familia. La diferencia entre los sexos es fundamental, y tanto hombres y mujeres son asignados a consejeros del mismo sexo.
Joannah Clark, de 47 años y miembro de la organización, dio su opinión sobre el tema a la AP: “Para nosotras el marido es el jefe de la familia, pero sin ejercer poder o dominio. Todo lo contrario. Es una posición de servicio y responsabilidad”.
Sin embargo, Coral Anika Theill tiene otra visión. Se incorporó al grupo en Corvallis, Oregon, en 1979, cuando tenía 24 años. Ella cuenta que las mujeres debían estar “totalmente sometidas” a los esposos y también a otros líderes de la organización. Theill estuvo casada 20 años, quedó embarazada 11 veces y dio a luz ocho hijos. “Me trataba básicamente como una yegua de cría”, contó sobre su exesposo.
Lisa Wiliams también habló con la agencia AP y dijo que sus padres se incorporaron a una rama de People of Praise de Minnesota a fines de la década de 1970. “Recuerdo que mi madre me decía que una esposa no puede negarse a tener relaciones sexuales con el marido porque es un derecho de él y una obligación de ella”, dijo Williams, ahora de 56 años. “Las relaciones no son para generar placer. Son para tener tantos hijos como disponga Dios”. Sin embargo, Coney, el padre de Barrett, dijo recientemente que la sumisión de las mujeres que describen algunos antiguos miembros de la congregación es producto de una mala interpretación de las enseñanzas del grupo.
Thomas Csordas, un antropólogo de la Universidad de California en San Diego que es un estudioso de los grupos carismáticos católicos, señaló a “The Washington Post” que el mismo impulso comunitario que generó las comunas hippies de la década de 1960 alimentó a grupos religiosos como People of Praise. “Buscaban ese sentido de comunidad. Solo que en este caso lo tomaron en una dirección conservadora, autoritaria y patriarcal”.
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